PALABRA VIVA PARA ESTE DIA

Jueves Santo
de la Cena del Señor

Textos y archivos de audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
Derechos Reservados © 2004.
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Oración Colecta

Oremos
Dios nuestro, que nos has reunido para celebrar aquella Cena en la cual tu Hijo único, antes de entregarse a la muerte confió a la Iglesia el sacrificio nuevo y eterno, sacramento de su amor, concédenos alcanzar por la participación en este sacramento la plenitud del amor y de la vida.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura
Prescripciones sobre la cena pascual

Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para ustedes el primero de todos los meses
y el principio del año.
Díganle a toda la comunidad de Israel:
El día diez de este mes tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito.
Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo matará al atardecer.
Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne asada a fuego, comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y comerán a toda prisa, porque es la Pascua,  es decir, el paso del Señor.
Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos sus primogénitos, desde los hombres hasta los ganados.
Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes: cuando yo vea la sangre, pasaré de largo, y no habrá entre ustedes plaga exterminadora cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día para ustedes será un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor.  De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
Del Salmo 115

Gracias, Señor,  por tu sangre que nos lava. 

¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor.
Gracias, Señor,  por tu sangre que nos lava. 

A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava.
Gracias, Señor,  por tu sangre que nos lava. 
 
Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre; cumpliré mis promesas al Señor ante todo el pueblo.
Gracias, Señor,  por tu sangre que nos lava.

Segunda Lectura
Cada vez que comen  de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
11, 23-26

Hermanos:
Yo recibí del Señor lo mismo  que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la acción  de gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; hagan esto cada vez que beban, en memoria mía».
Por eso, cada vez que comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor,  hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a Ti,  Señor Jesús.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor: que se amen unos a otros, como yo los he amado.
Honor y gloria a Ti,  Señor Jesús.

Evangelio
Los amó hasta el extremo

† Lectura del santo Evangelio según san Juan
13, 1-15

Gloria a Ti, Señor.

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo,  los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena,  ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregar a Jesús. Jesús consciente que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa,  se quitó el manto  y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una palangana y se puso  a lavarles los pies a los discípulos, y a secárselos con la toalla
que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro,  éste le dijo:
«Señor,¿Tú me vas a lavar  los pies a mí?»
Jesús le replicó:
«Lo que estoy haciendo  tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde».
Pedro replicó:
«Tú no me lavarás los pies jamás».
Jesús le contestó:
«Si no te lavo,  no tendrás parte conmigo».
Entonces le dijo Simón Pedro:
«En ese caso, Señor,  no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dijo:
«El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies,  porque todo él está limpio.
Y ustedes están limpios,  aunque no todos».
Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo:
«No todos están limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto,  volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo  de hacer con ustedes?
Ustedes me llaman Maestro  y Señor, y dicen bien,  porque lo soy.
Pues si yo, que soy el Maestro  y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros.
Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que  yo he hecho con ustedes».
Palabra del Señor.
Gloria a Ti, Señor Jesús.

Se dice «Credo».


En la homilía se exponen los grandes hechos que se recuerdan en esta Misa, es decir, la institución de la Sagrada Eucaristía y del Orden Sacerdotal y el mandato del Señor sobre la caridad fraterna.

Después de la homilía, donde lo aconseje el bien pastoral, se lleva a cabo el lavatorio de los pies.

Lavatorio de los Pies

Las personas designadas para el rito van, acompañadas por los ministros, a ocupar los asientos preparados para ellos en un lugar visible. El celebrante, quitada la casulla si es necesario, se acerca a cada una de las personas designadas y, con la ayuda de los ministros, les lava los pies y se los seca. Mientras tanto, se canta alguna de las siguientes antífonas
o algún otro canto apropiados.

Antífona Primera

El Señor se levantó de la mesa,
echó agua en un recipiente y se puso a lavar los pies de sus discípulos para darles ejemplo.

Antífona Segunda

— Señor, ¿pretendes Tú  lavarme los pies?…
Jesús le respondió:
—Si no te lavo los pies, no tendrás nada que ver conmigo.
Fue Jesús hacia Simón Pedro  y éste le dijo:
— Señor, ¿pretendes Tú  lavarme los pies?…
—Lo que yo estoy haciendo
tú no lo entiendes ahora; lo entenderás más tarde.
— Señor, ¿pretendes Tú  lavarme los pies?…

Antífona Tercera

— Si yo, que soy el maestro  y el Señor, les he lavado los pies, ¡con cuánta mayor razón  ustedes deben lavarse los pies unos a otros!

Antífona Cuarta

— En esto reconocerán  todos que son mis discípulos: en que se aman los unos a los otros.

Antífona  Quinta

— Este nuevo mandamiento les doy: que se amen los unos a los otros como yo los he amado, dice el Señor.

Antífona sexta

— Que permanezca en ustedes la fe, la esperanza y el amor; pero la mayor de estas tres virtudes es el amor.
Ahora tenemos la fe,  la esperanza y el amor;pero la mayor de estas tres virtudes es el amor.
Inmediatamente después del lavatorio de los pies o, si éste no tuvo lugar, después de la homilía
se hace la oración de los fieles.

(No se dice Credo)

Oración de los Fieles

Celebrante:
Oremos a Dios Padre,  que en Jesucristo su Hijo  nos ha amado hasta el extremo.
(Respondemos:
Te rogamos, Señor, óyenos.)

Por la Iglesia, cuerpo de Cristo: para que guarde la unidad en la caridad que quiso para ella Jesucristo, y así el mundo crea.
Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Por el Papa, los obispos,  los presbíteros y todos los que ejercen algún ministerio en la Iglesia: para que su vida sea siempre, a imagen de Cristo, servicio y entrega a sus hermanos.
Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor óyenos.

