El eslabon fundamental

Es casi inevitable que suene pretencioso lo que voy a decir pero hay que decirlo. Estoy convencido de algo: el eslabón fundamental de la nueva evangelización y el motivo básico por el que nuestro Papa Benedicto XVI ha promulgado el Año de la Fe van a lo mismo: necesitamos sacerdotes renovados en su fe.

Seamos más precisos: las buenas iniciativas de evangelización mueren en cajones oscuros de despachos parroquiales y en lóbregos depósitos de venerables claustros conventuales. La ecuación es sencilla y va así: la inmensa mayoría de los católicos saben de los planes y proyectos de su Iglesia lo que puede saberse cuando van a su parroquia. En efecto, para conocer lo oscuro de la Iglesia o para desconocer lo luminoso de la Iglesia, se bastan y sobran los medios de comunicación, que saben que tendrán audiencia asegurada revolcando con morbo y difamación todo lo sucio de la Casa de Dios. Para eso no se necesita ir al templo.

sacerdote, eslabón fundamentalPero, en cambio: ¿En dónde puede un laico de a pie enterarse de que existe algo bello que se llama conversión, o que existe algo luminoso e inspirador que se llama santidad? Unos cuantos, que quizás debamos ver como afortunados, asisten regularmente a pequeñas comunidades surgidas de Movimientos Eclesiales. Ya se trate de carismáticos, neocatecumenales, focolares, o semejantes, estos bendecidos tendrán una imagen más amplia, justa y fresca de qué significa ser Iglesia. Sin embargo, si hablamos de porcentajes, es mucho mayor el número de los que, considerándose todavía conectados con su fe católica, no harán mucho más que ir como por inercia invencible a su parroquia, sin mucha claridad de qué se puede esperar o qué se puede aportar, además de la consabida limosna en la misa.

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Edificar el mundo y orientarlo hacia Dios

93. Los cristianos recordando la palabra del Señor: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en el amor mutuo que os tengáis (Io 13,35), no pueden tener otro anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia a los hombres de hoy. Por consiguiente, con la fiel adhesión al Evangelio y con el uso de las energías propias de éste, unidos a todos los que aman y practican la justicia, han tomado sobre sí una tarea ingente que han de cumplir en la tierra, y de la cual deberán responder ante Aquel que juzgará a todos en el último día. No todos los que dicen: “¡Señor, Señor!”, entrarán en el reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre y ponen manos a la obra. Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo, nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras, dando así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con los demás el misterio del amor del Padre celestial. Por esta vía, en todo el mundo los hombres se sentirán despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que, por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza en la patria que brillará con la gloria del Señor.

“Al que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más de lo que pedimos o pensamos, en virtud del poder que actúa en nosotros, a El sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones, por los siglos de los siglos. Amén.” (Eph 3,20-21).

Todas y cada una de las cosas que en esta Constitución pastoral se incluyen han obtenido el beneplácito de los Padres del sacrosanto Concilio. Y Nos, en virtud de la autoridad apostólica a Nos confiada por Cristo, todo ello, juntamente con los venerables Padres, lo aprobamos en el Espíritu Santo, decretamos y establecemos, y ordenamos que se promulgue, para gloria de Dios, todo los aprobado conciliarmente.

Roma, en San Pedro, 7 de diciembre de 1965.

[Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Vaticano II, n. 93]

Las leyes de la naturaleza contienen indicios de racionalidad y finalidad

“En primer lugar, he de decir que creo que los científicos más creativos, los auténticos pilares de la ciencia moderna, no han sido (salvando alguna excepción que pueda haber) partidarios de la idea de que la ciencia es la única forma de conocimiento posible. Y esto por diversas razones: entre ellas, por ejemplo, habría que mencionar el sincero compromiso con el cristianismo y la teología de la mayor parte de estos autores. Copérnico, Galileo, Kepler, Newton, Pascal, etc. no sólo eran cristianos sinceros ?como más adelante lo serían Euler, Faraday, Maxwell, Planck, Millikan y tantos otros?, sino que poseían un interés por la religión y la teología muy superior al común de su época. La tesis de que la teología no es una forma de conocimiento porque no sigue el método de las ciencias naturales, hubiera sido rechazada sin reparos por todos ellos…”

