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audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
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Oremos:
Dios todopoderoso, no permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú
que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro
5, 1-4
Queridos hermanos: Esta es la exhortación que dirijo a los responsables
de sus comunidades, yo, que comparto con ellos esa responsabilidad y soy
testigo de los padecimientos de Cristo y partícipe ya de la gloria que está a
punto de manifestarse: Apacienten el rebaño que Dios les ha confiado, no a la
fuerza, sino con gusto, como Dios quiere; y no por los beneficios que pueda
traerles, sino con ánimo generoso; no como déspotas con quienes les han sido
confiados, sino como modelos del rebaño. Así, cuando aparezca el supremo
pastor, recibirán la corona de la gloria que no se marchita.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
El Señor es mi pastor, nada me falta.
El Señor es mi pastor, nada me falta. En prados de hierba
fresca me hace descansar, me conduce junto a aguas tranquilas, y
renueva mis fuerzas.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Me guía por la senda del bien, haciendo honor a su nombre.
Aunque pase por un valle
tenebroso, ningún mal temeré, porque tú estas conmigo; tu vara y tu bastón me
dan seguridad.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Me preparas un banquete para envidia de mis adversarios,
perfumas con ungüento mi cabeza y mi copa está llena.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Tu amor y tu bondad me acompañan todos los días de mi vida;
y habitaré por siempre en la casa del Señor.
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del
infierno no la derrotará.
Aleluya.
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
16, 13-19
Gloria a ti Señor.
En aquel tiempo, de camino hacia la región de Cesarea de
Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»
Ellos le contestaron:
«Unos que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los
profetas».
Jesús les preguntó:
«Y según ustedes, ¿quién soy yo?»
Simón Pedro respondió:
«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».
Jesús le dijo:
«Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún
mortal, sino mi Padre que está en los cielos.
Yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
de la muerte no podrá con ella. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo
que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra
quedará desatado en el cielo».
Palabra de Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Celebrante:
Fundamentados en la piedra inconmovible de la fe de san Pedro, dirijamos a Dios
confiadamente nuestra oración:
(Respondemos a cada petición:
Escúchanos, Señor).
Para que la fuerza del Espíritu Santo mantenga viva en todos
los fieles la fe proclamada por el apóstol san Pedro, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que el Señor, que envió a Pedro a proclamar el
Evangelio a los paganos, haga brillar el
mensaje de salvación sobre los que aún no conocen a Jesucristo, roguemos al
Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que quienes sufren tentaciones o abatimiento, al
escuchar el anuncio evangélico transmitido por los apóstoles, vean renacer en
su espíritu la alegría cristiana, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.
Para que nosotros, que por naturaleza eramos extranjeros y
forasteros, edificados ahora sobre el cimiento de los apóstoles, vivamos como
conciudadanos de los santos y como miembros de la familia de Dios, roguemos al
Señor.
Escúchanos, Señor.
Celebrante:
Escucha, Señor, nuestra oración y derrama sobre nosotros la abundancia de tus
dones, para
que, animados por las enseñanzas apostólicas y ayudados por la oración de san
Pedro, no dudemos nunca de que recibiremos los bienes que te hemos pedido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Acepta, Señor, las oraciones y ofrendas de tu Iglesia; para
que, bajo el pastoreo de san Pedro, de quien recibe la integridad de su fe,
pueda llegar a la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque no abandonas nunca a tu rebaño, sino que por medio de los santos
apóstoles lo proteges y conservas, y quieres que tenga siempre por guía la
palabra de aquellos mismos pastores a quienes tu Hijo dio la misión de anunciar
el Evangelio.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales, cantamos sin cesar
el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Pedro dijo a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que al celebrar la festividad de la cátedra de san Pedro
nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de Cristo; haz que este misterio de
redención sea para nosotros sacramento de unidad y de paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Tabla de Versiones
para estas lecturas:
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1.1 A quien lea sin prejuicios el Evangelio le llamará la atención el modo como Jesús forma a Pedro, las palabras que sólo a él dirige, las oraciones que por él hace.
1.2 No se trata de que Pedro tenga cualidades humanas únicas, o lo que hoy llamaríamos un <<perfil>> de líder irreprochable con una personalidad arrolladora. La Biblia es tan sincera y descarnada en presentar las fallas de Pedro como suele serlo con todos los demás: Moisés, David, Zacarías, Pablo...
1.3 Pedro ha sido elegido por amor y en el misterio de esa elección nace otro misterio, que es el don de una fe singularmente robusta. Si algo construyó Cristo en Pedro fue el regalo de esa fe maravillosa, bella e inquebrantable, sobre la que es posible sostener y alimentar la fe de los demás discípulos, y en realidad de la Iglesia entera.
2.1 El racionalismo nos hizo creer que cada persona podía sostenerse sin otra fuerza que la de sus propias certezas, adquiridas en la soledad de una inteligencia capaz de mantenerse distante, objetiva y lúcida frente al mundo. Este ser inteligente y solitario se supone que podía revisar con su linterna de razón a todo y a todos, de modo que sus decisiones eran tomadas en un ámbito de libertad e independencia totales.
2.2 Luego que descubrimos que esta racionalidad, o más bien, racionalismo, tenía muchos errores en su formulación y muchas consecuencias desastrosas en su aplicación. El conocimiento científico, supuesto paladín de la objetividad, nos enseñó a cuestionar esa idea de independencia y distancia entre sujeto y objeto, incluso para el caso de la ciencia natural. Estudiar el mundo es interactuar con él, y esto implica cambiarlo en el acto mismo de observarlo. Los problemas técnicos y teóricos que de esta sencilla anotación se derivan apenas empiezan a desgranarse.
2.3 Y si miramos al sujeto que conoce, ¿seguiremos diciendo que es desinteresado, aséptico y lúcido? Estudios sociales muestran las tremendas presiones que marcan a la investigación científica. Y el fruto del conocimiento, ¿es neutro? De ningún modo. Conocimiento y poder se han ligado de tal modo en la modernidad que parece poco probable adelantar proceso de divorcio entre ellos en el mediano plazo.
3.1 Redescubrir nuestra responsabilidad como creyentes es encontrarnos con la estructura misma del ser humano que no existe sino abrigado y amamantado por la palabra de sus hermanos. Es aquí donde entendemos las grandeza de esa frase con la que Cristo entrega a Pedro un ministerio tan alto y extenso: <<lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo>>.
3.2 Sencillamente estas palabras son la expresión de la sublime responsabilidad que tenemos por el hecho de existir como seres humanos. Pronunciadas hacia Pedro no resuenan sólo en Pedro, sino en todo aquel que tome en serio que estamos conectados a un misterio que se llama <<humanidad>>; algo que nos precede y nos sucede, algo inmenso, lo único en que podemos pretender entender nuestro propio ser y a la vez aquello que nos recuerda que ninguna decisión o palabra nuestra puede apoderarse de la vida de nadie.
3.3 El racionalismo parecía exaltar al hombre mientras lo abandonaba en un peñasco helado y fantasmal. De esa soledad enrarecida brotaron las tormentas de la crueldad y los remolinos de un existencialismo trastornado y voraz. Frente a ese nevado de inclemencias, la mano encallecida y robusta de Pedro, su mirada humilde y firme a la vez, y sobre todo su voz clara y penetrante son un regalo inmenso de Dios.
*** Tenga
en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***
Estos textos litúrgicos y
bíblicos han sido proporcionados con
autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia
católica.
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