Sobre la existencia histórica de Jesucristo

Padre Nelson, hace poco hablábamos con algunos compañeros de trabajo sobre la Navidad, y cómo muchas veces se ha venido desvirtuando. Un colega, que es cristiano evangélico, hablaba mucho sobre Cristo y volver a Cristo, y en eso estábamos cuando llegó otro colega, que se presenta siempre como escéptico y ateo, diciendo que lo único que le faltaba a Cristo para ser perfecto era existir. Y luego nos estuvo hablando un rato sobre cómo Jesús había sido “inventado” y no una sino varias veces, y que incluso en televisión había salido un programa especial en que se decía que el cristianismo era en realidad un invento de la mente de Pablo de Tarso. Yo nunca había visto tanta agresividad dicha con tanta tranquilidad y la verdad no supe qué responder. ¿Me ayuda? — S. G. L.

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Hay muchas más pruebas, de dentro y de fuera de la fe cristiana, sobre la existencia de Cristo que las pruebas que hay de la existencia de, por ejemplo, el emperador Julio César. Un buen artículo, con bibliografía, de una página del Opus Dei trae los datos fundamentales:

En la actualidad, los análisis históricos más rigurosos coinciden en afirmar con toda certeza —incluso prescindiendo por completo de la fe y del empleo de las fuentes históricas cristianas para evitar cualquier posible suspicacia— que Jesús de Nazaret existió, vivió en la primera mitad del siglo primero, era judío, habitó la mayor parte de su vida en Galilea, formó un grupo de discípulos que lo siguieron, suscitó fuertes adhesiones y esperanzas por lo que decía y por los hechos admirables que realizaba, estuvo en Judea y Jerusalén al menos una vez, con motivo de la fiesta de la Pascua, fue visto con recelo por parte de algunos miembros del Sanedrín y con prevención por parte de la autoridad romana, por lo que al final fue condenado a la pena capital por el procurador romano de Judea, Poncio Pilato, y murió clavado en una cruz. Una vez muerto, su cuerpo fue depositado en un sepulcro, pero al cabo de unos días el cadáver ya no estaba allí.

El desarrollo contemporáneo de la investigación histórica permite establecer como probados, al menos esos hechos, que no es poco para un personaje de hace veinte siglos. No hay evidencias racionales que avalen con mayor seguridad la existencia de figuras como Homero, Sócrates o Pericles —por sólo citar algunos muy conocidos—, que la que otorgan las pruebas de la existencia de Jesús. E incluso los datos objetivos, críticamente contrastables, que se tienen sobre estos personajes son casi siempre mucho menores.

Pero el caso de Jesús es distinto, y no sólo por la honda huella que ha dejado, sino porque las informaciones que proporcionan las fuentes históricas sobre él delinean una personalidad y apuntan a unos hechos que van más lejos de lo imaginable, y de lo que puede estar dispuesto a aceptar quien piense que no hay nada más allá de lo visible y experimentable. Los datos invitan a pensar que él era el Mesías que habría de venir a regir a su pueblo como un nuevo David, e incluso más: que Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre.

Para acoger de veras esa invitación se requiere contar con un auxilio divino, gratuito, que otorga un resplandor a su inteligencia y la capacita para percibir en toda su hondura la realidad en la que vive. Pero se trata de una luz que no desfigura esa realidad, sino que permite captarla con todos sus matices reales, muchos de los cuales escapan a la mirada ordinaria. Es la luz de la fe.

Bibliografía

J. Gnilka, Jesús de Nazaret, Herder, Barcelona 1993;

A. Puig, Jesús. Una biografía, Destino, Barcelona 2005;

Francisco Varo, Rabí Jesús de Nazaret, B.A.C., Madrid 2005;

Francisco Varo, ¿Sabes leer la Biblia? Planeta, Barcelona 2006.