ESCUCHA, El poder del lenguaje y su lugar en la familia

[Conferencia en la Parroquia de Santa María del Lago, en Bogotá. Agosto de 2014.]

* El lenguaje muestra su poder especialmente en los sacramentos: es la Palabra, en cuanto unida a Cristo-Palabra, la que hace que un elemento tan sencillo como el agua o como el pan adquiera una eficacia que trasciende cuanto hay en la naturaleza.

* Las palabras, según se ve, pueden construir y ser instrumento de bendición pero lamentablemente pueden ser causa de división, y llegar a herir de modo irreparable.

* Usamos mal nuestras palabras por tres razones principales:

(1) La presión emocional y tensión nerviosa del estilo típico de vida urbana hace difícil la virtud de la prudencia, también al hablar.

(2) Hemos perdido o no hemos llegado a adquirir la virtud de la escucha. Muy a menudo, en una discusión, más que escuchar lo que nos dicen estamos preparando qué responderemos.

(3) Muchas veces vivimos en la superficie de nosotros mismos, de modo que lo trivial y lo puramente comercial se adueñan de nuestro lenguaje y no sabemos poner en palabras lo que de verdad necesitamos o nos duele.

* Hay decisiones que pueden ayudar:

(1) Más espacios de silencio. Tener particular cuidado con las avalanchas de noticias y con las letras de la música que uno oye.

(2) Santificar la memoria: las jaculatorias o meditaciones breves van limpiando la mente y dando orden al corazón.

(3) Buscar mejores tiempos y lugares para escuchar, no desde la perspectiva de entrar condenando ni de ser cajas de soluciones, sino como quien quiere aprender cómo es en verdad la otra persona, porque no la da por ya conocida.

(4) Practicar la asertividad: en lugar de presentarnos como conocedores del mundo interior de los demás, y de sus intenciones, conviene aprender a expresar con sencillez y verdad lo que vamos viviendo y sintiendo nosotros. Es distinto decir: “Es que tú crees que yo soy un mentiroso,” a decir: “Me siento juzgado injustamente.”

* Son grandes las bendiciones que el lenguaje, que es don de Dios, puede traer a nuestra vida. Esas bendiciones pueden y deben expresarse en opciones concretas:

(1) Acostumbrémonos a bendecirnos unos a otros.

(2) ¡Hay que tener espacios compartidos de oración en familia!

(3) Y hay que liberar nuestros espacios de familia de todo lenguaje agresivo o malediciente. Que los nuestros sean espeacios de bendición y verdaderas plataformas para transmitir a otros el bien recibido.

Catheriniana – 04, El Santo Deseo, parte 4

[Catheriniana es una serie de reflexiones sobre aspectos de la enseñanza de Santa Catalina de Siena. Para sacar mayor provecho de estas conferencias es muy recomendable revisar primero la serie sobre su vida, y después la serie sobre los fundamentos de su doctrina espiritual. Si se quiere acceder a todas las publicaciones de este blog sobre la Santa Doctora, hacer click aquí.]

Tema 4: El Santo Deseo como fuente de comunión.

* La evangelización es un movimiento de salida que conlleva el impulso y la alegría de ir con la Buena Nueva en busca de los corazones de Dios tan amados. Pero la evangelización también es “reunir a los hijos de Dios dispersos” (Juan 11,52). El Santo Deseo, que es obra del Espíritu en el alma humana, es motor que nos empuja a “salir” pero es también acogedora hoguera que nos invita a “reunir.”

* Reunir es también el verbo que hace posible la Iglesia, pues “ekklesía” quiere decir “convocada.” La Palabra de salvación y el Espíritu que nos hace hijos tienen por meta, no la dispersión de unos beneficiarios, sino la comunión entre aquellos que se saben renacidos de un mismo Amor. Consecuentemente, el Santo Deseo quiere constituir comunidad, aún más: familia espiritual en la que cada uno es sostenido y a la vez ayuda a sostener a otros.

* Es importante ponderar la calidad de ese amor. No tiene su base en simpatías, conveniencias o intereses. Es amor ante todo de admiración y de gratitud hacia Dios, que hace obras preciosas en sus hijos. De ahí deriva un profundo respeto, que no mira a las clases sociales o al nivel económico o educativo, sino solamente a la conciencia de estar delante de una obra en la que Dios ha invertido hasta su Sangre; obra en la que sigue trabajando.

