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Pregunta publicada en 20090521:
¿Qué hay de malo en amar a una mujer, como lo ha confesado el P. Alberto Cutié?

Varios suscriptores han preguntado, de distintos modos lo enunciado, pues el mismo P. Alberto declaró que no podía arrepentirse de amar a una mujer. Sin embargo, luego ha dado nuevas declaraciones, mucho más ponderadas (ver más adelante).

El caso Cutié no es simplemente un pecado "contra el sexto mandamiento" (aunque sí es probable que lo haya: fornicación). Tampoco es solamente un episodio de "debilidad." En esta historia lo grave parecen ser más otras cosas:

1. Se hace una promesa, se pone a Dios por testigo, se rompe la promesa. Aunque no hubiera ningún testigo, ya ello configura una falta específica.

2. Se compromete uno públicamente a asumir un compromiso; lo viola en público. La capacidad de credibilidad de la Iglesia así representada queda dañada gravemente.

3. Al hablar con franqueza (cosa que se agradece, en sí misma) este hombre se presenta como inocente. ¿Ignorancia invencible, excesiva presión externa o cinismo? En todo caso, cabe presumir algo grave también ahí.

4. Por el contrario, la responsabilidad de lo sucedido se transfiere a "la Institución." Estamos ante difamación o probablemente calumnia contra la misma Iglesia.

5. Se arguye que todo esto se ha hecho por "amor." Es la clase de razón que la gente quiere oír: "En el corazón nadie manda." Pero esto es dar enseñanza falsa. Si algo así se admite, hay entonces que abrir bien ancha la puerta a todos los adulterios, por decir lo menos.

Lo mismo que otros han dicho, yo debo repetir: no soy nadie para juzgarlo a él. Pero las situaciones sí deben ser juzgadas, porque dadas las características del personaje y su modo de salir en cámaras hemos de esperar que muchos más sacerdotes y seminaristas empiecen a "salir del closet." Esto no sería malo si sirviera para diálogo fraterno, oración compartida y renovación del compromiso con Cristo. Pero sí que hará daño porque se presentará como una fuerza de choque, como un bloque de presión que querrá lograr a cualquier precio sus conquistas políticas; en este caso, la abolición del celibato obligatorio.

La lucha no va a terminar en este que vemos, o por lo menos no termina ahí en la mente de los que alientan a Cutié a proseguir en su "causa." Imaginan estos que si se logra UNA VEZ que la Iglesia-Jerarquía ceda ante la presión un bloque, entonces el mismo recurso se podrá utilizar a discreción para después demoler lo que se quiera de la doctrina, la liturgia o la moral católicas.

Todo esto indica que el presente caso trasciende lo puramente personal. Como persona, el p. Alberto Cutié merece nuestra oración, compañía, apoyo, amistad sincera... y el hablar franco. Pero en cuanto Iglesia aquí hay mucho más. En esto hay un mensaje para los obispos, y su manera de acompañar y guiar a sus sacerdotes; y hay un mensaje para nosotros los sacerdotes, y nuestra manera de mirar, amar y servir a la Iglesia; y hay un mensaje para todos, pues todos hemos de cuidar la salud del Cuerpo de Cristo.

Hay una cierta señal de esperanza en una entrevista más reciente. Seguimos orando por el P. Alberto Cutié.


Reproducción permitida, citando la fuente.
-Fr. Nelson Medina, OP

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