Textos y archivos de
audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
Derechos Reservados © 2003.
La reproducción de estos textos y archivos de audio, para uso privado o
público, está permitida, aunque solamente
sin fines de lucro y citando la fuente: http://fraynelson.com/homilias.html.
Retorno
a la página de Homilías
Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando el altar desnudo por ello hasta que, después de la vigilia solemne o espera nocturna de la Resurrección, se desborde la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días siguientes. Hoy no puede darse la sagrada comunión más que como viático.
1. Según una
tradición muy antigua, ésta es noche de vigilia ante el Señor (Ex 12,42), de tal
modo que, teniendo presente la exhortación evangélica (Lc 12, 35 ss), las velas
estén encendidas en las manos de los fieles, para que se asemejen a quienes
esperan el regreso del Señor, y así, cuando venga, los encuentre vigilantes y
los haga sentar a su mesa.
2. La Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después del breve lucernario (primera parte de la Vigilia), la
santa Iglesia medita los portentos que obró desde el principio el Señor Dios
con su pueblo, que confiaba en su
Palabra y en su promesa (segunda parte o liturgia de la palabra); luego,
al acercarse el día de la resurrección,
junto con los nuevos hijos nacidos
por el bautismo (tercera parte), es
invitada a la mesa que el Señor ha
preparado para su pueblo por medio de su muerte y resurrección (cuarta
parte).
3. Toda la celebración de la Vigilia Pascual se desarrolla durante la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche, ni terminar antes del alba del domingo.
4. La misa de la noche, aunque se celebre antes de la media noche, es la misa pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de Vigilia, pueden comulgar también en la misa diurna de Pascua.
5. El que celebra o concelebra la misa de Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de Pascua.
6. El celebrante y los ministros se revisten con los ornamentos blancos de la misa.
Prepárense velas para todos los que participan en la Vigilia.
Primera parte
7. Se apagan las luces de la iglesia. En un lugar adecuado fuera de la iglesia, se enciende el fuego. Allí se congrega el pueblo y allí va el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio. Cuando no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias.
8. El celebrante saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una
breve exhortación, con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: en esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Si conmemoramos así la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, podremos esperar tener parte en su triunfo sobre la muerte y vivir con él siempre en Dios.
9. Seguidamente se bendice
el fuego.
Oremos:
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo has comunicado el fuego de tu luz:
bendice † este fuego, y concédenos que la celebración de estas fiestas
pascuales encienda en nosotros el deseo del cielo, para que podamos llegar con el espíritu
renovado a la fiesta de la eterna luz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Del fuego nuevo se enciende el cirio pascual.
10. Bendecido el nuevo fuego, un acólito o uno de los
ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante, que con un punzón graba la
cruz en el mismo cirio. Después hace sobre él la letra griega alfa, y debajo la
letra omega, y entre los brazos de la cruz los números que
expresan el año en curso, mientras dice:
1. Cristo ayer y hoy.
(Traza la línea vertical.)
2. Principio y fin.
(Traza la línea horizontal.)
3. Alfa.
(Traza la letra alfa arriba de la línea
vertical.)
4. Y omega.
(Traza la letra omega debajo de la línea
vertical.)
5. Suyo es el tiempo.
(Traza el primer número del año en curso
en el ángulo superior izquierdo de la cruz.)
6. Y la eternidad.
(Traza el segundo número del año en el ángulo superior derecho.)
7. A él la gloria y el poder.
(Traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo.)
8. Por los siglos de los siglos.
Amén.
(Traza el cuarto número del año en el
ángulo inferior derecho.)
11. Después de haber trazado la cruz y los otros signos, el celebrante incrusta
en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, mientras dice:
1. Por sus llagas
2. santas y gloriosas
3. nos proteja
4. y nos guarde
5. Jesucristo nuestro Señor. Amén.
12. El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego
nuevo, diciendo:
La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del
espíritu.
13. Cuando por dificultades no puede
encenderse una hoguera, la bendición del
fuego se acomoda a las circunstancias.
