Las tres grutas místicas de Tierra Santa

“En la época de Constantino existían en la zona de Jerusalén y al sur de la ciudad tres grutas místicas muy importantes para los cristianos: la de la Natividad, la del Calvario y la del monte de los Olivos. Eran tan importantes para los cristianos, que el emperador Constantino creyó conveniente honorarlas oficialmente con la construcción de espléndidos edificios religiosos que son un gran tesoro hasta en la actualidad por lo importante que conmemora, tres eventos trascendentales en la vida de Jesús…”

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Especial para Cuaresma

Oración EXTREMA del desierto
(Basada en texto de Catholic Relief services)

Vengo ante ti como un pecador pero plenamente consciente de tu divina misericordia.

Aún así, necesito este ayuno. Porque solo al alejarme un poco de las cosas de este mundo, soy capaz de comprender el don inconmensurable que es mi redención.

Aleja mi nariz de los aromas que me rodean para que pueda conocer nuevamente la dulce fragancia de Cristo.

Adormece mi lengua de todo lo que la atrae para que pueda probar de nuevo el pan de mi salvación.

Atenúa todas mis sensaciones de modo que solo sienta el latido de mi corazón anhelando reconciliarme con mis hermanos y hermanas, y contigo, mi creador.

Detén mis oídos de todo lo que los atrae para que pueda escuchar tu canto de misericordia, llamándome nuevamente al abrazo de mi Padre.

Ciega mis ojos de todo lo que los distrae para que pueda contemplar plenamente la luz de Cristo.

Y una vez que nos hayamos encontrado ahí en el desierto, entonces regrésame al mundo. Envíame de regreso a tu pueblo. Que pueda llenar sus sentidos con todo lo que he encontrado en ti: todo lo que es bueno, todo lo que es amor, todo lo que es misericordioso.

Amén.

ROSARIO de las Semanas 20210225

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

LA GRACIA 2021/02/26 La idea divina de justicia

La justicia divina trae verdadera paz, está unida a la conversión, a que descubramos que el enemigo no es el opresor sino la opresión, no es cruel sino la crueldad, no es el pecador sino el pecado.

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La “Experiencia del desierto”

“Cuando están próximos a entrar a la Tierra Prometida, Moisés le recuerda al pueblo judío que esos cuarenta años por el desierto, sirvieron para hacerlos humildes, fue un periodo para conocer lo que hay en su corazón. Y aunque pasaron por fuertes dificultades, nunca les faltó la ayuda divina: cuando tuvieron hambre, los alimentó con el maná del cielo; cuando tuvieron sed, hizo salir agua de una roca… Es la llamada “Experiencia del desierto” (Cfr. Dt 8,2ss)…”

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Santo jesuita por el camino de la perfecta obediencia

Obediencia y abandono en Dios

Como buen discípulo de San Ignacio, la obediencia era en Anchieta una actitud profunda y total, que no admitía trampa alguna, ni resquicio por el que se realizase la voluntad propia. Como nada hay mejor que escuchar la voz misma de los santos, hemos de transcribir aquí una carta suya al respecto, que nos muestra bien su espíritu. Está escrita en 1587, ya viejo y muy enfermo, con ocasión de haber sabido que el Hermano Antonio de Ribera tenía unos deseos muy grandes de estar con él, asignado a la misma casa, para poder servirle y cuidarle en sus achaques, y quizá también para verse espiritualmente asistido por su santa proximidad. Le dice así:

«Hermano carísimo en Cristo. Pax Christi, etc. Yo sé que está bastantemente enterado del gusto que fuera para mí, por el amor que le tengo y el deseo de su aprovechamiento en la virtud, tenerle conmigo. Pero, pues Dios nuestro Señor ha ordenado otra cosa, trabajemos por vivir ambos unidos con él y hagámosle compañero nuestro, pues en todos lugares y en todos tiempos está con nosotros. Y si alguna vez con nuestros siniestros le ahuyentamos, queda con todo eso tocando a las puertas del corazón, para que, abiertas, entre y se aposente en nosotros acompañado del Padre y el Espíritu Santo.

