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San Marino pertenecía a una noble familia de Cesarea de Palestina y se había distinguido en el ejército.
Iba a ser condecorado con el emblema de centurión, cuando uno de sus rivales objetó que no tenía derecho a aspirar a esa dignidad, porque era cristiano y no podía ofrecer sacrificios al Emperdor.
Al ser interrogado por el gobernador Aqueo, Marino se confesó servidor de Cristo, y ante su negativa de adorar a las divinidades paganas, fue ejecutado inmediatamente.
San Astirio, un senador romano que gozaba del favor del emperador, asistió al martirio de Marino, envolvió el cadáver en su propia capa, se lo echó sobre los hombros y le dio cristiana sepultura.
Cuando el gobernador se enteró de lo sucedido, interrogó a Astirio, y al confesarse cristiano, fue condenado a muerte.
Bellavista-Callao, Perú (1956) - Que Dios otorgue sabiduría y fortaleza para seguir luchando en esta vida y crecer espiritualmente. Muchas Bendiciones en Cristo Jesús y la Virgen María.
Kariya, Japón (1990) - Dios Padre Todopoderoso, nos ilumine y guie, aumente nuestra fé y nuestro compromiso matrimonial, para que siempre podamos confiar plenamente en el otro y amarnos hasta que la muerte nos separe. Amén
Las Flores (Pcia.Bs.As.), Argentina (1990) - Querido Padre Celestial, gracias por bendecirnos día a día durante tantos años. Te pedimos humildemente que nos sigas regalando salud, amor y armonía en nuestras vidas. Y que sea como te prometimos: Hasta que la muerte nos separe. Amén.
Bogotá, Colombia (2012) - Con la celebración de la Eucaristía a las 4:00 pm. abrimos las puertas de la nueva sede Avenida las Villas carrera 58 No. 127-42 teléfono 520 87 43
Voy a recordar las obras de Dios y a contar lo que he visto: por la palabra de Dios son creadas y de su voluntad reciben su tarea. El sol sale mostrándose a todos, la gloria del Señor se refleja en todas sus obras. Aun los santos de Dios no bastaron para contar las maravillas del Señor. Dios fortaleció sus ejércitos, para que estén firmes en presencia de su gloria. Sondea el abismo y el corazón, penetra todas sus tramas, declara el pasado y el futuro y revela los misterios escondidos. No se le oculta ningún pensamiento ni se le escapa palabra alguna. Ha establecido el poder de su sabiduría; es el único desde la eternidad; no puede crecer ni menguar ni le hace falta un maestro. ¡Qué amables son todas sus obras!; y eso que no vemos más que una chispa. Todas viven y duran eternamente y obedecen en todas sus funciones. Todas difieren unas de otras, y no ha hecho ninguna inútil. Una excede a otra en belleza: ¿quién se saciará de contemplar su hermosura?
Dad gracias al Señor con la cítara, / tocad en su honor el arpa de diez cuerdas; / cantadle un cántico nuevo, / acompañando los vítores con bordones. R.
Que la palabra del Señor es sincera, / y todas sus acciones son leales; / él ama la justicia y el derecho, / y su misericordia llena la tierra. R.
La palabra del Señor hizo el cielo; / el aliento de su boca, sus ejércitos; / encierra en un odre las aguas marinas, / mete en un depósito el océano. R.
Tema al Señor la tierra entera, / tiemblen ante él los habitantes del orbe: / porque él lo dijo, y existió, / él lo mandó, y surgió. R.
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo, el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: "Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí." Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: "Hijo de David, ten compasión de mí." Jesús se detuvo y dijo: "Llamadlo." Llamaron al ciego, diciéndole: "Ánimo, levántate, que te llama." Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: "¿Qué quieres que haga por ti?" El ciego le contestó: "Maestro, que pueda ver." Jesús le dijo: "Anda, tu fe te ha curado." Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
La sabiduría llega con el estudio. Mas no debemos dejar de lado el gran libro de la creación, escrito para provecho de todos. Por eso necesitamos ser curados de nuestra ceguera para ver el paso de Dios, en la naturaleza y en nuestra vida. 3 min. 58 seg.
Ver, contemplar, abrirse a la belleza de Dios en la naturaleza y en nuestra historia son necesidades que el mismo Dios inscribió en nuestras almas al crearnos. 11 min. 43 seg.
Mordazas eficaces que utiliza el mundo para callarte: dejarte solo sometiéndote a presión psicológica, la falsa prudencia para acomodarte a lo que digan todos y el falso argumento de que estás creando división. 5 min. 53 seg.
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1.1 Con estas palabras empieza la primera lectura de hoy. Es interesante observar que estamos ya en el capítulo 42 del libro Eclesiástico y es bello notar cómo ellas marcan como una nueva etapa, a esas alturas de uno de los libros más voluminosos de la Biblia. En los anteriores capítulos hay centeraes de reflexiones sobre la vida humana, las virtudes y los vicios, el amor y el valor, la amistad y los negocios. Después de todo ello, como en un nuevo comienzo, aparecen las palabras que hemos oído: ahora voy a recordar las obras del Señor.
1.2 Y las obras que este sabio autor recuerda van en dos grandes grupos: la naturaleza y la historia. Las de hoy corresponden al primer grupo; la primera lectura de la misa de mañana se referirá al segundo grupo.
1.3 ¿Qué pondera de la creación este hombre sabio? Ante todo, que es de Dios y le pertenece; luego, que es manifestación de su gloria; en tercer lugar, que Dios penetra los secretos y honduras que escapan a toda inteligencia creada; finalmente, que las cosas creadas se complementan unas a otras, de modo que la explicación de algo siempre nos remite a la existencia y obrar de algo más. Ese balance maravilloso, ese refluir de vida y de significado entre todas las cosas, causa una íntima alegría que no es otra sino la percepción de la belleza en su fuente.
2. "Jesús, ten compasión de mí"
2.1 El evangelio de hoy nos ayuda a tomar la actitud de corazón que nos ayudará a renovar al amor languidecido. Necesitamos de Cristo para amar a Cristo; necesitamos de Cristo para servir a Cristo; necesitamos de Cristo para alabar a Cristo. Y esa necesidad de la que el mismo Cristo nos hace conscientes tiene que volverse súplica, clamor, insistente oración, como la de aquel ciego: "Jesús, ¡ten compasión de mí!".
2.2 Podemos apelar a la justicia de Cristo cuando nos sentimos buenos y a la sabiduría de Cristo cuando nos sentimos sagaces; pero, ¿a qué apelaremos cuando nos sentimos pobres, desvalidos, endeudados? Sólo a la misericordia de nuestro Salvador.
2.3 Tal es precisamente la mejor actitud para recibir la comunión. ¿Quién presumirá de su inteligencia ante el misterio del altar, que desborda a toda inteligencia? ¿Quién alardeará de pureza o virtud delante de la santidad misma? Lo único nuestro que puede acercarnos al corazón de Dios es la humilde confianza con la que dejamos sus manos libres para amarnos, restaurarnos y bendecirnos.