* El Santo Deseo se convierte así en tierna, limpia y perseverante solicitud por el bien del hermano, como única actitud lógica ante la historia de salvación que cada uno es. Cuidamos y ayudamos a cultivar lo que Dios está haciendo, y así se conjugan la delicadeza, la pureza y, allí donde es necesario, la firmeza, de modo que cada uno alcance la plenitud a la que ha sido llamado.

El sacramento del matrimonio

219 Los bautizados, por institución de Cristo, viven la realidad humana y original del matrimonio, en la forma sobrenatural del sacramento, signo e instrumento de Gracia. La historia de la salvación está atravesada por el tema de la alianza esponsal, expresión significativa de la comunión de amor entre Dios y los hombres y clave simbólica para comprender las etapas de la alianza entre Dios y su pueblo.485 El centro de la revelación del proyecto de amor divino es el don que Dios hace a la humanidad de su Hijo Jesucristo, « el Esposo que ama y se da como Salvador de la humanidad, uniéndola a sí como su cuerpo. El revela la verdad original del matrimonio, la verdad del “principio” (cf. Gn 2,24; Mt 19,5) y, liberando al hombre de la dureza del corazón, lo hace capaz de realizarla plenamente ».486 Del amor esponsal de Cristo por la Iglesia, cuya plenitud se manifiesta en la entrega consumada en la Cruz, brota la sacramentalidad del matrimonio, cuya Gracia conforma el amor de los esposos con el Amor de Cristo por la Iglesia. El matrimonio, en cuanto sacramento, es una alianza de un hombre y una mujer en el amor.487

220 El sacramento del matrimonio asume la realidad humana del amor conyugal con todas las implicaciones y « capacita y compromete a los esposos y a los padres cristianos a vivir su vocación de laicos, y, por consiguiente, a “buscar el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios” ».488 Íntimamente unida a la Iglesia por el vínculo sacramental que la hace Iglesia doméstica o pequeña Iglesia, la familia cristiana está llamada « a ser signo de unidad para el mundo y a ejercer de ese modo su función profética, dando testimonio del Reino y de la paz de Cristo, hacia el cual el mundo entero está en camino ».489

La caridad conyugal, que brota de la caridad misma de Cristo, ofrecida por medio del Sacramento, hace a los cónyuges cristianos testigos de una sociabilidad nueva, inspirada por el Evangelio y por el Misterio pascual. La dimensión natural de su amor es constantemente purificada, consolidada y elevada por la gracia sacramental. De esta manera, los cónyuges cristianos, además de ayudarse recíprocamente en el camino de la santificación, son en el mundo signo e instrumento de la caridad de Cristo. Con su misma vida, están llamados a ser testigos y anunciadores del sentido religioso del matrimonio, que la sociedad actual reconoce cada vez con mayor dificultad, especialmente cuando acepta visiones relativistas del mismo fundamento natural de la institución matrimonial.

NOTAS para esta sección

485Cf. Juan Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio, 12: AAS 74 (1982) 93: « Por esta razón, la palabra central de la Revelación, ‘‘Dios ama a su pueblo”, es pronunciada a través de las palabras vivas y concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal. Su vínculo de amor se convierte en imagen y símbolo de la Alianza que une a Dios con su pueblo (cf. por ejem.: Os 2,21; Jer 3,6-13; Is 54). El mismo pecado que puede atentar contra el pacto conyugal se convierte en imagen de la infidelidad del pueblo a su Dios: la idolatría es prostitución (cf. Ez 16,25), la infidelidad es adulterio, la desobediencia a la ley es abandono del amor esponsal del Señor. Pero la infidelidad de Israel no destruye la fidelidad eterna del Señor; por tanto, el amor siempre fiel de Dios se pone como ejemplo de las relaciones de amor fiel que deben existir entre los esposos (cf. Os 3) ».

486Juan Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio, 13: AAS 74 (1982) 93-94.

487Cf. Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 48: AAS 58 (1966) 1067-1069.

488Juan Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio, 47: AAS 74 (1982) 139. La cita interna es de: Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 31: AAS 57 (1965) 37.

489Juan Pablo II, Exh. ap. Familiaris consortio, 48: AAS 74 (1982) 140; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1656-1657. 2204.

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