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San Eloy fue el más famoso orfebre de Francia en el siglo VII, ya que Dios le concedió desde muy pequeño grandes cualidades para trabajar con mucho arte el oro y la plata.
Nació en el año 588 en Limoges, Francia. Su padre, que era también un artista en trabajar metales, se dio cuenta de que el niño tenía capacidades excepcionales para el arte.
Buscó entonces formarlo mejor bajo la dirección de Abon, que era el encargado de fabricar las monedas en Limoges. Cuando aprendió bien el arte de la orfebrería, se fue a París.
Ahí, el rey Clotario II le encomendó la fabricación de un trono adornado con oro y piedras preciosas. El rey quedó admirado de la inteligencia y habilidad de Eloy, nombrándolo jefe de la Casa de la Moneda.
Nuestro Santo fabricó también los preciosos relicarios en los cuales se guardaron las reliquias de San Martín, San Dionisio, San Quintín, Santa Genoveva y San Germán.
El nuevo rey Dagoberto le regaló un terreno en Limousin, donde fundó un Monasterio de hombres. Luego, el rey le regaló un terreno en París y allá fundó un Monasterio para mujeres.
A sus religiosos les enseñaba el arte de la orfebrería y varios de ellos llegaron a ser muy buenos artistas.
Por sus grandes virtudes, resultó elegido Obispo de Rouen. Se dedicó con todas sus energías a obtener que las gentes de la región se convirtieran al cristianismo, porque en su mayoría eran paganas.
Se conservan 15 sermones suyos, en los que ataca fuertemente la superstición.
Ordenación Sacerdotal. Bogotá, Colombia (2009) - Que el Señor lo siga bendiciendo y el Espíritu Santo lo llene de sabiduría para que nos guie por el camino del bien.
Ordenación diáconal. León Guanajuato, México - Celebramos su aniversario de haber escuchado el llamado del Señor. Que el Señor lo siga guiando, iluminando y santifdicando y nos permita ser testigos y compañeros de Ud. Familia del Espiritu Santo templo de Sta. Teresita. Cecilia olivares.
Ordenación Sacerdotal. Medellín, Colombia (1985) - Hay más alegría en dar que en recibir. El regalo del Sacerdocio es lo más sublime, pero así mismo lo más exigente: ser fieles testigos e imitadores de Cristo, especialmente en el amar y darse a los demás como Él lo hizo. Dar el Pan y Vino de Cristo y el pan material, para calmar el hambre y la enfermedad; enseñar a amasarlo, para que muchos tengan la oportunidad de realizarse; y enseñar a pescar y vivir, para que todos sean libres y se sostengan en la Verdad, el Camino y la Vida. Padre Constantino mxy
Ordenación Sacerdotal. Diocesano. Acacias-Meta, Colombia (2001) - Que Dios Nuestro Señor lo siga iluminando y fortaleciendo en su vida sacerdotal, para Gloria de Dios y bien de su ministerio. Padre, felicidades en sus 10 años de sacerdocio, sus parroquianos continuamos orando por Ud.
Bogotá, Colombia (2008) - Mamita te quiero mucho y te recuerdo con inmenso amor. Espero que te encuentres en el cielo llena de dicha y de felicidad, que estés al lado de la virgencita, de San José y que nos bendiga desde el cielo. Sor Ana Cecilia.
Ibague, Colombia (2008) - Como su alma era agradable a Dios, Dios se apresuro a sacarlo de la maldad. (Sab, 4,14. Carlitos, te llevamos en nuestros corazones.
Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R.
Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza. R.
Hermanos: Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos.
Y que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre.
En fin, hermanos, por Cristo Jesús os rogamos y exhortamos: habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; pues proceded así y seguid adelante.
Ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre."
El adviento nos invita a contemplar la llegada de Cristo en Belén, en nuestros corazones si creemos verdaderamente en Él, y al final de los tiempos cuando regrese a juzgar a vivos y a muertos. 5 min. 46 seg.
La esperanza marca el ritmo de nuestra vida como cristianos y al ver que el mundo tiene necesidad de Dios le pedimos a Él que nos envíe al Salvador. 4 min. 6 seg.
En el Adviento no estamos llamados solo a esperar sino a tener esperanza porque cuando cultivamos la esperanza no solo rechazamos un mal sino que aguardamos un bien, el gran bien, Jesucristo. 4 min. 51 seg.
Ante todo: esperamos el retorno de Cristo; y nos anima a ello la fidelidad de Dios, que quedó manifiesta en su primera venida, en la humildad de nuestra carne. 14 min. 51 seg.
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1.1 Con la celebración de hoy iniciamos el tiempo litúrgico del Adviento. Las lecturas de este domingo, así como todas las de este tiempo, son una enseñanza profunda, coherente y bella sobre la esperanza en su sentido más alto y más vigoroso. Hemos de prepararnos entonces para descubrir la riqueza que se anuncia en eso que parece tan sencillo a veces y tan difícil otras veces: esperar.
