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audio por: Fr. Nelson Medina, O.P.
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Oremos:
Señor nuestro, que prometiste venir y hacer tu morada en los corazones rectos y
sinceros, concédenos la rectitud y sinceridad de vida que nos hagan dignos de
esa presencia tuya.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Lectura del libro del Levítico
13, 1-2.44-46
El Señor dijo a Moisés y a Aarón:
«Cuando alguno tenga en la piel un tumor, una úlcera o mancha reluciente, y se
le forme en la piel una llaga como de lepra será llevado al sacerdote Aarón o a
uno de sus hijos sacerdotes. Se trata de un leproso, y el sacerdote lo
declarará impuro.
El leproso llevará las vestiduras rasgadas, los cabellos revueltos y la barba
rapada, e irá gritando: “¡Impuro, impuro!” Mientras le dure la lepra, será
impuro. Vivirá aislado y tendrá su morada fuera del campamento».
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Perdona, Señor, nuestros pecados.
Dichoso el que fue absuelto de su culpa y a quien se perdonó
su pecado. Dichoso el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta su falta y
en cuyo espíritu no hay engaño.
Perdona, Señor,
nuestros pecados.
Pero reconocí ante ti mi pecado, no te oculté mi falta;
pensé: «Confesaré al Señor mis culpas». Y tú perdonaste mi falta y mi pecado.
Perdona, Señor, nuestros pecados.
Alégrense, justos, y regocíjense con el Señor, den gritos de
felicidad los rectos de corazón.
Perdona, Señor, nuestros pecados.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los
Corintios
10, 31-33; 11, 1
Hermanos: Ya coman, ya beban, o hagan cualquier otra cosa,
háganlo todo para gloria de Dios. Y no sean ocasión de pecado ni para judíos,
ni para paganos, ni para la Iglesia de Dios; hagan como yo, que procuro dar
gusto a todos en todo, sin buscar mi propio interés, sino el de los demás, para
que se salven.
Traten de imitarme, como yo imito a Cristo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes de Evangelio
Aleluya, aleluya.
Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
Aleluya.
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos
1, 40-45
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso y le suplicó
de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Jesús, compadecido, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
«¡Quiero, queda limpio!»
Inmediatamente le desapareció la lepra y quedó limpio.
Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad:
«No se lo digas a nadie; vete, preséntate al sacerdote y ofrece por tu
purificación lo que mandó Moisés, para que les conste que has quedado sano».
El, sin embargo, tan pronto como se fue, comenzó a divulgar entusiasmado lo
ocurrido, de modo que Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad.
Tenía que quedarse fuera, en lugares solitarios, y aún así seguían acudiendo a
él de todas partes.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Se dice «Credo».
Celebrante:
Imploremos, hermanos y hermanas, al Dios de misericordia y pidámosle su ayuda
para poder invocar su nombre con sentimientos que le agraden:
(Respondemos a cada petición:
Te lo pedimos, Señor).
Por la paz de todo el mundo, por la prosperidad de las
santas Iglesias y por la unión de todos los seres humanos, roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Señor.
Por nuestros gobernantes, para que bajo su dirección
tengamos una vida feliz y pacífica, roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Señor.
Por la conservación de la naturaleza, por la abundancia de
las cosechas y por el progreso del mundo, roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Señor.
Por nuestros familiares y amigos que han muerto en la
esperanza de la resurrección, para que Dios les conceda el reposo eterno,
roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Señor.
Celebrante:
Escucha, Señor, nuestras oraciones, líbranos del pecado que divide y de las
discriminaciones que degradan; haz que sepamos ver siempre en el rostro del
leproso, del pobre y del desvalido la imagen sangrante de Cristo en la cruz,
para que así nos dispongamos a colaborar en la obra de la redención humana y a
proclamar ante los seres humanos tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Que este sacrificio, Señor, que vamos a ofrecerte, nos
purifique y nos renueve; concédenos tu ayuda para obtener la recompensa eterna,
prometida a quienes cumplen tu voluntad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno.
