Hay que acostar a los niños leyendo un libro y no mirando televisión

“Se han hecho estudios en el Stanford Center for Cognitive and Neurobiological Imaging para determinar – mediante un aparato fMRI para escanear el cerebro – el efecto que tiene la lectura relajada y la lectura analítica. Los resultados fueron asombrosos: si bien la lectura relajada ayuda a desarrollar la percepción de la persona para comprender el mundo que la rodea, la lectura analítica aumenta el flujo de sangre hacia el cerebro en general, pero específicamente hacia la corteza prefrontal. Esta región se ocupa de una serie de procesos cognitivos que trabajan para ayudar a la administración de la atención y la realización de actividades complejas. Estos resultados preliminares darán como resultado una investigación más profunda sobre cómo la lectura puede moldear y cambiar la cognición de la gente. Leer con nuestros hijos obras que les dejen un mensaje de unidad entre la gente, de responsabilidad mutua y de empatía hacia sus semejantes es indispensable…”

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#LoAprendiDeDonBosco

  1. A la juventud no se le guía de lejos, con teorías o con regaños, sino de cerca, con ejemplo y oportunidades.
  2. La alegría es básica en la evangelización y no se la puede reemplazar con ideas, ventajas o solas palabras.
  3. El amor de Dios tiene caminos que no nos imaginamos, incluyendo las manos de un artista o la voz de un actor.
  4. El demonio tiene un propósito claro de destrucción; no es posible vencerlo sin un propósito claro de santidad.
  5. Si tu evangelización no conduce a los sacramentos, y especialmente a la Eucaristía, no te engañes: fracasaste.
  6. Pocas obras tan amables, hermosas y de tanto alcance como enseñar el amor y la confianza en la Santa Virgen María.
  7. Todo lo que sucede en la vida de los niños es importante y en muchos casos irreversible.
  8. La Iglesia solo puede ser obedecida con amor o detestada con asco; ya sabes lo que está en juego en la evangelización.
  9. El corazón humano es frágil e inseguro, especialmente en los jóvenes: un acto de soberbia puede destruir años de labor
  10. Ser alegres no es ser superficiales; ser profundos no significa ser amargados.

[Primero publicado en mi cuenta de Twitter.]

Laudes & Vísperas para la semana del 1° al 7 de febrero de 2015

citara

Domingo 1° de febrero de 2015: Domingo IV del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Lunes 2: Fiesta de la Presentación del Señor

Martes 3:

Miércoles 4:

Jueves 5: Memoria de Santa Águeda, virgen y mártir

Viernes 6: Memoria de los santos Pablo Miki, y compañeros, mártires

Sábado 7:

¿Cuándo comienza la vida humana?

“Espermatozoides y óvulos son células destinadas a desaparecer en unas horas, “moribundas”. Los espermatozoides pueden sobrevivir hasta 5 días en el útero de la mujer siempre y cuando coincida con la secreción en la mujer, propia del periodo fértil. El óvulo sólo sobrevive unas 24 horas una vez expulsado del ovario. Sin embargo, el ser vivo resultante de la unión de esas dos células “moribundas” llegará a vivir no días, sino muchos años (unos 80 años, según la esperanza de vida en algunos países). En la fecundación ha ocurrido algo extraordinario, irrepetible, espectacular, algo clave…”

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La historia del leñador

Hay una anécdota que no por mucho ser contada, siempre mantiene su actualidad, y es la del leñador que fue a buscar trabajo en una finca de árboles madereros.

La paga era buena, y las condiciones de trabajo excelentes, así que el leñador fue decidido a dar el ciento por ciento para impresionar al patrono.

El primer día el capataz le entregó un hacha, asignándole una zona espesa de árboles. El hombre salió entusiasmado y cortó dieciocho árboles en menos tiempo de lo que dicen berenjena.

El capataz lo felicitó, invitándolo a continuar esforzándose. Muy contento, el leñador se fue bien temprano a la cama, decidido a que el día siguiente mejoraría su propio desempeño.

Bien de madrugada nuestro hombre estaba ya trabajando arduamente en el bosque. Sin embargo, no consiguió cortar más que quince árboles.

“Que raro, debo haberme haber cansado”, pensó, y decidió acostarse apenas anocheció. Al amanecer, salió decidido a batir su marca de dieciocho árboles.

Sin embargo, ese día no llegó ni a la mitad. Y al otro día fueron siete, luego cinco, y el último día estuvo luchando toda la tarde hasta lograr apenas tumbar un segundo árbol.

Muy mortificado, pensando en lo que su capataz le diría, el leñador le contó lo que le estaba pasando, y le juró y perjuró que él se esforzaba hasta el agotamiento.

Fue entonces cuando el capataz le preguntó: “Y tu hacha, ¿cuando la afilaste la última vez?”

“¿Afilarla? ¡Ni siquiera pensé en eso, no perdí tiempo en afilarla, estaba demasiado ocupado cortando árboles!”

[Recibido de J. R. Pacheco.]