Otras ciudades cristianas del 1600 en el Perú

También Guamán, a pesar de su actitud, que ya vimos (84), tan crítica hacia todos los españoles, hace de Lima un juicio muy elogioso. En dicha ciudad vive «con toda su policía y cristiandad y caridad y amor de prójimo, gente de paz, grandes servidores de Dios y de su Majestad»; en Lima «corre tanta cristiandad y buena justicia» (Nueva crónica 1032). Y siguiendo a Guamán en sus pintorescas informaciones y apasionados juicios -él pasó muchos años viajando por la región-, podemos asomarnos también a las otras ciudades del virreinato del Perú, a cada una de las cuales dedica una página descriptiva y calibradora.

Nuestro autor habla mal de Quito y de Trujillo, «malos cristianos», «gente de poca caridad»; medianamente de Ica, Nazca, Oropesa y Huamanga; y elogiosamente -«gente cristianísima», «muchas limosnas, todo verdad», «fieles servidores de Dios y de su Majestad», etc.- acerca de Santa Fe de Bogotá, Popayán, Atres, Riobamba, Cuenca, Loja, Cajamarca, Conchocos, Paita, Zana, Puerto Viejo, Guayaquil, Cartagena, Panamá, Guánuco, la ciudad de su familia -«es de la corona real, que desde los Incas fue así, fiel como en Castilla los vizcainos»-, Callao, Camana, Cañete, Pisqui, Cuzco, Arequipa -«todos se quieren como hermanos, así españoles como indios y negros»-, Arica, Potosí, Chuquisaca, Chuquiyabo, Misque -«tierra de santos, muy buena gente»-, Tucumán y Paraguay, Santiago de Chile -«buena gente cristiana»- y el fuerte chileno de Santa Cruz.

Ésa era la presencia del cristianismo en el extenso virreinato del Perú hacia 1600, unos sesenta y cinco años después de la conquista. Para saber más de esa realidad tan sorprendente y entender mejor sus causas, conozcamos los hechos de algunos apóstoles del Perú.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.