Que ya no nos confunda mas Anselm Grun

Anselm Grün

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[Nota de Fr. Nelson Medina: Soy consciente de que algunos de los puntos aquí expuestos son materia de discusión. Precisamente para que haya un diálogo amplio y equitativo, expongo con claridad y de manera abierta mi posición, que en todo quiere ser fiel a nuestra Iglesia Católica.]

Isabel Gómez, representante de la Editorial San Pablo en Colombia, afirmó sobre el monje alemán Anselm Grün: “Es el escritor más famoso de espiritualidad que tenemos actualmente…” A juzgar por la presencia de las obras de este benedictino, es así. He visto con mis propios ojos librerías católicas que tienen estantes llenos de títulos suyos. Se trata de un autor prolijo, de enorme acogida y por lo tanto, de notable influencia.

Es un personaje polémico también, que ha llegado a nuestro país [Colombia] precedido por señales ambiguas. En efecto, quedó claro, ya entonces, que sus libros son leídos y traducidos ampliamente pero que su doctrina no da total confianza. Después de examinar los hechos, y de orar yo mismo, vi que era mi deber recomendar a la gente que no asistiera a las actividades que se habían preparado en torno a su visita. Comprendo perfectamente que es una medida hasta cierto punto extrema, y también un planteamiento que pudo resultar seriamente antipático o agresivo para algunos. Pero, ¿qué alternativa había, si hasta la Conferencia Episcopal de Colombia parecía dar su “placet” a la predicación de este monje?
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Como explicar el mundo y el universo?

La historia del universo es un enigma apasionante, que los investigadores se esfuerzan en descifrar. Según una reciente teoría, el universo debió comenzar hace unos 12.000 millones de años con una gran explosión… cuyos efectos duran todavía: se trata de la teoría del universo en expansión.

La tierra, con el sistema solar, dataría de 4.600 millones de años. La vida iría apareciendo en sucesivos impulsos con seres cada vez más complejos. Tras las primeras algas azules, de hace 3.700 millones de años, se llega hasta los primates, de hace 2 millones de años, que serían los antepasados inmediatos del hombre. Es la teoría de la evolución.

Más allá de la ciencia

La ciencia trata así de describir la historia del mundo y de la vida. Se esfuerza en explicar el cómo de su aparición. Podríamos conformarnos con este logro; pero el espíritu es audaz y trata de ir más lejos en su investigación, y se adentra en el campo de la filosofía, palabra que no debe asustar. Filosofía significa simplemente el sentido común, el recto criterio que investiga el porqué de las cosas.

Los progresos de la ciencia en el siglo XIX han llevado a creer que el hombre llegaría por sí solo a obtener una completa explicación de la existencia. Sin embargo, cuanto más progresa la ciencia, más crecen los interrogantes sin respuesta, y nuestra inteligencia descubre en la contemplación del mundo y del universo las huellas de otra inteligencia misteriosa y superior actuante. Basta abrir los ojos para llenarse de admiración ante la habilidad de las abejas o ante esa pequeña araña que habita en el agua con una campana de buzo que se ha fabricado ella misma. Cuando uno mira a través del microscopio o del telescopio, el mundo aparece como repleto de inteligencia, como un árbol lleno de savia en primavera.

La teoría de la evolución, lejos de oponerse a la existencia de una inteligencia superior, la exige claramente. Cada etapa de esta evolución se nos muestra como el desarrollo de un programa preestablecido. Y así como el funcionamiento de una lavadora nos remite a la existencia de una inteligencia que la ha programado, la evolución del mundo nos remite también sin duda a una inteligencia que ordena el tiempo y la forma de su desarrollo.

Esta misteriosa inteligencia tiene la particularidad de que solo se muestra a nosotros a través de sus huellas, como un perfume que nos envuelve sin que lleguemos a saber de dónde procede, o como unas pisadas sobre la nieve, que están dando testimonio del paso de aquel cuya identidad no somos capaces de precisar.

En el fondo de nosotros mismos

Esta misteriosa fuerza actuante la captamos también en nuestro mismo interior, en nuestra inteligencia y en nuestra voluntad, bajo la forma de una atracción hacia la verdad y hacia el bien. Esta fuerza se nos impone aun en el caso de que intentemos resistirla: no podemos pensar que 2 y 2 son 5 o que el mal y el bien son lo mismo.

