Se le conoce a Santo Tomás por su incredulidad después de la muerte del Señor. Jesús se apareció a los discípulos el día de la Resurrección, para convencerlos de que había resucitado realmente.
Tomás, que estaba ausente, se negó a creer en la Resurrección de Cristo: "Si no veo en sus manos la huella de los clavos y pongo el dedo en los agujeros de los clavos, si no meto la mano en su costado, no creeré" (véase San Lucas 20,25).
Ocho días más tarde, cuando Jesús se encontraba con los discípulos, se dirigió a Tomás y le dijo: "Pon aquí tu dedo y mira mis manos: dame tu mano y ponla en mi costado. No seas incrédulo, sino creyente" (véase San Lucas 20,27).
Tomás cayó de rodillas y exclamó: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús replicó: "Has creido, Tomás, porque me has visto. Bienaventurados quienes han creído sin haber visto" (véase San Lucas 20,28-29).
El Martirologio Romano, que combina varias leyendas, afirma que Santo Tomás predicó el Evangelio a los partos, medos, persas e hircanios, y que después pasó a la India, siendo martirizado en "Calamina".
Conmemora el 3 de julio la traslación de las reliquias de Santo Tomás a Edesa. En el Malabar y en todas las iglesias sirias, dicha fecha es la de la fiesta principal, pues el martirio tuvo lugar el 3 de julio del año 72.