Procesión
14. Seguidamente el diácono o –en su
defecto– el celebrante toma el cirio pascual y, teniéndolo elevado, canta él
solo:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
15. Después todos entran en la iglesia,
precediéndoles el diácono o el celebrante con el cirio pascual. Si se emplea el
incienso, entonces el turiferario va antes. A la puerta de la iglesia, el
diácono o el celebrante, de pie y elevando el cirio, canta de nuevo:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y encienden sus velas de la llama del cirio pascual, y avanzan. El diácono o el
celebrante, cuando hubiese llegado ante el altar, de pie y vuelto al pueblo,
canta por tercera vez:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y se encienden las luces de la iglesia.
16. Cuando el celebrante ha llegado al altar, va a su sede. El diácono o él mismo pone el cirio pascual sobre el candelabro colocado en medio del presbiterio o junto al ambón; seguidamente, una vez puesto el incienso –si se trata del diácono– pide y recibe la bendición del celebrante, que dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que puedas
anunciar dignamente su pregón pascual, en el nombre del Padre y del Hijo † y
del Espíritu Santo.
Amén.
Esta bendición se omite, si el pregón pascual es anunciado por alguien que no sea diácono.
17. El diácono o el celebrante, una vez incensados el libro y el cirio, anuncia el pregón pascual en el ambón, estando todos de pie y con las velas encendidas en las manos.
Alégrense por fin los coros
de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y, por la victoria
de Rey tan poderoso, que las trompetas
anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de
tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre
de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos, que asisten a la admirable claridad de esta luz santa, invoquen conmigo la misericordia de Dios
omnipotente, para que Aquél que, sin mérito mío, me agregó al número de
sus sacerdotes, infundiendo el
resplandor de su luz, me ayude a cantar las alabanzas de este cirio.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, aclamar con nuestras voces y
con todo el afecto del corazón a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su
único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando
su sangre, canceló la condena del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero
Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y
los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció en las tinieblas del
pecado.
Esta es la noche en la que, los que creen en Cristo por toda la tierra, son
arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son
restituidos a la gracia y son agregados a los santos.
Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso
del abismo.
¿De que nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu
amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al
esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal redentor!
¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento que Cristo resucitó de
entre los muertos.
Esta es la noche de la que estaba escrito: «Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo». Y
así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la
inocencia a los caídos, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los
poderosos.
En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de
alabanza, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para la
gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se
alimenta de esta cera fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta
lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la
oscuridad de esta noche y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y
es Jesucristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno
para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.
Amén.
Segunda Parte
19. En esta vigilia, «Madre de todas las vigilias», se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (epístola y evangelio).
20. Por causas pastorales puede reducirse el número de
lecturas del Antiguo Testamento. Pero
siempre téngase en cuenta que la lectura de la Palabra es uno de los elementos
fundamentales de esta Vigilia Pascual.
Se leen, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento, que en casos muy
especiales pueden reducirse a dos. Nunca puede omitirse el relato del capítulo
14 del Exodo (lectura tercera).
21. Apagadas las velas, todos se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el celebrante exhorta al pueblo con estas palabras:
Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado
ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos, en silencio
meditativo, la palabra de Dios. Recordemos las maravillas que Dios ha realizado
para salvar al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la historia de la
salvación, al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que,
con su muerte y resurrección, salvara a todos los humanos.
Mientras contemplamos la gran trayectoria de esta historia santa, oremos
intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios inició con
Israel, llegue
a su plenitud y alcance a toda la humanidad por el misterio de la resurrección
de Jesucristo.
22. Después siguen las lecturas. El lector se dirige al ambón y lee la primera. Seguidamente el cantor dice el salmo, proclamando el pueblo la respuesta. Acabado el salmo, todos se levantan y el celebrante dice: «Oremos», y, después que todos han orado en silencio durante algún tiempo, dice la oración.
Lectura del libro del Génesis
1, 1-31; 2, 1-2
En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra
era soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de
Dios se movía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios:
«Que exista la luz».
Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las
tinieblas. Llamó a la luz “día” y a las tinieblas “noche”. Fue la tarde y la
mañana del primer día.
