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audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
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Oremos:
Padre de misericordia, que has puesto a este pueblo tuyo bajo la especial
protección de la siempre Virgen María de Guadalupe, Madre de tu Hijo,
concédenos, por su intercesión, profundizar en nuestra fe y buscar el progreso
de nuestro pueblo por caminos de justicia y de paz.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Lectura del libro del Eclesiástico
24, 23-31
Yo soy como una vid de fragantes hojas y mis flores son
producto de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del amor, del temor, del
conocimiento y de la santa esperanza. En mí está toda la gracia del camino y de
la verdad, toda esperanza de vida y de virtud. Vengan a mí, ustedes, los que me
aman y aliméntense de mis frutos. Porque mis palabras son más dulces que la
miel y mi heredad, mejor que los panales. Los que me coman seguirán teniendo
hambre de mí, los que me beban seguirán teniendo sed de mí; los que me escuchan
no tendrán de qué avergonzarse y los que se dejan guiar por mí no pecarán. Los
que me honran tendrán una vida eterna.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Que Dios se compadezca de nosotros, nos bendiga y nos mire
con amor; así todos los pueblos de la tierra conocerán tu salvación.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con
justicia; con equidad gobiernas a los pueblos, con rectitud los guías.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te
aclamen todos juntos. Que el Señor continúe bendiciéndonos para que todo el
orbe lo conozca.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi
salvador.
Aleluya.
Ý Lectura del santo Evangelio según san Lucas
1, 39-48
Gloria a ti, Señor.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de
las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En
cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. Entonces
Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo
para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis
oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se
cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».
Entonces dijo María:
«Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de Júbilo en Dios, mi
salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava».
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te presentamos en esta
solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, y haz que este sacrificio nos dé
fuerza para cumplir tus mandamientos como verdaderos hijos de la Virgen María.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación, darte gracias y proclamar que eres admirable en la perfección de
todos tus santos, y de un modo singular en la perfección de la Virgen María.
Por eso, al celebrarla hoy, queremos exaltar tu generosidad inspirados en su
propio cántico, pues en verdad, has hecho maravillas por toda la tierra, y
prolongaste tu misericordia de generación en generación, cuando complacido en
la humildad de tu sierva, nos diste por su medio al autor de la vida,
Jesucristo tu Hijo, nuestro Señor.
Por él,
los ángeles y los arcángeles te adoran eternamente gozosos en tu presencia.
Permítenos unirnos a sus voces cantando tu alabanza:
Santo, Santo, Santo …
Antífona de la Comunión
No ha hecho nada semejante con ningún otro pueblo; a ninguno le ha manifestado tan claramente su amor.
Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, que hemos recibido en este sacramento nos
ayuden, Señor, por intercesión de nuestra santísima Madre de Guadalupe, a
reconocernos y a amarnos todos como verdaderos hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Tabla de Versiones
para estas lecturas:
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Versión 5 |
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1.1 Varias veces los Evangelios nos presentan el profundo sentimiento de admiración, incluso estupor, de las multitudes ante las obras de Jesús. Esta admiración es una puerta que no debe ser despreciada como camino para la conversión y la transformación de la vida entera, pues el que admira está dispuesto a dejarse guiar y está en excelente actitud para dejarse impregnar por el poder de la gracia.
1.2 Los hechos que hemos escuchado sobre las apariciones de
la Virgen en el Tepeyac tienen ese tinte maravilloso. No como ostentación sino
como esplendor. Algo como lo que sucedió el día en que Moisés vio una zarza que
ardía sin consumirse (Éx 3). Aquel portento atrajo su atención, es decir, lo
asombró, y de aquel asombro partió un diálogo, una alianza, un camino, una
liberación. El Dios admirable es el Dios esplendoroso; el Dios maravilloso es el que nos rebasa y levanta
nuestra atención como un modo de indicar que puede también levantar nuestra
vida.
2.1 Se
quejan los cristianos no católicos y suelen criticar con fuerza el origen
celestial de aquellas apariciones a San Juan Diego, y piensan encontrar un
argumento irrebatible en aquello que cuenta la historia: ¿cómo es eso de un
templo para María? ¿No se supone que los templos, si es que hay que hacerlos,
han de construirse sólo para Dios? No nos apresuremos a contestar; no seamos
agresivos con quienes están en desacuerdo con nosotros, incluso si manifiestan
este desacuerdo de mala manera. Simplemente dejemos que hablen los hechos.
2.2 He aquí las palabras que la historia recoge como dichas por María a Juan Diego: <<Mucho quiero que se me construya una casita para mostrar a mi hijo y para darlo a todos los hombres que me invoquen>>. Pregunta: ¿es esta una casa para adorar a María como si fuera una diosa? Respuesta: Ella misma dice para que es esa <<casita>>, ese templo, al que llama suyo. El propósito es sólo uno: <<mostrar a mi hijo>>. Un predicador que quiere hacer oír la palabra de Dios pide un micrófono; María, que quiere mostrarnos las benditas gracias y admirables enseñanzas de su Hijo, pide una casa. Ella es una mujer de casa y quiere recibirnos como en su casa para entregarnos sus tesoros.
2.3 Es razonable, pues, el celo de quienes se preocupan que
descuidemos nuestra mirada de Dios
por quedarnos con una creatura; pero este celo por la gloria divina tiene mucho
que agradecer y poco que temer en el caso del Tepeyac: todo allí habla de mirar
hacia Jesús. La Casa es porque la Señora quiere <<darnos a su
hijo>>. ¿Habrá señal más grande del origen celeste de estos hechos tan
cargados de sencillez como de ternura?
3.1 María
quiere darnos a su Hijo; el Hijo quiere darse a sí mismo. Guadalupe y la
Eucaristía son dos misterios inseparables. La voluntad de la Señora brota de la
voluntad del Señor, y ambas voluntades admirablemente unidas se vuelven una
sola ofrenda en el altar, especialmente cuando el sacerdote dice: <<Por
Cristo, con Él y en Él...>>.
3.2
Guadalupe es una escuela de evangelización y, a la vez, una escuela de
adoración. Un lugar para admirar, agradecer y celebrar, así como un camino para
aprender a proclamar, profesar y predicar el misterio de Cristo, Hijo del Dios
<<por quien se vive>>, como dijo la Santa Virgen María, que tanto
amó a América, desde el prólogo mismo de nuestra historia cristiana.
***
Tenga en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***
Estos textos litúrgicos y
bíblicos han sido proporcionados con
autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia
católica.
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