No es malo hastiarse si ese hastío te hace descubrir que las cosas de este mundo no son suficientes para tu corazón, que estás hecho para la eternidad y que nada de esta tierra podrá saciarte: eso es una gran bendición.
En el primer misterio de la Antigua Alianza contemplamos la paciencia de Dios, que no detuvo su amor ante el pecado de los hombres.
En el segundo misterio de la Antigua Alianza contemplamos el camino de fe de Abraham.
En el tercer misterio de la Antigua Alianza contemplamos el éxodo de la tierra de Egipto.
En el cuarto misterio de la Antigua Alianza contemplamos el don de la Ley hecho a Moisés y a su pueblo junto al Monte Sinaí.
En el quinto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la gran promesa de Dios al rey David: que el cetro real no se apartaría de su descendencia.
En el sexto misterio de la Antigua Alianza contemplamos la valiente vocación de los profetas, por quienes el Espíritu Santo nos habló de muchas maneras.
En el séptimo misterio de la Antigua Alianza contemplamos a el pequeño resto de Israel, que permaneció fiel y fue semilla de la Nueva y Eterna Alianza.
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Jesús nos lleva a dejar de trabajar para el pecado y empezar a trabajar para Dios, cambia la codicia para llenarnos de caridad, dejar de explotar a los pobres para ser un servidor de todos.