85.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
85.2. Muchas veces las personas expresan su gratitud cuando reciben una predicación que les ilumina o enfervoriza. Esto está bien porque la gratitud hace abundar el bien y une en amor. Pero, si lo piensas bien, tú, en cuanto predicador, deberías agradecer que se te escuchara.
85.3. En esto pasa algo semejante a lo que sucede cuando un hombre caritativo atiende a un enfermo muy necesitado. El enfermo tiene razón en sentirse agradecido, pero aquel hombre tiene también por qué dar gracias, pues aquella enfermedad le permitió encontrarse con Aquel que dijo: “Lo que hicisteis a uno de estos mis humildes hermanos, a mí me lo hicisteis.” ¡Aquella dolencia le autorizó para tocar la carne de Cristo, abrazar a Cristo, contemplar a Cristo!