«Hemos, pues, de procurar que no haya en nosotros lugar ninguno ajeno de su presencia, y que ninguna otra cosa ocupe la más mínima parte del alma. Es excelente aquella sentencia del Padre y Patriarca S. Francisco, que no quiere el demonio de nosotros más que un delgadísimo cabello, que de éste intenta él luego hacer un largo y recio cabestro para atar nuestras almas y regirlas a su albedrío. Si alguna vez sola en alguna cosa, aunque pequeña, nos impele a seguir nuestra voluntad, de ahí nos lleva a otras, hasta que pospongamos la obediencia, que está, no en hacer nuestra voluntad, sino la de Dios, declarada por la voz del Superior. Si una vez tardamos en rechazar una fea imaginación, aunque levísima, eso coge, y contento con ello, junta luego un ejército de representaciones más torpes, que unas sucedan a otras. Si una vez nos resfriamos en el cuidado de la oración y aflojamos de la comunicación con Dios un poco, luego insensiblemente nos mete en el alma un frío tan grande, que no sólo no sentimos gusto alguno de las meditaciones espirituales, sino que cobramos hastío de todos los ejercicios piadosos, y aún de la misma vida religiosa, y nos volvemos a la libertad de corazón y a los entretenimientos humanos.

«Así sucede sin duda, Hermano carísimo; por eso corra alentadamente al premio de la carrera, que ya tiene hecha gran jornada con el favor divino, y Dios sabe lo que le falta. Quizá es poquísimo, y el mismo Dios le dará ayuda y le acompañará: guárdese no se aparte de él, porque aunque en este camino le parezca peregrino, como antiguamente a los discípulos que iban a Emaús, pero a la voz de sus palabras arderá su corazón y redundará en su alma espiritual consuelo. Ya sé que por la bondad de Dios goza abundamentemente de estos regalos espirituales, principalmente en la oración, donde Dios le da el pan de los dones celestiales; y en aquel convite de los ángeles, en que Dios le hace plato de su misma carne.

«Y si alguna vez sintiere que desmaya el alma, desamparada del consuelo divino y afligida con tibieza, sea su remedio asirle de la ropa y convidarle a su corazón con aquellas palabras: Mane nobiscum, Domine, quoniam advesperascit, e inclinata es iam dies [quédate con nosotros, Señor, pues el día atardece ya declina]… y llegue entonces más frecuente que suele a la mesa celestial del Santísimo Sacramento, con licencia de su Superior, porque confío en la virtud de aquel celestial mantenimiento, que cuando se levantare de aquella sagrada mesa, proseguirá con gran presteza el camino ya apacible y suave, hasta que llegue a la celestial Jerusalén.

«Holgaríame que comunicase esta carta a esotro Hermano nuestro, porque también a contemplación suya la he escrito. Porque querría que ambos a dos, y todos los que en la Compañía vivimos, estuviésemos llenos del Espíritu Santo que hoy, con tan gran milagro, bajando del cielo, llenó a las almas de los Apóstoles, para que esforzados con sus divinos consuelos, no hagamos jamás cosa que ponga en nosotros impedimento a su gracia; antes ricos de nuevo con tan grande Amigo, y recibido dentro del alma tan principal Huésped, gocemos de la dulzura de su amor y de su amistad hasta el fin de la vida.

«Jesucristo con la Bienaventurada Virgen estén siempre con nosotros. Amén.

«De Riojaneiro y del mes de junio, hoy Domingo de Pascua de Espíritu Santo, año de mil y quinientos y ochenta y siete» (Nieremberg 594-595).

Éste fue el espíritu del beato Anchieta. Éste es el espíritu de Jesucristo, del que nacieron Sao Paulo, Río de Janeiro y el Brasil entero.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.