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audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
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Oremos:
Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio, porque
sólo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Lectura del libro del Génesis
4, 1-15.25
El hombre se unió a Eva, su mujer; ella concibió y dio a luz
a Caín; y dijo:
«¡He tenido un varón gracias al Señor!»
Después tuvo a Abel, hermano de Caín. Abel se hizo pastor, y Caín agricultor.
Pasado algún tiempo, Caín presentó al Señor una ofrenda de los frutos de la
tierra. Abel le ofreció también las primeras crías de su rebaño y hasta su
grasa.
El Señor se fijó en Abel y su ofrenda, más que en Caín y la suya. Entonces Caín
se enfureció mucho y andaba cabizbajo.
El Señor le dijo:
«¿Por qué te enfureces? Por qué andas cabizbajo? Si obraras bien, llevarías
bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te
acosa, aunque tú puedes dominarlo».
Caín propuso a su hermano Abel que fueran al campo, y, cuando estaban allí, se
lanzó contra su hermano Abel y lo mató.
El Señor preguntó a Caín:
«¿Dónde está tu hermano?»
Caín respondió:
«No lo sé; ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano?»
Entonces el Señor le contestó:
«¿Qué es lo que has hecho? La sangre de tu hermano me grita desde la tierra.
Por eso te maldice esa tierra, que ha abierto su boca para beber la sangre de
tu hermano que acabas de derramar. Cuando cultives la tierra, no te dará ya sus
frutos. Y serás un vagabundo y fugitivo en la tierra».
Caín contestó al Señor:
«Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Tú me echas de este suelo, y
tengo que ocultarme de tu vista; seré un vagabundo y fugitivo en la tierra, y
el que me encuentre me matará».
El Señor le dijo:
«El que mate a Caín será castigado siete veces».
Y el Señor puso una marca a Caín, para que no lo matara quien se encontrara con
él.
Adán volvió a unirse a su mujer, y ésta dio a luz un hijo a quien puso por
nombre Set, pues se dijo:
«Dios me ha dado otro vástago en lugar de Abel, a quien mató Caín».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza.
El Señor, el Dios de los dioses, habla y convoca a la tierra
desde oriente a occidente. No te reprendo por tus sacrificios, pues tus
holocaustos están siempre ante mí.
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza.
¿Por qué recitas mis mandamientos, tú que detestas la
corrección y no tienes en cuenta mis palabras?
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza.
Te sientas a murmurar contra tu hermano, deshonras al hijo
de tu madre. Esto haces tú, ¿y me voy a quedar callado? ¿Piensas quizás que soy
como tú? Yo te acuso y te lo echo en cara.
Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí, dice
el Señor.
Aleluya.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos
8, 11-13
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercaron los fariseos y se pusieron a
discutir con Jesús, pidiéndole una señal del cielo, con la intención de
tenderle una trampa. Jesús, suspirando profundamente, dijo:
«¿Por qué pide esta generación una señal? Les aseguro que a esta generación no
se le dará ninguna señal».
Y dejándolos, volvió a embarcarse y se dirigió a la otra orilla.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Que estos dones traídos a tu altar nos obtengan de ti, Señor
y Dios nuestro, la gracia de servirte con amor y la felicidad eterna.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación
darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo
amado.
Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste para
que, hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María la Virgen,
fuera nuestro Salvador y Redentor.
El, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la
resurrección, extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo
santo.
Por eso,
con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria diciendo:
Santo, Santo, Santo …
Antífona de la Comunión
Mi felicidad consiste en estar cerca de Dios y en poner sólo en él mis esperanzas.
Oremos:
Señor, que nuestra participación en esta Eucaristía que tu Hijo nos mandó
celebrar como memorial suyo, nos una siempre con el vínculo de tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Tabla de Versiones
para estas lecturas:
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1.1 No hay un error tipográfico ni una confusión involuntaria. Nos queremos referir en esta ocasión al día en que murió la vida en Caín, que fue antes de que él, ya cadavérico en su interior, asesinara a su hermano Abel.
1.2 En efecto, Caín llega a su crimen a través de un proceso o degradación: <<se enfureció>>, por envidia; <<andaba cabizbajo>>, por amargura y depresión; obró mal y rechazó la advertencia de Dios y de su conciencia; renunció a luchar contra el pecado; urdió un plan... todo ello es como una pendiente por la que la vida de Caín va dando tumbos. En el fondo de ese abismo al que se ha lanzado se consuma el crimen: <<se lanzó contra su hermano Abel y lo mató>>.
