Nació en Turquía en el año 439. Era hijo de un comandante del ejército, quien tuvo que salir a lejanas tierras y lo dejó confiado a un tío. Apenas a los ocho años, sufrió el desprecio de sus parientes, los cuales se rehusaban a educarlo.
San Sabas partió a un Monasterio, y después de pasar varios años como monje ejemplar en su tierra, decidió viajar a Jerusalén para aprender la santidad en ese país.
Se dedicó a una vida llena de oración y penitencia. Trabajaba diez horas al día, hacía canastos y los vendía, con el objetivo de llevar alimentos a los más ancianos y débiles.
El Santo pasó cuatro años seguidos en el desierto sin hablar con nadie. Luego, empezaron a llegar monjes a pedirle que los dirigiera hacia la santidad, a lo que Sabas accedió. Llegó a formar 150 monjes cerca del Mar Muerto.
Cuando cumplió 50 años, fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Jerusalén, y nombrado jefe de todos los monjes de Tierra Santa. Con la herencia que le dejaron sus padres, construyó dos hospitales.
Por tres veces lo enviaron a Constantinopla, residencia del emperador, con el fin de obtener que éste no apoyara a los herejes y favoreciera la Tierra Santa.
San Sabas llegó a guiar personalmente a muchos monjes y entre sus dirigidos, hay varios Santos canonizados, como San Juan Damasceno y San Teodoro.
Murió el 5 de diciembre del año 532, a los 94 años de edad. Su Monasterio, cerca del Mar Muerto, es uno de los tres más antiguos que existen en el mundo.