Dijo Dios:
«Que haya una bóveda entre las aguas, que separe unas aguas de otras».
E hizo Dios una bóveda y separó con ellas las aguas de arriba, de las aguas de
abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda “cielo”. Fue la tarde y la mañana del
segundo día.
Dijo Dios:
«Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el
suelo seco».
Y así fue. Llamó Dios “tierra” al suelo seco y “mar” a la masa de las aguas. Y
vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
«Verdee la tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y
semilla, según su especie, sobre la
tierra».
Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde que producía semilla, según su
especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su especie. Y vio
Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del tercer día.
Dijo Dios:
«Que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche,
señalen las estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del cielo
para iluminar la tierra».
Y así fue. Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el
día y la menor, para regir la noche; y también hizo las estrellas. Dios puso
las lumbreras en la bóveda del cielo para iluminar la tierra, para regir el día
y la noche, y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la
tarde y la mañana del cuarto día.
Dijo Dios:
«Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la
tierra las aves, bajo la bóveda del cielo».
Creó Dios los grandes animales marinos y los vivientes que en el agua se
deslizan y la pueblan, según su especie. Creo también el mundo de las aves,
según sus especies. Vio Dios que era
bueno y los bendijo, diciendo:
«Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se
multipliquen en la tierra».
Fue la tarde y la mañana del quinto día.
Dijo Dios:
«Produzca la tierra vivientes, según sus especies».
Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales domésticos y los reptiles, cada
uno según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del
mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se
arrastra sobre la tierra».
Y creó Dios al hombre a su imagen: a imagen suya lo creó; hombre y mujer los
creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
«Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los
peces del mar, a las aves del cielo y a todos ser viviente que se mueve sobre
la tierra».
Y dijo Dios:
«He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de
la tierra, y todos los árboles que producen frutos y semilla, para que les
sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos las aves del
cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también
les doy por alimento las verdes plantas».
Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la
tarde y la mañana del sexto día.
Así quedaron concluidos el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y
terminada su obra, descansó Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu
grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Bendice al Señor, alma mía.
Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre.
Con un vestido de mares la
cubriste y las aguas en las montañas
concentraste.
Bendice al Señor, alma mía.
En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre montañas; junto
a ellas vienen a vivir las aves, y entre las ramas cantan.
Bendice al Señor, alma mía.
Desde tu cielo riegas los
montes y sacias la tierra del fruto de tus manos; haces brotar hierba
para los ganados y pasto para los que
sirven al hombre.
Bendice al Señor, alma mía.
¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con
maestría!; la tierra está llena de tus criaturas. Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, admirable siempre en tus obras; que tus redimidos
comprendan cómo la creación del mundo en el comienzo de los siglos no fue obra
de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo en la plenitud de los
tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectura del libro del Génesis
22, 1-2.9a.-13.15-18
En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abrahán y le
dijo:
«¡Abrahán, Abrahán!»
El respondió:
«Aquí estoy».
Y Dios le dijo:
«Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y
ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré».
Abrahán madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su
hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le
había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a
sus criados:
«Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para adorar a
Dios y después regresaremos».
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en
su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre
Abrahán:
«¡Padre!»
El respondió:
«¿Qué quieres, hijo?»
El muchacho contestó:
«Ya tenemos fuego y leña, ¿pero dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán le contestó:
«Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío».
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que Dios le había
señalado, Abrahán levantó un altar y acomodó la leña. Luego ató a su hijo
Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para
degollarlo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo:
«¡Abrahán, Abrahán!»
El contestó:
«Aquí estoy».
El ángel le dijo:
«No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a
Dios, porque no le has negado a tu hijo único».
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la
maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo.
