Necesitamos el fuego del amor de Dios para que al ser flexibles para adaptarnos a las personas expresemos el Evangelio íntegro y para que al ser firmes no sea por arrogancia sino para que se realice la obra divina; ser flexibles y firmes siempre buscando la gloria de Nuestro Señor.
En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.
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FIESTA DE LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Hoy nos reunimos en la Iglesia para agradecerle a Dios por darnos a la Santísima Virgen como madre, porque a través de ella viene a nosotros su Santo Espíritu, por traernos a Jesús prenda de salvación y para recibir el banquete celestial en nombre suyo.
Desde los orígenes de la Iglesia hay una tentación que se ha repetido y que por eso no debe extrañarnos que suceda también ahora: cambiar la Palabra de Dios–en lugar de permitir a la Palabra que nos cambie a nosotros.