ROSARIO de las Semanas 20210408

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

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LA GRACIA 2021/04/09 Aunque Cristo no esté visible Él sigue guiando a la Iglesia

Cristo nos espera en la eternidad sin desentenderse de nosotros, sino que nos llama y nos guía hacia el banquete de los hijos.

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Continúa el relato de la evangelización en Norteamérica

Siglo XVII

Crece en el siglo siguiente la presencia inglesa. En 1607, el capitán Smith, con 144 ingleses, funda Jamestown, primera ciudad inglesa, en la bahía de Chesapeake. Y en seguida comienzan las tensiones y rivalidades entre los antiguos colonos franceses y los nuevos ingleses. La clave principal de los conflictos es por ahora el control del comercio de las pieles. En 1611-1613 llegan con algunos colonos franceses unos pocos jesuitas, pero atacados y apresados unos y otros por los ingleses de Virginia, han de regresar a Francia.

Con todo esto, la evangelización del Norte de América, y su colonización también, lleva un gran retraso respecto a la de América hispana. Puede decirse que el apostolado misionero se inicia propiamente en 1615, en la zona de Quebec, bajo el impulso de un laico fervoroso, Samuel de Champlain, de la sociedad comercial de Francia. Él trae en ese año a cuatro franciscanos, y en 1622-1623 otros cuatro, entre ellos el padre Viel, que inician la evangelización de algonquinos, hurones e iroqueses.

Por otra parte, como la asociación comercial sólamente asume la sustentación de seis misioneros, se piensa en pedir ayuda a la Compañía de Jesús. Y efectivamente, en 1625 llegan a Quebec los padres Lallemant, Massé y Brébeuf, con los hermanos Burel y Charton. En ese mismo año es asesinado el franciscano Viel.

Pero tampoco esta entrada misionera iba a tener éxito. Los hermanos Kirke, escoceses, en 1629, con una pequeña armada que actúa en nombre del rey inglés, atacan Quebec, y eliminan del Canadá la presencia colonizadora y misionera de Francia. Champlain ha de entregar la ciudad, y con todos los misioneros se ve obligado a regresar a Europa. Tres años más tarde, vuelve Quebec al dominio francés por el tratado que en 1632 establecen ingleses y franceses en Saint Germain en Lay, lo cual permite reiniciar las misiones. Pero veamos antes brevemente la situación del país en donde se intenta la evangelización.

Hacia 1620 crece la emigración holandesa e inglesa. En ese año se inicia la formación de Nueva Inglaterra con los emigrantes del Mayflower, que son puritanos ingleses, miembros de una minoría rigorista de protestantes presbiterianos perseguida por los Estuardos, y que durante todo el XVII pasan en masa a América del Norte. También llegan por esos años muchos desheredados holandeses, que se establecen en Nueva Amsterdam, hoy Nueva York.

Los primeros contactos de los colonos europeos con los indios se habían realizado en un ambiente de curiosidad, recelo, cortesía y trueques, aunque no faltaron luchas por el control del negocio de las pieles, en las que se implicaron también los indios. Pero estos inmigrantes, a diferencia de los tramperos y comerciantes de pieles anteriores, vienen con intención de establecerse como agricultores y ganaderos. Ocupan tierras y comienzan las primeras tensiones con los indios desplazados. Se producen aquí y allá asaltos, represalias y guerras, que suelen ser terriblemente sangrientas.

Los powhatan, en largas y duras luchas con los ingleses, son derrotados, y en 1646 han de abandonar parte de su territorio, y quedar en una reserva. Por esos años, sufren también graves derrotas y reducciones territoriales los pequots, los narragansetts y, en 1676 los wampanoags, encabezados por Metacom. En esta época, durante unos cincuenta años, tienen especial relieve las crueles guerras iroquesas entre la liga de los Hurones, aliados comerciales de los franceses, y armados por éstos, y la poderosa confederación guerrera de los iroqueses -mohawks, oneidas, onondagas, cayugas y sénecas-, armados también éstos por los holandeses, que así pretenden conseguir más pieles. En estas guerras, que implican a los europeos de América, llevan las de ganar los iroqueses, hasta que en 1667, aplastados a su vez por un ejército enviado desde Francia, hubieron de firmar en Quebec un tratado de paz.

En este siglo, a causa principalmente del mercado de pieles, estimulado sin medida desde Europa, se trastorna cada vez más el equilibrio vital de los pueblos indios. Las armas de fuego se van generalizando entre las diversas tribus, y también es en estos años cuando los indios comienzan a poseer caballos, procedentes en un comienzo de los que se escapan de asentamientos españoles del suroeste. En el XVIII, los mustangs serán utilizados y multiplicados como animal preferido por las tribus de las praderas.

Por otra parte, los problemas de la propiedad territorial, apenas conocidos antes por los indios, cobran en estos años grave magnitud. El comercio, el intercambio de regalos, las eventuales alianzas con ciertas tribus, establecen entre indios y europeos relaciones precarias, siempre complicadas e inestables, que en cualquier momento se encienden en guerras.

Por otra parte, las naciones indias van perdiendo en el XVII más y más territorios del Este. Se produce incluso la desaparición completa de varias tribus, exterminadas por los europeos o por otros pueblos indios. Y además, poblaciones enteras de indios se ven diezmadas o eliminadas por las epidemias -viruela, rubeola, cólera-, involuntariamente introducidas por tramperos y comerciantes, pescadores y exploradores europeos.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.