Porque creaste el universo entero, estableciste el continuo retorno de las
estaciones, y al hombre, formado a tu imagen y semejanza, sometiste las
maravillas del mundo, para que, en nombre tuyo, dominara la creación, y, al
contemplar tus grandezas, en todo momento te alabara, por Cristo, Señor
nuestro.
A quien cantan los ángeles y los arcángeles, proclamando sin cesar:
Santo, Santo, Santo …
Antífona de la Comunión
El Señor colmó el deseo de su pueblo: comieron y quedaron satisfechos.
Oremos:
Señor, aviva cada vez más en nosotros el deseo de recibir este pan eucarístico,
por medio del cual nos comunicas tú la vida verdadera.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Tabla de Versiones
para estas lecturas:
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Versión 5 |
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1.1 Sin duda nos parecen exageradas y crueles las disposiciones sobre la lepra, contenidas en la primera lectura de hoy. Tal vez no deberíamos ser tan duros en nuestro juicio. La verdad es que toda sociedad humana ha tratado de protegerse utilizando una variedad de recursos y uno que no ha faltado es el asilamiento de los individuos considerados peligrosos, sea por razones de salud o de comportamiento.
1.2 El razonamiento que subyace a esta manera de obrar es: <<si no puedes curarlo, por lo menos evita que dañe a otros>>. Así planteado ya no se ve ni suena tan extraño: las cárceles y las reclusiones para enfermos mentales nos parecen <<naturales>> y están gobernadas por la misma idea, que ya completa milenios: <<si no puedes curarlo, aíslalo>>.
2.1 Mas, ¿qué sucede en caso de que sí sea posible la curación? Todos consideramos algunos males como transitorios y otros como leves, pero hay cosas que creemos irreparables o de muy difícil tratamiento. Para estos trastornos nuestra reacción natural es de defensa y la expectativa de que algo vaya a cambiar es nula o casi nula.
2.2 Jesús viene a cambiar esa manera nuestra de medir los males y de calificar su poder. Es lo que nos muestra el evangelio de hoy. La ley decía lo que había que hacer ante un mal incurable pero no decía qué hacer ante un mal derrotado, una enfermedad vencida, una dolencia derrotada por el poder del bien. Y <<poder del bien>> es la vida entera de Jesucristo.
2.3 Jesús, pues, no desobedece la Ley sino que va más allá de ella. La prueba de su respeto por la Ley es que ordena la leproso curado que se presente al sacerdote, como precisamente lo prescribía esta Ley. La actitud de Jesús invalida la Ley no por rebeldía sino porque, al crear un nuevo estado de cosas en que un bien mayor se hace presente, deja sin sentido la disposición que defendía el bien menor, que era la simple defensa de lo bueno.
3.1 Cristo se sitúa y nos sitúa en un evento, la victoria del bien, que no estaba contemplado por la ley antigua, pues ella, lo mismo que nuestras leyes, se guiaba por lo que en cada caso parece ser el desarrollo más frecuente de los hechos.
3.2 La ley es en cierto modo la canonización de lo que existe, no una apuesta por lo que podría existir. La fe, en cambio, tiene alas. Ve el cielo por encima de los muros; crea lenguajes donde ya no quedaban palabras; hace brotar agua de una roca y construye un canto arañando el silencio.
3.3 Una realidad tan nueva, la del el mundo de la fe, no es cosa que se limite a una curación, por espectacular que sea. Jesús quiere que aquel hombre vaya más allá de su propia curación. En realidad lo invita a que penetre la superficie del milagro para encontrar las aguas nuevas de un mundo nuevo, el mundo de la fe sincera y de la gracia abundante.
3.4 Y Jesús sigue haciendo su invitación. Quiere que aprendamos las leyes nuevas de una existencia vivida en plena confianza y en total obediencia al plan de Dios. Él va delante de nosotros y de su mano y en sus ojos está la escuela de esta nueva manera de ser, amar, servir y... triunfar.
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Tenga en cuenta que no todos los prefacios aquí transcritos son de uso normativo. ***
Estos textos litúrgicos y
bíblicos han sido proporcionados con
autorización
a partir de esta completísima página de lecturas en uso en la liturgia
católica.
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