La atracción de la Verdad y el gusto por el Bien va acompañada en nosotros de sentimientos de libertad y de dignidad, experimentados y percibidos con gran fuerza por nuestros contemporáneos. Y estas realidades interiores nos remiten a su vez a un absoluto capaz de justificarlos.

La misteriosa inteligencia que construye el mundo y que nos construye desde dentro, esa fuerza del bien que invocamos para reclamar nuestros derechos y que fundamenta a la vez nuestros deberes, tiene una consistencia real. A esta realidad hay que darle un nombre, se le llama DIOS.

• «En el principio estaba el Verbo y el Verbo era Dios… Todo fue hecho por Él y sin Él nada se hizo» (Jn 1,1-2).

Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.

Tradicion o tradicionalismo

“La Tradición de la Iglesia, desde el punto de vista teológico, es una combinación de elementos que se suman para crear un todo inseparable; esto es la esencia misma de la Iglesia fundada por Cristo. Estos elementos se pueden consideran en dos grupos: los inmutables que nunca cambian y siempre permanecen idénticos, y aquellos que si pueden cambiar o son modificables. Es importantísimo entender esta diferencia pues si no se entiende bien se puede caer en gravísimos errores: aquellos que quieren cambiar lo que no se puede cambiar de la Tradición caen en el gravísimo error del modernismo o progresismo, un error condenado por el Magisterio en el Syllabus y en tantos otros documentos oficiales. Aquellos que no entienden que la Tradición igualmente se compone de elementos que pueden cambiar siguen una noción, errónea, limitada e incompleta de la Tradición…”

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Decepcionados de la humanidad

Como hago para no envenenarme con el mundo cuando la mayoría me ha herido y traicionado. Cuando veo falsedad en los que dicen ser amigos, como recupero la fe y la confianza en los seres humanos si veo que no se puede confiar. Como debo actuar y sentir. – Preguntado en formsping.me/fraynelson

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Admitamos con franqueza que es fácil decepcionarse de la humanidad. Admitamos también que hay algo dulce en lamer las propias heridas y declararse uno víctima perpetua. Reconozcamos, además, que es más sencillo levar la cuenta de los males que la de los bienes. Y por último, reconozcamos que es difícil encontrar el punto medio entre ser mordazmente suspicaz con todos y ser tontamente ingenuo algunas veces.

Otro enfoque es este: “Envenenarme” por la maldad del mundo, ¿arregla algo de esa maldad? ¿Arregla algo en mi vida? ¿Trae algún bien o solamente le da más poder al mal? Una hermosa frase que se ha atribuido a varios autores dice: “Es mejor encender una luz que maldecir las tinieblas.”

Conviene preguntarse en que puede consistir eso de tener “fe en la humanidad.” Jesús no tuvo esa clase de fe. leemos en Juan 2,24: “Jesús, en cambio, no se confiaba en ellos, porque los conocía a todos.” Así que el ideal cristiano no es ir sonriendo por el mundo creyendo que todos son buenos. El ideal cristiano es saber que todos son pecadores, pero que así, pecadores y todo, les ha amado Dios hasta el extremo.

Por tanto, uno debe ser práctico en esto, y no olvidar lo de Jeremías: “Maldito el hombre que en el hombre confía, Y hace de la carne su fortaleza (brazo), Y del Señor se aparta su corazón. Será como arbusto en lugar desolado Y no verá cuando venga el bien; Habitará en pedregales en el desierto, Una tierra salada y sin habitantes. Bendito es el hombre que confía en el Señor, Cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, Que extiende sus raíces junto a la corriente; No temerá cuando venga el calor, Y sus hojas estarán verdes; En año de sequía no se angustiará Ni cesará de dar fruto.” (Jeremías 17,5-8)

Nuestra desconfianza, sin embargo, no debe desconocer el trabajo que Dios ha hecho y sigue haciendo en la gente. No podemos tratar a cada ser humano como si fuera el jefe asesino de una banda de mafiosos. por eso hay que pedir sabiduría, para tener la medida justa.

Y una última cosa: siendo tan raro el bien, no nos olvidemos de agradecerlo, elogiarlo, incluso en público, y de dar honor y alabanza a Dios por lo bueno que aparezca en nuestro camino.