leyes de la naturaleza y racionalidad

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Una que mendigaba amor

“María tiene unos 40 años, está casada y tiene dos hijas. Llevaba aparentemente una vida normal y sin grandes sobresaltos. Pero un sufrimiento silencioso le acompañaba desde su niñez. ReL transcribe íntegro como el Señor la sanó… y su vida cambió completamente.”

mendigaba amor

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Oracion de un corazon enamorado

Suplico a Jesùs mantenga mi corazòn postrado siempre frente a El; quiero estar con mi vida entera en cuerpo y alma siempre y habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con El.

Quiero convertirme en un mismo ser con Cristo y le hablo con amor para que cesen algunas penas y angustias, pero si el Señor permite algunas cosas, con esa misma gracia que menciona el Angel de la Guarda y con la que nos bendice San Pablo, sean bendecidos todos ustedes desde el trono majestuoso de Su inigualable Amor, un trono hecho compasiòn y ternura, entrega y misericordia, y que baje su oìdo hasta mi boca, para escuchar las cuitas que le dirijo, que son un impulso del corazòn, una mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegrìa.

Gracias Señor Jesùs!! Señor te amo !! Mi Dios amado Eterno Padre te adoro !! Mi buen Jesùs te alabo, te bendigo, gloria a ti Jesùs, el tres veces Santo !!!

Gracias Jesùs por darnos a Mamá nuestra tierna Madre, que lejos de molestarse por ser nosotros tan pecadores, nos conduce con tanto amor hasta ti, Señor, para que te pidamos perdòn. Gracias, Mamà.

Amèn

Recibido a nuestro correo del boletín ALIMENTO DEL ALMA.

Introduccion a la Historia de la Salvacion

Estas páginas intentan ayudar a descubrir de manera sencilla las cosas grandes que el Señor ha realizado en la historia de su pueblo y que quedaron consignadas por escrito en la Biblia.

Toda la Sagrada Escritura, en efecto, está basada en una serie de hechos que el pueblo de Dios ha vivido descubriendo en ellos el sentido profundo. Donde una mirada superficial sólo vería circunstancias casuales, motivadas muchas veces por intereses políticos o ambiciones humanas, los creyentes -amaestrados por sus profetas- descubrían «el brazo fuerte del Señor» (Éx. 15,6). Su fe era capaz de detectar al Dios que actuaba invisiblemente en su favor, que ponía en juego su poder, su misericordia y su sabiduría para salvar al pueblo con el que había hecho alianza inquebrantable.

En este sentido toda la Biblia es historia de salvación. Relata una serie de hechos interpretándolos, no desde el punto de vista político, económico, social, etc., sino desde el punto de vista de Dios. Por eso, los autores sagrados no tienen demasiado empeño en aportarnos excesivos detalles, sino que proporcionan los datos esenciales y se detienen sobre todo en su significado profundo, en el sentido que tienen a la luz de la fe. Hasta los asuntos más triviales y «profanos» son recogidos, pues encierran un mensaje de Dios y son portadores de salvación.

Esta historia, que tiene como punto de arranque y experiencia radical la liberación de la esclavitud de Egipto, se va realizando de manera progresiva y dinámica según el plan de Dios. Los acontecimientos, que están enlazados y unificados por la intervención personal de Dios como protagonista principal, no se realizan sin la colaboración de los hombres, una colaboración que Dios mismo suscita. Otras veces las cosas salen a pesar de ellos y aun en contra de ellos; en efecto, la Biblia subraya reiteradamente las resistencias e infidelidades del pueblo, de manera que desde el Génesis al Apocalipsis predomina una dinámica de pecado-liberación (normalmente entre el pecado y la salvación suele mediar la experiencia del propio fracaso, que es invitación a convertirse y volver a Dios).

