El espíritu y la carne

“No somos el cuerpo que sufre solamente. No somos el organismo puramente material que es golpeado por la frialdad de unas reacciones bioquímicas. No somos un animal desconcertado que es idéntico a su dolor. Somos esa voluntad humana libre y ávida de eternidad que contempla su deterioro, analiza su dolor, teme la destrucción del cuerpo donde habita. Y somos, como bien señalaba Zweig, quienes convertimos ese trance en una experiencia religiosa, que nos vincula de un modo especial al sentido que nuestra fe proporciona al universo…”

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