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San Alfonso nació cerca de Nápoles el 27 de septiembre de 1696. Siendo aún niño, fue visitado por San Francisco Jerónimo, el cual lo bendijo, prediciendo para él grandes bendiciones y sabiduría.
A los 16 años, -caso excepcional-, obtiene el grado de doctor en ambos derechos, civil y canónico, con notas sobresalientes en todos sus estudios.
Para conservar la pureza de su alma, escogió un director espiritual. Visitaba frecuentemente a Jesús Sacramentado, rezaba con gran devoción a la Virgen y huía de todos los que tuvieran malas conversaciones.
Su padre, que deseaba hacer de él un brillante político, lo hizo estudiar varios idiomas modernos, aprender música, artes y detalles de la vida caballeresca.
Como abogado, el Santo obtenía importantes triunfos. Sin embargo, esto no lo dejaba satisfecho ante el gran peligro que en el mundo existe de ofender a Dios.
Por revelación divina, San Alfonso abandona todo, y decide convertirse en apóstol incansable del Señor Jesús. La tarea no fue fácil. Tuvo que enfrentar con gran lucha espiritual, a su padre y familia, a sus amigos y a sí mismo.
Al fin, a los 30 años de edad, logró ser ordenado sacerdote, y desde entonces, se dedicó a trabajar con las gentes de los barrios más pobres de Nápoles y de otras ciudades, a quienes les enseñaba el Catecismo.
El 9 de noviembre de 1752, fundó, junto con otros sacerdotes, la Congregación del Santísimo Redentor, o Padres Redentoristas. Siguiendo el ejemplo de Jesús, se dedicaron a recorrer ciudades, pueblos y campos, dando a conocer el Evangelio.
Durante 30 años con su equipo de misioneros, el Santo recorrió campos, pueblos, ciudades, provincias. Permaneció en cada sitio 10 o 15 días predicando, para que no quedara ningún grupo sin ser instruido y atendido espiritualmente.
San Alfonso fue un escritor muy prolífico. Al morir, dejó 111 libros y opúsculos impresos, y dos mil manuscritos. Durante su vida vio 402 ediciones de sus obras.
En 1762, el Papa lo nombró Obispo de Santa Agueda. San Alfonso, quien no deseaba asumir el cargo, aceptó con humildad y obediencia.
Permaneció al frente de la Diócesis por 13 años, donde predicó el Evangelio, formó grupos de misioneros y dio catequesis a los más pequeños y necesitados.
Sus últimos años fueron llenos de sufrimientos y enfermedades dolorosas. El Santo soportó pacientemente todos estos males, rezando siempre por la conversión de los pecadores y por su propia santidad.
San Alfonso muere el primero de agosto de 1787 a la edad de 90 años. El Papa Gregorio XVI lo declara Santo en 1839, y el Papa Pío IX, Doctor de la Iglesia en 1875.
Bogotá, Colombia- Querida Zoris, me alegra por este medio hacerte llegar mil bendiciones para tu alma buena, que la mamita María no se aparte un instante de tu camino y te lleve de su mano hacia el cielo. Con todo mi cariño mil felicidades hoy en tu día. Luz Mery
San Antonio de los Altos, Venezuela (1947) - ¡Doy gracias al Misterio Trinitario y a la Virgencita linda por presentármela y hacerla mi esposa y compañera de vida!¡Gloria a Dios!¡Felicidades en nuestro eterno día!
Dios nos bendiga en Jesús, María y José. Pedro
En aquellos días, la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo: "¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad." El Señor dijo a Moisés: "Yo haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba a ver si guarda mi ley o no. He oído las murmuraciones de los israelitas. Diles: "Hacía el crepúsculo comeréis carne, por la mañana os saciaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor, vuestro Dios."" Por la tarde, una banda de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana, había una capa de rocío alrededor de campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino, parecido a la escarcha. Al verlo, los israelitas dijeron: "¿Qué es esto?" Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: "Es el pan que el Señor os da de comer."
Lo que oímos y aprendimos, / lo que nuestros padres nos contaron, / lo contaremos a la futura generación: / las alabanzas del Señor, su poder. R.
Dio orden a las altas nubes, / abrió las compuertas del cielo: / hizo llover sobre ellos maná, / les dio un trigo celeste. R.
Y el hombre comió pan de ángeles, / les mandó provisiones hasta la hartura. / Los hizo entrar por las santas fronteras, / hasta el monte que su diestra había adquirido. R.
