PALABRA VIVA PARA ESTE DIA

Cuaresma
Semana No. 3, Martes

Textos y archivos de audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
Derechos Reservados © 2003.
La reproducción de estos textos y archivos de audio, para uso privado o público, está permitida, aunque solamente
sin fines de lucro y citando la fuente:
http://fraynelson.com/homilias.html.
 

Homilía
para leer

Homilías para escuchar

Lecturas y Oraciones del día

Cómo apoyar este proyecto

 

Retorno a la página de Homilías

Lecturas y Oraciones del día

[volver arriba]

Oración Colecta

Oremos:
Que tu gracia, Señor,  nos acompañe  siempre, para que nos impulse a entregarnos a tu servicio y nos obtenga siempre tu ayuda.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.

Primera Lectura
Acepta, Señor, nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado

Lectura del libro del profeta Daniel
3, 25.34-43

En aquel tiempo, Azarías oró al Señor diciendo:
«Señor, Dios nuestro, no nos abandones nunca; por el honor de tu nombre no rompas tu alianza; no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo, por Isaac, tu siervo, por Jacob, tu santo: a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo y las arenas de la playa.
Pero ahora, Señor, nos vemos empequeñecidos frente a los demás pueblos y estamos humillados por toda la tierra, a causa de nuestros pecados. Ahora no tenemos príncipe ni jefe ni profeta; ni holocausto ni sacrificio ni ofrenda ni incienso; ni lugar dónde ofrecerte las primicias y alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón adolorido, y nuestro espíritu humillado, como un sacrificio de carneros y toros, como un millar de corderos cebados; que éste sea hoy  nuestro sacrificio y que sea perfecto en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados.
Ahora te seguiremos de todo corazón, te respetamos y queremos encontrarte: no nos dejes defraudados; trátanos según tu clemencia y tu abundante misericordia; sálvanos con tus prodigios y da gloria a tu nombre».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial
Del salmo 24

Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.

Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.
Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.

Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura,  acuérdate de nosotros.
Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.

Porque el Señor es recto y bondadoso, indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos.
Sálvanos, Señor, tú que eres misericordioso.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor. Arrepiéntanse de todo corazón y vuélvanse a mí, que soy compasivo y misericordioso.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio
Si no perdonan de corazón a su hermano, tampoco el Padre celestial los perdonará a ustedes

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
18, 21-35

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
«Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le contestó:
«No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete».
Entonces Jesús les dijo:
«El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía mucho  dinero. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía:  
“Págame lo que me debes”.
El compañero se le arrodilló y le rogaba:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo:
“Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”
 Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Que este sacrificio que vamos a ofrecerte nos purifique, Señor, de nuestros pecados y nos obtenga la ayuda de tu poder.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio
Los frutos de la penitencia

El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque con nuestras privaciones voluntarias nos enseñas a reconocer y agradecer tus dones, a dominar nuestro afán de suficiencia y a repartir nuestros bienes con los necesitados, imitando así tu generosidad.
Por eso,
con todos los ángeles, te glorificamos  y te aclamamos diciendo:
Santo, Santo, Santo…

Antífona de la Comunión

Señor, ¿quién puede hospedarse en tu casa y descansar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia.

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que nuestra participación en este misterio, renueve, Señor, toda nuestra vida y nos alcance tu perdón y tu ayuda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Homilía para escuchar  [Predicaciones distintas a la homilía para leer]

[volver arriba]

 

Tabla de Versiones para estas lecturas:

 

Escuchar
(streaming)

Grabar
(download)

Comentar
(haga click en el renglón correspondiente, para enviarnos su testimonio, comentario o sugerencia sobre la respectiva predicación)

Versión 1

21 min. 53 seg.

1101 Kb

mi opinión

Versión 2

 

 

 

Versión 3

 

 

 

Versión 4

 

 

 

Versión 5

 

 

 

Homilía para leer

[volver arriba]

1. El sacrificio de un corazón arrepentido

1.1 Hay una situación de extrema indigencia: la de aquel que reconoce su propio límite y admite que ha pecado. Y es en esa situación, precisamente cuando ninguna explicación cabe, en donde brilla con mayor intensidad la verdad del corazón del hombre y la verdad del corazón de Dios. Tal es el cuadro que nos ofrece la primera lectura de hoy: una preciosa joya que muestra el genuino arrepentimiento.

1.2 Verdad del corazón humano, porque la soberbia hizo de este recinto, el corazón, un aula de mentiras que se acostumbró a oírse sólo a sí mismo. Y así enceguecidos, de repente nos estrellamos con la realidad, y entre los añicos de nuestros desastres y catástrofes descubrimos que todo era falso, que nuestra imagen era sólo fachada, que nuestro orgullo tenía bases engañosas, que no éramos tan buenos ni tan justos ni tan agradables como creíamos. Entonces brota como borbotones de sangre la verdad, de la que se ha dicho que duele. Pero lo que duele no es la verdad sino tener que romper tantas mentiras.

1.3 En la auténtica contrición, ese dolor santo de haber pecado, aparece también la verdad del corazón de Dios. El enemigo malo, Satanás, ha querido desde el principio desfigurar el rostro de Dios. Al hablar con la mujer en el Edén empieza por calumniar al Creador: <<¿es verdad que Dios les ha dicho que no coman de NINGÚN árbol...?>> (Gén 3,1). Esta imagen desfigurada es indispensable para efectos del diabólico proyecto de nuestro enemigo: apenas aparece la verdad de Dios nos arrojamos en sus brazos. Pues bien: las lágrimas de la contrición limpian nuestros ojos para ver el rostro amoroso y perdonador del Dios Eterno.

2. Un perdón inagotable

2.1 ¿Cómo puede Dios perdonar? ¿Cómo puedo yo, cómo puedes tú perdonar? Si llegamos a entender qué es perdonar inmediatamente comprenderemos que todo perdón es por definición infinito, inagotable. Un perdón que se acaba nunca existió.

2.2 Lo más parecido al perdón es la creación. Perdonar no es hacer de cuenta que algo no existió, porque nadie puede luchar para siempre con la verdad del recuerdo que le hiere. Perdonar es crear una relación nueva, es ayudar a alguien a ser nuevo. Se parece mucho a crear. Y el que tiene poder para hacer algo nuevo se llama Dios, y la fuerza con que puede crear pertenece sólo a Él.

2.3 Por eso el perdón es infinito, porque no depende del perdonado sino del perdonador, y como el perdonador es inagotable en su amor y en su poder, no hay límite para el perdón. ¡Aleluya!

 

*** Tenga en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***

Estos textos litúrgicos y bíblicos  han sido proporcionados con autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia católica.

+

[volver arriba]

Retorno a la página de Homilías