Abrahán puso por nombre a aquel sitio “el Señor provee”, por lo que aun el día
de hoy se dice: “el monte donde el Señor provee”. El ángel del Señor volvió a
llamar a Abrahán desde el cielo y le dijo:
«Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado
a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las
estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu
descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste
a mis palabras».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida
está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás
tropezaré.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo
vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra
yo la corrupción.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu
presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Oremos:
¡Oh Dios, Padre supremo de los
creyentes!, que multiplicas sobre la tierra los hijos de tu promesa con la
gracia de la adopción y, por el misterio pascual, hiciste de tu siervo Abrahán
el padre de todas las naciones, como lo
habías prometido: concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu
llamada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectura del libro del Exodo
14, 15-31; 15, 1a
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
«¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en
marcha. Y tú alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que
los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de
los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del
faraón y de sus carros y de su caballería. Sabrán los egipcios que yo soy el
Señor, cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y
de su caballería».
El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras
ellas, también la columna de nube de delante se desplazó de allí y se puso a
sus espaldas, colocándose entre el campamento
de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas
para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no trabaron contacto
durante toda la noche.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la
noche un fuerte viento del este, que secó el mar y se dividieron las
aguas. Los israelitas entraron en medio
mar como en tierra seca, mientras que las aguas formaban una muralla a su
derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras
ellos toda la caballería del faraón, sus carros y sus soldados.
Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército
de los egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros,
que apenas podían avanzar. Dijeron entonces los egipcios:
«Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto».
Entonces el Señor dijo a Moisés:
«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus
carros y sus jinetes».
Y extendió Moisés su mano sobre el mar;
y al amanecer las aguas volvieron a su sitio. Al huir los egipcios se
encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Y volvieron las
aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón que se había metido en el mar para perseguir
a Israel. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les
hacían muralla a derecha e
izquierda. Aquel día salvó el
Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la
orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor y creyó en el Señor y en
Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Alabemos al Señor por su victoria.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y
jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él es mi
salvación, él es mi Dios, yo lo alabaré; es el Dios de mis padres, yo le
cantaré.
Alabemos al Señor por su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en
el mar los carros del faraón y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus
mejores capitanes.
Alabemos al Señor por su victoria.
El mar cayó sobre ellos; en las temibles aguas como plomo se
hundieron. Extendiste tu diestra, Señor, y se los tragó la tierra.
Alabemos al Señor por su victoria.
Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le
diste en herencia, en el lugar que convertiste en tu morada, en el santuario
que construyeron tus manos. Tú, Señor, reinarás para siempre.
Alabemos al Señor por su victoria.
Oremos:
Tus antiguos prodigios se renuevan, Señor, también en nuestros tiempos, pues lo
que tu poder hizo con las aguas para librar un solo pueblo de la esclavitud del
faraón, lo repites ahora por medio del agua del bautismo, para salvar a todas
las naciones. Concede a los humanos del mundo entero contarse entre los hijos
de Abrahán y participar de la dignidad del pueblo elegido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectura del libro del profeta Isaías
54, 5-14
«El que te creó, te tomará por esposa; su nombre es “Señor de
los ejércitos”. Tu redentor es el Santo de Israel; será llamado “Dios de toda
la tierra”. Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor.
¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tu
Dios.
Por un instante te abandoné, pero con inmensa misericordia te volveré a tomar.
En un arrebato de ira te oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me
he apiadado de ti, dice el Señor, tu redentor.
Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces juré que las aguas del diluvio
no volverían a cubrir la tierra; ahora juro no enojarme ya contra ti ni volver
a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi
amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre. Lo
dice el Señor, el que se apiada de ti.
Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que
yo mismo coloco tus piedras sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros;
te pondré almenas de rubí y puertas de esmeralda y murallas de piedras
preciosas.
Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad. Serás
consolidada en la justicia. Destierra la angustia, pues ya nada tienes que
temer; olvida tu miedo, porque ya no se acercará a ti».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Te alabaré, Señor eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis
enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste.
Te alabaré, Señor eternamente.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre,
porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos
visita por la tarde; por la mañana, el júbilo.
Te alabaré, Señor eternamente.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste
mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente.
Te alabaré, Señor eternamente.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, multiplica, fiel a tu palabra, la descendencia que
aseguraste a la fe de nuestros padres, y aumenta con tu adopción los hijos de
la promesa, para que tu Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los
patriarcas creyeron y esperaron.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Lectura del libro del profeta Isaías
55, 1-11
Esto dice el Señor:
«Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen
dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué
gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme
atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a
David. Como a él lo puse por testigo ante los pueblos, como príncipe y soberano
de las naciones, así tú reunirás a un pueblo desconocido, y las naciones que no
te conocían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de Israel,
que te ha honrado.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca;
que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al
Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis
caminos. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis
caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de
empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla
para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no
volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión».