1.2 La primera lectura nos da una clave: "vienen días." Hay adviento allí donde hay una mirada al futuro. Cuando nos quedamos mirando sólo al tiempo pasado llegamos a volvernos incapaces de dar un rumbo a nuestra vida, como también sucede al manejar un auto: no es posible conducir hacia delante mirando sólo el espejo retrovisor. Y la vida, queramos o no, sigue, va hacia delante. El adviento es mirada hacia lo que viene.
1.3 Pero no esperamos cualquier clase de día. Los días no vienen por sí solos. Hay Alguien que nos envía los días que vienen, hay Alguien que le da color y calor a la Historia. Tal es el núcleo de la fe judía y de la fe cristiana en cuanto ancladas en un mundo real y humano: hay Alguien que anuncia los días, pues hemos escuchado: "Vienen días, dice el Señor."
1.4 Podemos decir más: Aquel que con su palabra que anuncia un futuro es Aquel que con su palabra selló con su promesa nuestro pasado. La Historia, pues, tiene una cadencia, una dirección que va de la promesa al cumplimiento. La promesa está en el pasado; el cumplimiento está en el futuro. ¿Y en el presente? El presente se posa en la cuerda tensa que va de la promesa al cumplimiento, y cuando se ha posado en esa línea de fuerza y de vida se llama ESPERANZA.
1.5 ¿Y qué anuncia Dios para ese tiempo nuevo? Con ser tan breve el texto de la primera lectura, hay por lo menos cuatro cosas que encontramos ahí. Dios anuncia el restablecimiento de la Casa de David, la práctica de la justicia en la tierra, la paz para Jerusalén y la llegada de la salvación. Estas cuatro claves, que conforman como un "programa", nos orientan también sobre lo que será el tiempo del Adviento, desde estos anuncios más generales hasta la concreción en Cristo de toda nuestra esperanza y nuestra alegría.
2. Aprender a Esperar
2.1 La segunda lectura está tomada de uno de los primeros documentos del Nuevo Testamento, tal vez el primero de todos en ser redactado. Y este dato es importante, porque sabemos bien que aquella primera generación de cristianos vivió de un modo singularmente intenso la esperanza. Aguardaban ellos el pronto, casi inmediato retorno de Cristo. Tal es el clima en el que surge esta Primera Carta a los Tesalonicenses.
2.2 En ese sentido, la segunda lectura de este domingo nos ofrece un perfil interior del alma cristiana en actitud de genuina esperanza. Entresaquemos algunos rasgos que servirán para nuestra propia preparación espiritual en este adviento.
2.3 Pablo insiste en primer lugar en el amor mutuo. Y esto es interesante, porque de entrada quita la idea de una esperanza individualista, que sólo puede ser hija de una falsa idea de la salvación como un acto que sucede en solitario, aislado de la comunidad: "Dios y yo en una botella." Toda esperanza genuina brota del deseo de un bien que nos llega de la Comunidad y apunta a un bien que se anhela para la Comunidad. Lo demás, no viene del Espíritu de Jesús.
2.4 La segunda enseñanza del apóstol es la sobriedad. La conciencia del retorno del Señor es una invitación a tomar en serio toda su palabra, todo su legado, toda la fuerza de su luz. Es hacer conciencia de la gracia que ha bendecido nuestro pasado y la gloria que él anuncia para nuestro futuro.
3. Oración y Vigilancia
3.1 El evangelio, por su parte, nos trae el llamado apremiante de Cristo, en el contexto de la conmoción universal que habrá de preceder a su retorno glorioso.
3.2 De ahí aprendemos varias cosas. Primero, que el adviento es algo más que la preparación para recordar la Navidad. De hecho, el tiempo litúrgico del adviento tiene dos fases bien diferenciadas, como hemos comentado en otras ocasiones: la primera, que empieza este domingo, en realidad mira al retorno de Cristo, es decir a su llegada definitiva; la segunda, que empieza en la semana anterior a la Navidad, sí se centra en las circunstancias propias del nacimiento de Nuestro Señor, como una "prenda" que afianza nuestra esperanza en el cumplimiento definitivo de las promesas.
3.3 Aprendemos también en este evangelio que, así como hay una historia marcada por la esperanza, que es la de los genuinos creyentes, hay también "historias", en un plural de disolución y confusión, que van selladas por la distracción y la dispersión. Cristo es claro: "el exceso de comida, las borracheras y las preocupaciones de la vida" pueden atontarnos, dispersarnos, distraernos hasta un punto en que ya no reconocemos ni la presencia de sus bendiciones ni la promesa de su salvación. Para quienes llegan a este estado, el retorno de Cristo será como una "trampa."
3.4 De ahí los dos grandes consejos que protegen el don de la esperanza: orar y vigilar. Si recordamos, fueron también las dos recomendaciones de Cristo en el Huerto de Getsemaní. Aquella ocasión nos decía: "vigilad y orad" (Mc 14,38); hoy nos dice: "estén atentos, pues, y oren en todo tiempo" (Lc 21,36). Hay algo profundo aquí: el adviento de la Iglesia, aunque marcado con una alegría inmensa, tiene también su aspecto de "Getsemaní." Mientras aguardamos al Señor, de algún modo hemos de recorrer el camino que él anduvo y participar de su pasión para acoger con pleno corazón su pascua.