Hermanos: Esto es los que digo y aseguro en el Señor: que no andéis ya como los gentiles, que andan en la vaciedad de sus criterios. Vosotros, en cambio, no es así como habéis aprendido a Cristo, si es que es él a quien habéis oído y en él fuisteis adoctrinados, tal como es la verdad en Cristo Jesús; es decir, a abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores, a renovaros en la mente y en el espíritu y a vestiros de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo has venido aquí?" Jesús contesto: "Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios." Ellos le preguntaron: "Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?" Respondió Jesús: "La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado." Le replicaron: "¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."" Jesús les replicó: "Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo." Entonces le dijeron: "Señor, danos siempre de este pan." Jesús les contestó: "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed."
El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed (Juan 6,24-35)
El pan de Dios, como regalo, es para todos y da vida. El pan como trabajo, no da vida y llega hasta un límite que es aplazar la muerte. 20 min. 46 seg.
Un filósofo como Aristóteles no encontraría nada nuestro que pudiera agradarle a Dios. Cristo sí lo encuentra: que abramos la puerta de la fe. 4 min. 39 seg.
El pasado de pecado pretende atraparnos con el recuerdo de la abundancia exterior, la saciedad interior y una variedad aparentemente inagotable. 37 min. 42 seg.
¿Qué estás haciendo para cultivar tu fe? Jesús te invita a no quedarte en lo inmediato, eleva tu mirada porque estás hecho para lo perfecto. 4 min. 58 seg.
Jesús sabe lo imperfectos que somos y aun así nos sigue amando y a la vez nos pastorea; nos da de comer de su cuerpo verdadero pan que sacia, fuente de todo bien. 4 min. 19 seg.
La Eucaristía es alimento suficiente porque su cantidad y calidad son infinitas al Dios darse a sí mismo y a su amor completamente y por su dulce y amorosa compañía. 0 min. 0 seg.
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1.1 Uno asocia el pan con la idea de "ganarse el pan." Y no está mal porque existe el pan "ganado," o sea, el pan que nos ganamos a través del esfuerzo de sembrar, cultivar, cosechar, amasar, hornear. Pero no todo pan es esfuerzo; hay pan que es regalo; pan que nos recuerda que en el fondo todo es regalo, hasta el mismo esfuerzo.
1.2 El pan, en efecto, es ante todo el símbolo del sustento para la vida. Pero, ¿no es la vida misma un regalo? Es decir: ¿qué hemos hecho para merecer existir? ¿Qué dimos a cambio para que en justicia se nos diera vivir? Y si el empezar a vivir fue regalo y puro don, entonces, estrictamente hablando, ¿qué puede haber dentro de la vida que no tenga radicalmente la condición de regalo y de don? ¡Incluso las mismas fuerzas con que nos esforzamos existen porque nosotros existimos, y ello es siempre regalo!
2. No dar nada por descontado
2.1 Este carácter esencial de la vida como "don continuado" uno lo olvida fácilmente. Pronto uno se acostumbra a que las cosas "deben ser" de un determinado modo y "tienen que estar." Las damos por descontadas. Se vuelven parte del inventario de la vida y las consideramos como derechos adquiridos. En esta categoría están las leyes de la naturaleza, la estabilidad y seguridad de la vida en sociedad y la salud, cuando uno la tiene y disfruta.
2.2 Es en este punto donde las contradicciones y sobre todo los imprevistos nos cambian la escena. Un accidente, o simplemente una circunstancia en que nos vemos sin esos recursos que ya considerábamos como "debidos" nos obligan a replantear la vida. Usualmente la primera reacción es inmadura y quejumbrosa, como Israel en el desierto.
2.3 A su vez, la respuesta de Dios, cuando llega en ese contexto de incertidumbre y precariedad, adquiere un significado nuevo porque es un recordatorio de que todo viene de Él--incluyendo nuestra propia existencia.
3. El Don y el Donante
3.1 El pan que llega como regalo, el "Pan del Cielo" es Cristo. Esa expresión indica varias cosas. Por lo pronto implica que Él es el gran recordatorio del plan y las condiciones iniciales, las de la creación. Luego, es una enseñanza viva: la salvación es gratuita, es por gracia, porque la existencia misma ya es una "gracia," ya es un don. Y ambos dones, el de existir y el de ser salvo, nos han llegado por Cristo.
3.2 Por otra parte, el Pan del Cielo no ha caído solo, ni ha caído porque sí. El Pan del Cielo ha sido regalado y todo receptor de este regalo ha de preguntarse por quién es el donante. El donante, según explica Cristo, es Dios nuestro Padre. Recibir a Cristo como don es recibir al Padre como donante. Y recibir al Padre como donante es admitir que uno mismo es don, a imagen de Cristo.