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador: con él estoy seguro y nada
temo. El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sacarán
agua con gozo de la fuente de salvación.
El Señor es mi Dios y salvador.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los
pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime.
El Señor es mi Dios y salvador.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la
tierra. Griten jubilosos, habitantes de
Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes.
El Señor es mi Dios y salvador.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, esperanza única del mundo que anunciaste por la voz
de tus profetas los misterios de los
tiempos presentes: atiende los deseos de tu pueblo, porque ninguno de
tus fieles puede progresar en la virtud sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectura del libro del profeta Baruc
3, 9-5, 32-38; 4, 1-4
Escucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que
adquieras prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que
envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contaminado por el trato con los
muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo?
Es que abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido los senderos
de Dios, habitarías en paz eternamente.
Aprende dónde están la prudencia, la inteligencia y la energía, así aprenderás
dónde se encuentra el secreto de vivir larga vida y dónde la luz de los ojos y
la paz. ¿Quién es el que halló el lugar de la sabiduría y tuvo acceso a sus
tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la ha escudriñado.
El que cimentó la tierra para todos los tiempos, y la pobló de animales
cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella va, la llama, y temblorosa le obedece;
llama a los astros, que brillan jubilosos en sus puestos de guardia, y ellos le
responden: "Aquí estamos", y refulgen gozosos para aquel que los hizo.
El es nuestro Dios y no hay otro como él; él ha escudriñado los caminos de la
sabiduría y se la dio a su hijo Jacob, a Israel, su predilecto. Después de
esto, ella apareció en el mundo y convivió con los hombres.
La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna; los
que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán.
Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la claridad de su luz; no
entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero.
Bienaventurados nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha sido
revelado.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el
precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los
ojos.
Señor, tú tienes palabras de vida
eterna.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y
eternamente justos.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Más precioso que el oro, más que el oro fino; más dulce que
la miel de un panal que destila.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Oremos:
¡Oh Dios!, que sin cesar haces crecer a tu Iglesia agregando a ella nuevos
hijos: defiende con tu constante protección a cuantos purificas en el agua del
bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Lectura del libro del profeta Ezequiel
36, 16-28
En aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en
estos términos:
«Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la
mancharon con su conducta y sus obras; como inmundicia fue su proceder ante mis
ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que habían
derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé
entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgé según
su conducta, según sus acciones los sentencié. Y en las naciones a las que se
fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: “Este
es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra”.
Pero, por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones a
donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel:
“Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo mostraré
la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las naciones.
Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de ustedes
les haga ver mi santidad.
Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y
los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los
purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.
Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de
ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi
espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis
mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi
pueblo y yo seré su Dios”».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Como el venado busca el agua de los ríos, así cansada, mi
alma te busca a ti, Dios mío.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será
posible ver de nuevo su templo?
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando,
jubilosos, alabanzas a Dios.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en
mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y
a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Oremos:
Señor, Dios todopoderoso, poder inmutable y luz sin ocaso, prosigue bondadoso a
través
de tu Iglesia, sacramento de salvación, la obra que tu amor dispuso desde la
eternidad; que todo el mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se
renueva lo que había envejecido y que todo se integra en Aquél que es el
principio de todo, Jesucristo, nuestro Señor. Que vive y reina contigo por los
siglos de los siglos.
Amén.
30. Después de la última lectura del Antiguo Testamento, de su salmo y oración, se encienden las velas del altar, el celebrante entona solemnemente el «Gloria», que todos prosiguen, mientras tocan las campanas de acuerdo con las costumbres de cada lugar.
