ESCUCHA, El ABC de la Teología del Cuerpo

ABC de la Teología del Cuerpo

1. Identidad: el ser humano es unidad sustancial de alma y cuerpo, de modo que el cuerpo no es vestido del que pueda desprenderme como uno deja un vestido. La reencarnación es engaño, y lo que amamos, buscamos o hacemos de nuestro cuerpo no es separable de lo que somos en el tiempo y en la eternidad.

2. Lenguaje: A través del cuerpo nos hacemos presentes en la vida de otras personas. Nuestro primer lenguaje y la condición misma de todo nuestro expresarnos es nuestro cuerpo y lo que hacemos con él, por ejemplo, en la manera como actuamos, el tono que usamos o los vestidos que nos ponemos.

3. Salvación: Santo Tomás llama al cuerpo de Jesucristo “instrumento unido a la divinidad.” El cuerpo es vehículo de salvación por la realidad sacramental que prolonga la encarnación de Cristo, y por la presencia del Espíritu en nosotros que hace que otros puedan sentirse amados por el amor que Dios les da a través nuestro.

[Predicación en el marco de la IX Semana de la Familia, en la Parroquia de la Asunción en Zipaquirá, Colombia.]

De donde viene la idea de Dios?

No es suficiente negar a Dios sin más. Hay que explicar por qué y cómo esta idea puede nacer en el corazón de un hombre.

Habitualmente el ateo considera la idea de Dios como la proyección de sí mismo o de la imagen del Padre en el infinito: una invención del hombre inseguro, que recurre a la ficción del guardián del orden establecido; una ilusión, una alienación, un rechazo a aceptar el estado adulto, el opio del pueblo…

Y, de hecho, no falta alguna concepción perezosa y alienante de Dios y de la religión, que tiende a descargarnos pura y simplemente de nuestras responsabilidades a beneficio de Dios. Los avances de la ciencia ponen en evidencia con toda razón esta visión de Dios como un motor auxiliar del hombre: «el riego moderno ha reemplazado las rogativas».

Pero el Dios verdadero, lejos de una ortopedia para el hombre, es por lo contrario el fundamento de su realidad: «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos», dice Jesús (Mt 22,32). Y desde este punto de vista no se puede mantener la objeción de Sartre: «Si el hombre es libre, Dios no existe».

Para un cristiano, Dios no es un competidor. Por el contrario, Dios es el manantial misterioso y el garante de todo, y en particular, de nuestra misma libertad.

Ya es sabida la ocurrencia de Voltaire: «Dios ha hecho al hombre a su imagen y le ha salido respondón». Pero, si tenemos en cuenta las observaciones anteriores, ¿cómo podría ser de otro modo?

Para hablar de Dios el hombre solo dispone de palabras humanas. ¿Esto significa que la idea de Dios es pura creación de la mente humana y que, por tanto, no tiene existencia fuera de ella? ¿Cómo explicar entonces no solamente el instinto de búsqueda ilimitada, sino también la necesidad de infinito de un ser finito, en un mundo determinado, que, según algunos, se basta a sí mismo?

¿De dónde puede surgir la idea de Dios si no es de una realidad de otro orden, de una realidad infinita, que es su fuente, es decir, si no es de Dios mismo?

El hombre sobrepasa su propia condición: «Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón no descansará hasta que repose en Ti” (San Agustín)

• «Tu luz nos hace ver la luz» (Sal 35,10).
Yves Moreau es el autor de Razones para Creer. Texto disponible por concesión de Gratis Date.