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San Atanasio fue desterrado cinco veces por defender la religión. Nació en Alejandría, Egipto, hacia el año 297.
Siendo todavía un niño, en el año 311, presenció el martirio de su Obispo Pedro de Alejandría y de otros cristianos, muertos en la persecución que hicieron los paganos.
Luego, supo con alegría, que en el año 313 el emperador Constantino declaraba la libertad religiosa de los cristianos.
Con grandes cualidades para la oratoria y una brillante inteligencia, dedicó su tiempo a prepararse para el sacerdocio.
Siendo Diácono, fue escogido como secretario de Alejandro, Arzobispo de Alejandría. A los 23 años escribió su primer libro acerca de la Encarnación de Jesucristo.
Por aquel tiempo apareció en Alejandría un hereje llamado Arrio, que negaba la naturaleza divina de Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre. Atanasio se dedicó a combatir esta herejía.
Colaboró para que los Obispos del mundo se reunieran a discutir sobre ella, que tanto daño estaba causando a la Iglesia. Así, se dio el Primer Concilio, el Concilio de Nicea, en el año 327.
Condenaron a Arrio y decretaron que debía ser derrotado. San Atanasio asistió a ese Concilio como secretario y consejero de su Obispo Alejandro.
Fue el Obispo más famoso de su siglo. Tuvo que vivir en una época sumamente difícil y luchar contra los enemigos de la Verdad.
En sus 45 años de sacerdocio no dejó nunca de predicar en favor de Jesucristo.
Santiago de Veraguas, Panamá (2011) - Felicidades para la decuria de San Pablo, que en el cursillo de cristiandad #34 del 2011 de la diocesis de Santiago, conocimos verdaderamente al Señor Todopoderoso y por su gran poder y amor hoy cumplimos un año de estar juntos en este caminar, sorteando obstaculos y capeando tempestades pero todo con la fuerza y fortaleza que nos dá el Altísimo. Felicidades.
Ginebra, Suiza - Dios y María Santísima los bendiga y los ayuden a seguir perseverando en esa misión tan importante que el Señor les ha encomendado. María
Tunja - Boyacá, Colombia (2005) - Partió a mejor vida un ser maravilloso, mi padre. Lo recuerdo con toda mi alma, pero igual sé, que dónde esté está mucho mejor. te amo. Tu hija.
En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente en nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega, que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.
La iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea, y Samaria. Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo.
Les contó cómo había visto al Señor en el camino (Hechos 9,26-31)
Salmo
Cumpliré mis votos delante de sus fieles. / Los desvalidos comerán hasta saciarse, / alabarán al Señor los que lo buscan: / viva su corazón por siempre. R.
Lo recordarán y volverán al Señor / hasta de los confines del orbe; / en su presencia se postrarán / las familias de los pueblos. / Ante él se postrarán las cenizas de la tumba, / ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.
Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá, / hablarán del Señor a la generación futura, / contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: / todo lo que hizo el Señor. R.
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. (Salmo 21)
2a.
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada.
Y éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos (1 Juan 3,18-24)
Evangelio
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante (Juan 15,1-8)
Devuélvele la autoridad a Dios para que Él corte de ti lo que no te hace bien y así poder permanecer en la vida cristiana aún en momentos de burla, desprecio y exclusión. 5 min. 24 seg.
Si permanezco recibiendo la vida de Cristo tarde o temprano mi vida se va haciendo Evangelio y entonces vendrán los frutos que no son consecuencia de mi esfuerzo sino de recibir y acoger al Señor. 6 min. 11 seg.
Estar unidos a Cristo significa que en nosotros circule su vida; ello se nota, en las pruebas, por la perseverancia en la fe y en el amor a los hermanos. 20 min. 11 seg.
Este es el tiempo para permanecer en Nuestro Señor Jesucristo, aunque muchos den la espalda, se vayan o se cansen, que muchos encuentren más cómodo criticar que construir. 4 min. 41 seg.
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1.1 El vino verdadero sólo viene de la vid verdadera. Y el vino verdadero es el que trae la alegría verdadera, no la mentirosa, y trae la fraternidad verdadera, no la fingida, y regala el éxtasis verdadero, no el que acaba en depresión y resaca.
1.2 El vino verdadero es el que andamos buscando en los viñedos de la tierra pero que sólo podía venir del viñedo del cielo. Sangre de Cielo, amor de Cielo, alegría de Cielo, vida de Cielo. Esa es la ebriedad santa, el gozo sin mancha que nos regala Jesús.
1.3 Nosotros estamos unidos a la vid. Recibimos su Sangre, su propia Sangre, que circula por nosotros y así nos comunica la vida divina. Podemos hacer cosas como las que hacía Jesús porque tenemos la vida de Jesús circulando en nuestras venas. Podemos entonces dar fruto, como los frutos que dio Jesús.
1.4 Nuestro Señor distingue entre los frutos "que permanecen" y los que no permanecen. Todo lo que no permanece indica en su fragilidad que está bajo el imperio de la muerte. No importa qué tan bella sea una flor si sólo va a saludarme un día para luego hundirse en la nada y dejar una estela de vacío.
1.5 Distingue también nuestro Señor entre los frutos "abundantes", propios de quien tiene vida porque le circula la sangre de la vida, y la esterilidad del que no tiene qué circule en su interior. Y ese es el veredicto que muchos padecen: nada les circula adentro. Su vida no tiene principio interior que anime, sino que son gobernados en todo desde el exterior, es decir, desde las apetencias que otros manipulan. De esa vida sin vida nos ha salvado Cristo, Señor de la vida.
2. NO AMOR DE PALABRAS, SINO DE HECHOS
2.1 "Dar fruto", según enseña el Evangelio, es algo como lo que pide la segunda lectura de hoy: "no amemos solamente de palabra, sino con hechos y de verdad". Santa Catalina de Siena decía que las palabras son como hojas y que un árbol de sólo hojas no satisface al agricultor: se necesitan obras, frutos, hechos.
2.2 Pero esta misma segunda lectura trae otro tema que nos edifica: el papel de la conciencia. Por un lado es verdad que la conciencia sirve de señal cuando no nos reprocha, pues "si nuestra conciencia no nos condena, podemos acercarnos a Dios con confianza, y lo que le pidamos lo recibiremos de él, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada".
2.3 Por otra parte, la condenación que proviene de la conciencia no puede tomarse como un absoluto, "porque si ella nos condena, Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas".
2.4 Es, por decir lo menos, extraña esta enseñanza, porque parece contradecir la doctrina más común, que desconfía de las aprobaciones del propio parecer y más bien se fía de los reproches de la propia conciencia.
2.5 Sin embargo, téngase en cuenta que esto que predica el apóstol tiene un prerrequisito, que "no amemos solamente de palabra, sino con hechos y de verdad", pues "en esto sabremos que pertenecemos a la verdad y tendremos la conciencia tranquila ante Dios". Es decir: aquel que realiza en su vida el mensaje de amor del Evangelio tiene en esas obras una señal que le permite atenerse a un criterio que es incluso más fuerte que su propia percepción sobre el estado de su alma ante Dios. El alma no debe fiarse de un juicio al margen de las obras que ve que está realizando, pues obrando así estaría tomando el lugar de Dios. Lo que debe pues hacer es obrar el bien y luego dejar todo juicio a Dios, "que es más grande que nuestra conciencia".