31. Acabado el «Gloria», el celebrante dice la Oración colecta, como de ordinario.
Oremos:
Dios nuestro, que haces resplandecer
esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el
espíritu filial para que, renovados en cuerpo
y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
32. Seguidamente el subdiácono o un lector lee la epístola de san Pablo.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
6,3-11
Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo
Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto,
por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como
Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la
suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue
crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin
de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también
viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al
morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para
Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo
Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
33. Terminada la
Epístola, todos se ponen de pie y el celebrante entona solemnemente el
«Aleluya» que todos repiten.
Luego un salmista o un lector dice el
salmo, al que el pueblo responde: Aleluya.
Aleluya, aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu
misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: Su misericordia es eterna.
«Aleluya, aleluya».
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No
moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho.
Aleluya, aleluya.
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la
piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente.
Aleluya, aleluya.
34. Para el Evangelio no se llevan velas. Puede emplearse el incienso.
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 1-12
Gloria a ti, Señor.
El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron
al sepulcro con los aromas que habían preparado, y encontraron la piedra del
sepulcro retirada a un lado. Entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor
Jesús. Estaban sin saber qué hacer, cuando dos hombres se presentaron ante ellas
vestidos con ropas deslumbrantes. Llenas de miedo, hicieron una profunda
reverencia. Ellos les dijeron:
«¿Por qué buscan entre los muertos
al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que les dijo cuando
estaba en Galilea: Que el Hijo del hombre debía ser entregado en manos de
pecadores, que iban a crucificarlo y que resucitaría al tercer día».
Ellas se acordaron de estas palabras y, regresando del
sepulcro, anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. Fueron María
Magdalena, Juana, María la de Santiago y las demás mujeres que estaban con
ellas las que comunicaron estas cosas a los apóstoles. Pero ellos pensaron que
eran imaginaciones, y no les creyeron.
Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro.
Al asomarse sólo vio los lienzos, y regresó a casa admirado de lo sucedido.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
35. Luego del Evangelio tiene lugar la homilía. Después comienza la liturgia bautismal.
36. El celebrante con los ministros se dirige a la fuente
bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles reunidos. De lo
contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Se llama a los
catecúmenos, si los hay, los cuales son presentados por los padrinos, o si son
niños llevados por los padres y padrinos ante toda la asamblea.
37. Después el celebrante exhorta a los presentes con estas palabras:
Si hay bautizandos:
Hermanos: Acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan
renacer a una nueva vida en la fuente bautismal y pidamos insistentemente todos
juntos a Dios, nuestro Padre, que guíe y acompañe sus pasos hacia la fuente
bautismal.
Si se bendice la fuente,
pero no hay bautizandos:
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios
todopoderoso, y pidámosle que con su poder santifique esta agua, para que
cuantos en ella renazcan por el bautismo sean incorporados a Cristo y contados
entre los hijos de adopción.
38. Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden, estando en
pie.
Si hay procesión, se organiza de esta manera: primero el cirio pascual, al que siguen los catecúmenos con los padrinos; después el celebrante con los ministros. Hágase la monición antes de la bendición del agua.
39. Si hay bautizandos, el celebrante bendice el agua
bautismal, diciendo la siguiente oración:
¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder
invisible, y de
diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia
del bautismo.
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas,
para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar.
¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el
nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al
pecado y diera origen a la
santidad.
¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie seco por el mar Rojo a los hijos de Abrahán,
para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la
familia de los bautizados.
¡Oh Dios!, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en el agua del Jordán, fue
ungido por el Espíritu Santo; colgado en la cruz vertió de su costado agua,
junto con la sangre; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: «Vayan y hagan
discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, y del
Hijo, y del Espíritu santo».
Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del Bautismo. Que
esta agua reciba, por el Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito, para que el
humano, creado a tu imagen y limpio en el Bautismo, muera el humano viejo y
renazca, como niño, a nueva vida por el agua y el Espíritu.
Y metiendo, si lo cree oportuno, el cirio pascual en el agua una o tres veces,
prosigue:
Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda
sobre el agua de esta fuente.
Y teniendo el cirio en el agua prosigue:
para que los sepultados con Cristo
en su muerte, por el Bautismo, resuciten con él a la vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
40. Seguidamente saca el cirio del agua, y el pueblo proclama:
Manantiales, bendigan al Señor, alábenlo con himnos por los siglos.