1.3 La muerte de Abel, pues, nace de la muerte de Caín, es decir, del trágico desmoronamiento de su ser racional y de su misma capacidad de ser humano. Sólo los muertos matan.
2.1 El Papa Juan Pablo II ha escrito una preciosa reflexión sobre esa gran pregunta que el Señor hace a Caín y que es como el símbolo de la corresponsabilidad que nos liga como seres humanos, antes de toda consideración de género, credo, raza o nacionalidad. Escribe el Papa:
2.2 <<Caín, frente a Dios, que le pregunta sobre el paradero de Abel, lejos de sentirse avergonzado y excusarse, elude la pregunta con arrogancia: No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano? (Gén 4, 9).
2.3 <<Con la mentira Caín trata de ocultar su delito. Así ha sucedido con frecuencia y sigue sucediendo cuando las ideologías más diversas sirven para justificar y encubrir los atentados más atroces contra la persona.
2.4 <<¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?: Caín no quiere pensar en su hermano y rechaza asumir aquella responsabilidad que cada hombre tiene en relación con los demás. Esto hace pensar espontáneamente en las tendencias actuales de ausencia de responsabilidad del hombre hacia sus semejantes, cuyos síntomas son, entre otros, la falta de solidaridad con los miembros más débiles de la sociedad -es decir, ancianos, enfermos, inmigrantes y niños- y la indiferencia que con frecuencia se observa en la relación entre los pueblos, incluso cuando están en juego valores fundamentales como la supervivencia, la libertad y la paz.>> (Evangelium Vitae, 8).
3.1 El evangelio de hoy nos presenta una breve escena: piden una señal del cielo a Jesús. La cosa no debía sonar descabellada a los proponentes, porque grandes hombres de Dios habían hecho señales en el cielo: Josué detuvo el sol, dice el libro que lleva su nombre (Jos 10,13). Elías, el gran profeta, <<cerró los cielos>> (cf. 1 Re 17,1). Además, Is 7,11 trae la invitación que Isaías hace al rey Ajab: <<Pide para ti una señal del Señor tu Dios que sea tan profunda como el Seol o tan alta como el cielo>>. El Apocalipsis menciona numerosas señales celestiales, como la mujer vestida de sol (Ap 12,1), el dragón que la persigue (Ap 12,3), o los ángeles de las plagas (Ap 15,1). Es decir: tenía lógica pedir una señal celestial. Pero Jesús rechaza esta petición. ¿Por qué?
3.2 Hay un suspiro entre la solicitud de los fariseos y la negativa de Jesús. Un suspiro profundo, expresión quizá de ese descontento que el alma siente cuando encuentra lo que buscaba pero no como lo buscaba. Imaginemos al caminante que, exhausto, cree llegar a un oasis y de pronto se da cuenta que sí hay agua, pero está podrida y ya apesta. Entonces debe reanudar su tarea, empezar desde cero nuevamente, emprender otra vez el camino. Y suspira con una mezcla de rabia, tristeza y a la vez conciencia de que debe seguir.
3.3 Jesús dio numerosas señales. No le molestaba dar señales, como podemos colegir de episodios como el de Isaías en que Dios se ofrece a dar una señal. El mismo Jesús es la gran señal del amor y del perdón. El problema no está en el universo de los signos y señales. El problema está en el corazón con que se le hace una petición que ya no es petición sino exigencia.
3.4 Jesús está sediento de nuestra fe, y nuestra fe nace de las señales. Quiere que el que tenga oídos oiga (Mt 11,15), y que todos reciban el mensaje. Por eso en la sed de señales de estos hombres hay algo que Jesús quiere pero no como Él lo quiere. No tienen el deseo de acoger la Palabra ni de creer en el mensajero, sino de medirlo, tasarlo, saber a qué atenerse para diseñar una estrategia. Están inconmovibles en sus certezas y piden, no un puente de comunicación, sino un dato para su fortín doctrinal. Han sentenciado a Jesús y buscan pruebas para lo que ya piensan de él. No buscan una señal para creer sino una confirmación para no creer.
3.5 Y Jesús
suspira. Le han herido. Han ofrecido oídos para no oír y muestran bien sus
ojos, que no están dispuestos a ver. ¡Oh dolor del corazón de nuestro Redentor!
¡Cuánto nos has amado y cuánto padeciste, ya antes de padecer!
*** Tenga
en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***
Estos textos litúrgicos y
bíblicos han sido proporcionados con
autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia
católica.
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