Por la unión de los cristianos  de Oriente y Occidente: para que encontremos la unidad en la Cena del Señor.
Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Por los gobernantes de todas las naciones: para que sirvan a sus pueblos promoviendo la justicia y la paz.
Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Por nosotros,  reunidos en este templo para participar en la Cena del Señor:  para que, siguiendo el ejemplo de Cristo, vivamos la urgencia del mandamiento nuevo de amar a todos, incluso a los que nos quieren mal.
Roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante:
Dios, Padre nuestro,  que has amado tanto al mundo que entregaste a tu Hijo a la muerte por nosotros,  escucha nuestras súplicas y concédenos lo que te pedimos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Concédenos, Señor, participar dignamente en esta Eucaristía,  porque cada vez que celebramos el memorial de la muerte  de tu Hijo, se realiza la obra  de nuestra redención.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio
De la Santísima Eucaristía

El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,  es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo,  Dios todopoderoso y eterno,  por Cristo nuestro Señor, el cual, verdadero y eterno sacerdote, al instituir el sacrificio perdurable, se ofreció a Ti  como víctima salvadora  y nos mandó que lo ofreciéramos como memorial suyo.
En efecto, cuando comemos  su carne, inmolada por nosotros, quedamos  fortalecidos; y cuando bebemos su sangre,
derramada por nosotros, quedamos limpios
de nuestros pecados.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión

Este es mi Cuerpo,  que se da por ustedes.
Este cáliz es la nueva alianza establecida por mi Sangre; cuantas veces lo beban,  háganlo en memoria mía,  dice el Señor.
Después de distribuir la comunión, se deja sobre el altar un copón con hostias  para la comunión del día siguiente, y se termina
con esta oración.

Oración después de la Comunión

Señor, Tú que nos permites disfrutar en esta vida  de la Cena instituida por tu Hijo, concédenos participar también  del banquete celestial de tu Reino.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Traslado del  Santísimo Sacramento

Dicha la oración después  de la comunión, el sacerdote, de pie ante el altar, pone incienso en el incensario y, arrodillado,  inciensa tres veces al Santísimo Sacramento. Enseguida recibe el paño de hombros, toma en sus manos el copón y lo cubre con las extremidades del paño. Se forma entonces la procesión para llevar al Santísimo Sacramento a través del templo, hasta el sitio donde se le va a guardar.
Va adelante un acólito con la cruz alta; otros acólitos acompañan al Santísimo Sacramento con ciriales e incienso. El lugar de depósito debe estar preparado en alguna capilla convenientemente adornada.
Durante la procesión, se canta  algún canto eucarístico. Al llegar la procesión al lugar donde va a depositarse el Santísimo Sacramento, el sacerdote deposita el copón y, poniendo de nuevo incienso  en el incensario, lo inciensa arrodillado mientras se canta  la parte final del himno  «A tan grande Sacramento».
Enseguida se cierra el tabernáculo o la urna del depósito.
Después de unos momentos de adoración en silencio, el sacerdote y los ministros hacen genuflexión y vuelven a la sacristía.
Enseguida se desnuda el altar, y si es posible, se quitan del templo las cruces. Si algunas no se pueden quitar, es conveniente que queden cubiertas con un velo.
Exhórtese a los fieles,  según las circunstancias y costumbres del lugar, a dedicar alguna parte de su tiempo,
en la noche, a la adoración delante del Santísimo Sacramento.
Esta adoración, después de la medianoche, hágase sin solemnidad.

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Homilía para leer

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1. Pasado, presente, futuro

1.1 La Eucaristía es a la vez el recuerdo más entrañable que tenemos de Jesús, y la presencia más intensa de su amor incalculable, y la promesa más cierta de nuestro futuro junto a él.

1.2 La Eucaristía es memoria, presencia y profecía. Resumen perfecto de todas las ofrendas del Viejo Testamento; síntesis adorable de todas las finezas de Jesús con nosotros; pregustación suavísima de los gozos que sólo serán mejores en la eternidad.

2. Descanso

2.1 La Eucaristía es descanso para la vista, el oído, el paladar, el corazón y la mente.

2.2 Descansa nuestra vista mirando al que es bello y fuente de belleza. Descansa nuestro oído recibiendo el eco d su palabra de gracia. Descansa nuestro paladar encontrando un sabor de amor que está lejos del hambre y del hastío. Descansa el corazón amando en la certeza de nunca ser defraudado. Descansa la mente descubriendo que la verdad última de nuestro ser es que hemos sido amados antes de ser creados, y amados para ser perdonados, y amados para tener vida eterna.

3. Comunión

3.1 La Eucaristía es comunión con Dios y con los hermanos.

3.2 Comunión significa más que <<común unión>>. Tener comunión es entender el lenguaje del otro; saber de qué ríe, por qué llora, qué le preocupa y cómo se le consuela.

3.3 Estar en comunión con Dios es vibrar con su amor por los pequeños, los pobres y los tristes; es llorar con las lágrimas de Jesús por los pecadores, los endurecidos y los crueles; es padecer con el corazón del Señor y derramar sobre el mundo gracia como la suya y mirada como la suya también.

3.4 Estar en comunión es saber ir y volver del corazón del Amado. Es tener siempre una puerta abierta para el Amigo. Es cantar sus canciones y darle nuestras poesías. Es sentir que el tiempo se muere y que la eternidad amanece.

*** Tenga en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***

Estos textos litúrgicos y bíblicos  han sido proporcionados con autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia católica.

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