41. Cada uno de los catecúmenos renuncian a Satanás, son
examinados sobre su fe y son bautizados.
Los catecúmenos adultos, inmediatamente después del bautismo, si está presente
un obispo, o un sacerdote que tiene la facultad de confirmar, son confirmados.
42. Si no hay bautizandos ni se bendice la fuente bautismal, el sacerdote bendice el agua con la siguiente oración:
Invoquemos, queridos
hermanos, a Dios Padre
todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre
nosotros en memoria de nuestro bautismo; y pidámosle que nos renueve
interiormente para que permanezcamos fieles al espíritu, que hemos recibido.
Señor Dios nuestro, escucha las oraciones de tu pueblo que vela en esta noche santa,
en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación y la maravilla aún
más grande de nuestra redención; dígnate † bendecir esta agua.
La creaste para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos con
el frescor y la
limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo
de la esclavitud y al apagar con ella su
sed en el desierto; por los profetas la
revelaste como signo de la nueva alianza que quisiste sellar con los
humanos. Y cuando Cristo descendió a ella
en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza pecadora con el baño del nuevo
renacimiento.
Que esta agua, Señor, avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo, y nos haga participar en el gozo de
nuestros hermanos bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
43. Terminado el rito del bautismo (y de la confirmación) si
ha tenido lugar, o después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo
en sus manos las velas encendidas, renuevan las promesas del bautismo.
El celebrante se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:
Hermanos, por el misterio Pascual hemos sido sepultados con
Cristo en el bautismo, para que vivamos una vida nueva.
Por tanto, al terminar el tiempo de penitencia de la Cuaresma, renovemos las
promesas de nuestro bautismo con las cuales en otro tiempo renunciamos a
Satanás y a sus obras, y nos comprometimos a servir a Dios en la santa Iglesia
católica.
Así pues:
Celebrante:
¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos:
Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Renuncian a todas las seducciones del mal, para que el pecado no los
esclavice?
Todos:
Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Renuncian a Satanás, padre y príncipe del pecado?
Todos:
Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos:
Sí, creo.
Celebrante:
¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de Santa María
Virgen, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del
Padre?
Todos:
Sí, creo.
Celebrante:
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de lo
santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la
vida eterna?
Todos:
Sí, creo.
Celebrante:
Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del
pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con
su gracia unidos a Jesucristo, nuestro Señor, para la
vida eterna.
Amén.
44. El sacerdote rocía al pueblo con agua bendita.
Celebrante:
Supliquemos, hermanos, a Cristo, el
Ungido de Dios, en cuyas manos el Padre ha puesto todas las cosas, y pidámosle
que escuche nuestra oración: Para que todos los
cristianos sepan seguir el ejemplo de humildad del Señor, que lavó los
pies de sus discípulos, e imiten la bondad de Aquél que aceptó las lagrimas de
Pedro, que lo había negado, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Papa Juan Pablo II y sus presbíteros, que en estos
días han recordado el inicio de su ministerio y han renovado sus promesas,
vivan plenamente conformes a Jesús y sean siempre fieles a lo que en su
ordenación prometieron, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, que se entregó a la muerte para reunir a
los hijos de Dios que estaban dispersos, inspire sentimientos de conversión a
los que por el pecado o por la indiferencia se han alejado de la Iglesia,
roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que los enfermos, al ser ungidos con el óleo de la salvación, experimenten la protección del Señor y sientan mejora en su
enfermedad y alivio en sus dolores,
roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, que con su humillación nos exalta, con su entrega nos merece
el perdón, con su sangre nos purifica y con su cuerpo nos alimenta, ilumine
también nuestras mentes para que comprendamos y amemos los misterios que hoy
conmemoramos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Celebrante:
Señor Jesucristo, ya que, mientras vivimos aún en este mundo, nos invitas a
participar en la mesa que es imagen del banquete eterno, escucha nuestra
oración y haz que los que ahora
nos reunimos para celebrar el sacramento de tu triunfo podamos ser también tus
comensales en el banquete de la Pascua eterna. Tú, que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
Amén.
