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Hoy, 5 de agosto, se celebra la Consagración de esta famosa Basílica construida por el Papa Sixto III en el año 432.
Se construyó en recuerdo del Concilio de Efeso, que en el año 431 había definido que María sí es Madre de Dios. Esta Basílica ha sido remodelada y hermoseada durante siglos. Su torre fue por mucho tiempo la más alta de Roma.
Los inicios de esta famosa Basílica se remontan a una antigua leyenda. Ésta señala que por revelación divina, un matrimonio italiano, profundamente piadoso y solidario, llegó a un paraje del Monte Esquilino, el cual esta cubierto de nieve.
El monte blanco era el lugar donde ellos debían eregir un templo dedicado a la Madre de Dios.
Pronto, el Templo Mariano fue una instancia, donde miles de feligreses de todas partes del mundo acudían para venerar y honrar con oraciones y cantos, a la Virgen Madre que tomó el nombre de Virgen de las Nieves.
Los católicos han tenido siempre mucha veneración por la Basílica de Santa María la Mayor, por haber sido el primer templo dedicado a Nuestra Señora en Roma.
Además, porque la antigua leyenda de las nieves que cayeron en el sitio donde iba a ser construida, recuerda a los fieles que cuando lleguen los ardores de las pasiones y el fuego de las adversidades, la Madre de Dios puede traer desde el Cielo las nieves de las bendiciones divinas, que apaguen las llamas de nuestras malas inclinaciones y calmen la sed de los que ansían tener paz, santidad y salvación.
Bogotá, D.C. Colombia (1987) - Señor te entrego a mi hijo en este nuevo año de vida, bendícelo y santifícalo. Mamita María te consagro a este hijo, intercede siempre por él.
Sincelejo, Colombia - Hoy es un día especial... para recordar que Dios con su infinita misericordia me permitió llegar a esta vida. Gracias Señor por tu inmenso amor para conmigo... por lo bueno (por que me dio momentos de alegría) y por lo malo (por que pude aprender) que ha pasado en este ùltimo año.
Zipaquira, Colombia - Doy gracias a Dios por habernos enviado a una persona tan valiosa para nuestra familia, reciba muchas bendiciones de toda la familia, ante todo la humildad y la honestidad. Dios te bendiga, besos y abrazos. T.Q.M. Carmen Julia
En aquellos días, la comunidad entera de los israelitas llegó al desierto de Sin el mes primero, y el pueblo se instaló en Cadés. Allí murió María y allí la enterraron. Faltó agua al pueblo, y se amotinaron contra Moisés y Aarón. El pueblo riñó con Moisés, diciendo: "¡Ojala hubiéramos muerto como nuestros hermanos, delante del Señor! ¿Por qué has traído a la comunidad del Señor a este desierto, para que muramos en él, nosotros y nuestras bestias? ¿Por qué nos has sacado de Egipto para traernos a este sitio horrible, que no tiene grano ni higueras ni viñas ni granados ni agua para beber?"
Moisés y Aarón se apartaron de la comunidad y se dirigieron a la tienda del encuentro, y, delante de ella, se echaron rostro en tierra. La gloria del Señor se les apareció, y el Señor dijo a Moisés: "Coge el bastón, reúne la asamblea, tú con tu hermano Aarón, y, en presencia de ellos, ordenad a la roca que dé agua. Sacarás agua de la roca para darles de beber a ellos y a sus bestias." Moisés retiró la vara de la presencia del Señor, como se lo mandaba; ayudado de Aarón, reunió la asamblea delante de la roca, y les dijo: "Escuchad, rebeldes: ¿Creéis que podemos sacaros agua de esta roca?" Moisés alzó la mano y golpeó la roca con el bastón dos veces, y brotó agua tan abundantemente que bebió toda la gente y sus bestias. El Señor dijo a Moisés y a Aarón: "Por no haberme creído, por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas, no haréis entrar a esta comunidad en la tierra que les voy a dar." (Ésta es fuente de Meribá, donde los israelitas disputaron con el Señor, y él les mostró su santidad.)
Venid, aclamemos al Señor, / demos vítores a la Roca que nos salva; / entremos a su presencia dándoles gracias, / aclamándolo con cantos. R.
Entrad, postrémonos por tierra, / bendiciendo al Señor, creador nuestro. / Porque él es nuestro Dios, / y nosotros su pueblo, / el rebaño que él guía. R.
Ojalá escuchéis hoy su voz: / "No endurezcáis el corazón como en Meribá, / como el día de Masá en el desierto; / cuando vuestros padres me pusieron a prueba / y me tentaron, aunque habían visto mis obras." R.
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: "No endurezcáis vuestro corazón." (Salmo 94)
Evangelio
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?" Ellos contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?" Simón Pedro tomó la palabra y dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo." Jesús le respondió: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo." Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Desde entonces empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: "¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte." Jesús se volvió y dijo a Pedro: "Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios."
Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos (Mateo 16,13-23)
Un pasado idealizado, un presente difícil o un futuro incierto lleva al corazón humano a entrar en rebeldía con Dios; para no caer en enfrentamientos con Él debemos redoblar la oración, confirmar la pertenencia a Él y pedirle que no nos deje solos. 5 min. 30 seg.
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1.1 La primera lectura nos deja ver una de las escenas más impactantes del caminar de los israelitas por el desierto. Desfallecidos de sed, todos dudan en su corazón, hasta Moisés y Aarón.
1.2 Y aquí hay un hecho interesante: mientras que la rebeldía del pueblo es patente, la de estos líderes es latente, y sólo visible ante los ojos de Dios; pero unos y otros reciben de algún modo reproche de parte de Aquel que escruta los corazones.
1.3 Otra cosa para notar: el mismo bastón o vara que había servido para alejar el agua, dividiendo el mar para que pasaran los israelitas y fueran castigados los egipcios (Éx 14,16), ahora divide la roca para que el agua llegue al pueblo de Dios sediento (Núm 20,11). Dios hace los caminos por donde parece imposible: el mar dividido o la roca convertida en fuente son señales del poder divino (cf. Éx 4,17), frente al cual las murallas ceden y los obstáculos caen.
2. Cuidar la gloria de Dios
2.1 Uno puede preguntarse aún cuál fue exactamente la falta de Moisés y Aarón, sobre todo a la vista del castigo que reciben. Las palabras con que les reconviene el Señor son: "por no haber reconocido mi santidad en presencia de los israelitas". Otra traducción dice: "porque vosotros no me creísteis a fin de tratarme como santo ante los ojos de los hijos de Israel".
2.2 El punto parece estar en cuál es la primera reacción de estos hombres cuando se ven confrontados con la incredulidad del pueblo como un todo. Abrumados por las acusaciones "se apartaron de la comunidad", nos dice la lectura que hemos oído. Esto significa que no sintieron fortaleza para dar la cara por Dios y por su plan; no cuidaron, pues, de la gloria divina.
2.3 Si su fe hubiera sido perfecta, habrían permanecido ante los hijos de Israel y habrían defendido el Nombre de Aquel que los había liberado. Pero su reacción fue más de temor que de valor. Tal vez no renegaban como los demás, pero tampoco tenían como contestar a las quejas y a la incredulidad de sus hermanos.
2.4 La sanción nos parece fuerte: "no serán ustedes quienes introduzcan a esta comunidad en la tierra que les he prometido", pero en realidad es lógica. Es como si Dios les dijera: "si la fe de ustedes no es mejor que la de aquellos a quienes pretenden guiar, ustedes en realidad no son guías para ellos".
2.5 De aquí aprendemos qué clase de fe ha de buscar y cultivar el que está delante del pueblo, es decir, el misionero, el catequista, el predicador, el pastor. Su fe debe ir más allá de resistir la tentación que padece él mismo, pues hasta eso parece que tenían Moisés y Aarón, dado que fueron a orar; su fe debe ser capaz de reparar la fe fracturada de otros. No basta con que sepan dónde queda la "Tienda de Reunión"; deben de algún modo VIVIR en ella, llevarla consigo, ser ellos mismos "Tienda" donde el pueblo perciba la presencia del Dios vivo.
3. La voz del Cielo. La voz del mundo.
3.1 Pedro habla dos veces en el evangelio de hoy. Una vez su voz es enseñada por el Cielo; otra vez, en cambio, habla según el modo del mundo. Las dos voces, de estas dos veces que habla Pedro, nos enseñan por lo menos dos cosas.
3.2 Aprendemos hoy, por lo pronto, que nadie es dueño de la inspiración que viene de lo alto. Haber recibido inspiración celestial es cosa grande y bella, pero no nos hace "inspirados para siempre". Nadie es "para siempre" mientras va caminando por esa vida, y por consiguiente todos hemos de vigilar, porque la misma boca que ayer proclamó la gloria de Dios hoy puede traicionarlo.
3.3 Y aprendemos también que la victoria de Dios no es "obvia". A ver, examinemos qué dice el Señor a Pedro, habiendo oído su profesión de fe. Le dice: "sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella". ¡Pero Pedro, sólo unos momentos después, da espacio a esos "poderes del infierno" porque resulta hablando no según el querer de Dios sino en contra de ese querer!
3.4 Esto no debe decepcionarnos ni confundirnos, sino enseñarnos algo profundo: la victoria de Dios no es obvia; no es una escalada de triunfos o un desfile de maravillas. Participa, más bien de la ambigüedad de todo lo humano, así duela decirlo. Pedro, que trastabilla y cae nos enseña que Dios vence no brincando sobre las sinuosidades de nuestro caminar sino a través de cada curva, lodazal y pradera.