Estas páginas pretenden hacer la misma labor que el guía de un museo: explicar lo suficiente para que la gente contemple los cuadros. Por eso son sólo un medio. Sólo sirven como guía para adentrarse en la lectura y meditación de los textos bíblicos. Intentan dar las claves de los principales relatos de la Escritura para dejar al lector frente a ellos y que sean ellos mismos quienes le hablen.

De este modo, estas páginas habrán logrado su objetivo: estimular a la lectura de la Palabra de Dios que es «lámpara para nuestros pasos» (Sal. 119, 105). Esta lectura de la historia de la salvación debe ayudarnos a leer nuestra propia vida a la luz de la fe. También nuestra propia historia, todo lo que nos sucede, grande o pequeño, agradable o desagradable, está invisiblemente regido por el Buen Dios y tiene un sentido. Tanto en la vida personal de cada uno como en la historia de los pueblos y de la humanidad Dios continúa actuando y continúa hablando. Si la historia es maestra de la vida, la historia de la salvación es doblemente maestra, y la Biblia nos ayuda a descubrir ese sentido profundo, aparentemente imperceptible, de todo cuanto sucede.

El pueblo de Israel volvía continuamente sobre las maravillas que Dios había realizado en tiempos antiguos para meditarlos y «escudriñar» en ellas el mensaje de Dios (Sal. 111,2). El «revolver» estos acontecimientos -cosa que también hará María: Lc. 2,19- alimentaba y vigorizaba su fe y les hacía capaces de afrontar la situación presente con todas sus dificultades e incertidumbres. También para nosotros, en este final de milenio, ante los grandes retos de la Nueva evangelización, el volver a meditar los prodigios del Señor nos avivará la fe y nos hará más capaces de captar la voz de Dios que habla en los «signos de los tiempos» (Lc. 12,54-56), en los acontecimientos de nuestros días,de descubrir su acción y de secundarla respondiendo a las llamadas de Dios contenidas en esos mismos acontecimientos.

Están recogidas de manera muy sintética las grandes etapas de la Historia de la Salvación. Cada capítulo suele contener cuatro partes.

a) Los datos históricos fundamentales de este periodo, que nos sitúan en la historia de Israel en el contexto de la historia de los pueblos circunvecinos con los que se relaciona.

b) El mensaje religioso contenido en esos hechos, que es lo que a la Sagrada Escritura le interesa y pone de relieve por encima de todo.

c) Algunas pistas -no exhaustivas- indicando cómo esos hechos continúan hablándonos a nosotros hoy, en la convicción de que «fue escrito para aviso de los que hemos llegado a la plenitud de los tiempos» (1 Cor. 10, 11) (muchas veces es simplemente recoger la prolongación de un determinado acontecimiento, personaje o tema del A. T. en el N. T.).

d) Algunos textos principales -tanto del A. T. como del N. T.- en que se encuentra todo lo anterior, y que conviene leer y meditar para dejarse iluminar por la Palabra de Dios de manera personal.

Julio Alonso Ampuero es el autor de esta Historia de la Salvación. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

La conversion de un filosofo

“En su juventud no había sospechado siquiera la soberanía de Cristo. Descubrió la Biblia por primera vez en la Universidad de Leipzig. Se sintió movido por los Salmos y los Profetas y agitado por el Nuevo Testamento, pero no percibió en modo alguno la exigencia total de Cristo. En esta época, estudiante de diecisiete años, en el primer trimestre en la Universidad, se acercó a un ministro con el Nuevo Testamento en la mano: “Basándome en este libro quisiera ser bautizado”. No deseaba una interpretación de la Escritura, ni una ulterior profesión de fe, sino simplemente ser recibido como cristiano según él lo entendía. Pero solo diez años más tarde, al cumplir 27, fue, por último, bautizado en la principal iglesia luterana de Viena, si bien todavía, en gran medida, con el mismo espíritu…”

Edmund Husserl

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