Cuarta Parte
46. El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia
Eucarística en la forma acostumbrada.
47. Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si
los hay.
48. Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos que el memorial de la
muerte y resurrección de Jesucristo, que estamos celebrando, nos obtenga la
fuerza para llegar a la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
El misterio pascual
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte
siempre, Señor; pero más que nunca en esta noche en que Cristo, nuestra Pascua,
ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó
nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales,
los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar
el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
50. Antífona de Comunión
Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado. Así, pues, celebremos la
Pascua con una vida de rectitud y santidad. Aleluya.
Oremos:
Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad,
para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
Tabla de Versiones
para estas lecturas:
|
|
Escuchar |
Grabar |
Comentar |
|
Versión 1 |
|||
|
Versión 2 |
|
|
|
|
Versión 3 |
|
|
|
|
Versión 4 |
|
|
|
|
Versión 5 |
|
|
|
1.1 No hay noche como esta noche, en que cielo y tierra prorrumpen en cantos de júbilo para proclamar la victoria de Jesucristo sobre los poderes del pecado, del demonio y de la muerte. No hay noche como esta noche en que la Casa del Padre se llena de luz y un gozo inefable sirve de música para los ángeles y los hombres redimidos a precio del sacrificio de Cristo en la Cruz.
1.2 Por eso canta el pregón de la Pascua: <<Alégrense por fin los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe eterno. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.>>
2.1 La Vigilia Pascual recuerda en la serie sustanciosa de sus lecturas el camino que Dios ha hecho con su pueblo. Dos palabras pueden resumir bien esa historia de amor y salvación que hace posible nuestro cántico hoy: providencia y compasión. Y por eso en esta vigilia santa recordamos todo cuanto el señor ha hecho y lo agradecemos a nombre de todos los hombres, como canta el pregón de la Pascua.
2.2 <<Estas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo. Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Esta es la noche en la que, los que creen en Cristo por toda la tierra, son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos>>.
3.1 Todo brilla en esta noche, hecha de pura luz. Pero sobre todo brilla esa palabra que es como el centro del mensaje del Nuevo Testamento: GRACIA. Es regalo, es don, es indecible misericordia que Aquel a quien arrojamos con odio de nuestra tierra ahora se levante, todo amor, para brindar la paz, para traer el perdón, para anunciar la redención. Así lo recuerda el pregón de la Pascua.
3.2 <<¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal redentor!>>
4.1 Este año estamos en el Ciclo C para las lecturas de solemnidades y domingos. Y la Pascua es el gran Domingo, el Domingo por excelencia, que se abre precisamente con la celebración de la Vigilia Pascual. El evangelio que en esta vigilia escuchamos pertenece precisamente a san Lucas, que dirige la pauta en los domingos de este año.
4.2 El pasaje evangélico de hoy es breve y se centra en la pregunta de los ángeles: <<¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?>> Como excusándolas, sin embargo, las invita a recordar que el dolor y la muerte habían sido ya anunciados de antemano, y junto con ellos la victoria: él dijo que resucitaría. La muerte del Señor no ha sido un accidente, no ha sido el triunfo de sus enemigos, no ha sido una alabanza para las tinieblas. Su muerte era un paso, un trance, un camino, el más hondo de cuantos podemos imaginar. Salido de ese trance, vestido ya de luz, Cristo nos saluda ya en el brillo de los vestidos de aquellos ángeles santos.
4.3 La primera actitud de los apóstoles es la incredulidad y luego el sobresalto. Puedo dudar de que eso sea cierto, pero eso indica que también dudar de que sea falso. Y ese es el paso que da Pedro. Se da la oportunidad de dudar de que sea falso, después de haber dudado de que fuera cierto. Y con esa nueva y santa duda emprende una carrera que no ha terminado: todavía su voz nos predica por boca del Papa y de nuestros pastores.
***
Tenga en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***
Estos textos litúrgicos y bíblicos han sido proporcionados con autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia
católica.
+
Retorno
a la página de Homilías