Izquierda y Derecha (3a. parte)

El poder

¿Puede decirse que el gran tema, tanto de la Izquierda como de la Derecha, es el poder?

Yo creo que sí. La verdad es que el porcentaje de personas que se ven a sí mismas como �de Izquierda� o �de Derecha� no es tan alto como uno pensaría. Mucha gente se quedaría perpleja si se le pidiera que se identificara al respecto, y no porque no tengan opciones tomadas, por ejemplo en asuntos morales, sino porque no han hecho una auto-reflexión para situarse en una determinada postura más allá de una cierta inercia.

Por contraste, cuando una persona se identifica ante sí misma y sobre todo ante los demás como de Derecha o de Izquierda, normalmente quiere decir que le interesan los hechos de su comunidad o de la sociedad. Eventualmente esto conduce a un interés real por lograr o mantener el poder, o por lo menos por lograr que quienes piensan como uno lleguen al poder.

¿Y son muy distintos los modos de llegar al poder en uno otro caso?

Quizá esto sea de lo más interesante de cuanto venimos conversando: las justificaciones que cada tendencia ofrece en su propia búsqueda del poder. Yo diría que la palabra central en el caso de la Derecha es �principios;� el concepto clave para la Izquierda quizá sería �justicia.�

Hablemos de la Derecha. ¿Cómo se presenta lo de los principios?

Hay cosas que caminan juntas. Aquel que ha encontrado o que piensa haber encontrado verdades irrenunciables se apoya en ellas como en sus armas o herramientas.

¿Se puede decir que la Derecha se ocupa más de la moral?

Quizá no sería exacto. El ejemplo que puedo dar es muy antipático pero lo voy a dar de todos modos. Mucha gente de Derecha es piadosa y de buenas costumbres; goza de una formación académica superior al promedio y muestra un claro aprecio por lo cultural, entendiendo la cultura de un modo bastante clásico, es decir, como algo que sirve para medir y distinguir niveles. La sociedad, así entendida, es una sociedad tranquila en una jerarquía u orden preestablecido que recibe su fundamento en último término de Dios. Esto es lo natural. La división de clases en la sociedad o en la Iglesia es algo que se percibe y se predica como saludable, porque en la medida en que cada uno conserva su lugar y hace las cosas bien en el puesto que le ha tocado en suerte, se preserva y acrecienta el bien del conjunto. Esta mentalidad favorece desde luego la preservación de los derechos ancestrales, es amiga de lo tradicional y desconfiada de todo lo que amenace la paz que se considera garantizada dentro de ese orden. Como se ve, el conocimiento y la moralidad tienen un lugar específico en este esquema: el conocimiento es guardián de la fundamentación o justificación del mismo esquema; la moralidad es como el conjunto de reglas de juego en las que se espera que la gente se mueva.

¿Y qué dice la Izquierda ante eso?

Podemos imaginar el proyecto de la Derecha como una especie de gran barco en el que cada pasajero tiene su lugar, su tarea y sus espacios. Es de desear que el barco avance, sereno y solemne, hasta su puerto.

Ahora bien, la Izquierda nace del acto de curiosear por los pisos y niveles del barco. Aquí y allá se ven fisuras; el barco hace agua en algunas partes; hay escotillas que amenazan estallar por la presión…

Dicho sin metáfora: la Izquierda nace del acto crítico de revisar los temas de la justicia y la felicidad, es decir, el tema del beneficio: ¿quiénes son los realmente beneficiados con este estado de cosas? Puede ser muy bonito ver al rey en su carroza, pero ¿por qué el labriego nunca podrá sentarse en la carroza que admira? Muy hermosa la paz, pero ¿a qué precio? ¿De dónde vienen los muertos, cuando hay batalla? Toda la crítica de la Izquierda es un cuestionamiento radical a la idea de un destino �obvio� o de un lugar �natural� para las personas dentro de la sociedad. La lucha de la Izquierda nace entonces como un esfuerzo para devolver a los hombres su condición de hombres, sin más y sin menos. Por eso su desconfianza frente a todo lo que levante barreras insalvables entre seres humanos, llámese clero, aristocracia, nobleza, o lo que sea.

Es decir: el credo de la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad, Fraternidad…

Sí. Mi opinión es que la Izquierda adquiere su perfil característico con la Revolución Francesa, y ello nos conduce a dos hechos tremendamente interesantes: primero, la dialéctica global entre la Izquierda y el cristianismo; segundo, los límites intrínsecos con que nace ese proyecto que nosotros hoy en Occidente reconocemos como �Izquierda.�

¡Sumamente interesante! Empecemos por lo segundo, por favor.

Cuando uno comprende que la Izquierda nació ligada a un proyecto político que se llama la Revolución Francesa, y a un proyecto intelectual y filosófico que se llama la Ilustración, también entiende que las aspiraciones de la Izquierda no son simples voces de la conciencia, sino reclamos específicos de personas que ansiaban poder. Vamos a decirlo crudamente: la gente que criticaba con fuerza y encono los privilegios del clero y de la nobleza, ¿lo hacía por puro amor a la humanidad? Los hechos, sangrientos y colmados de traiciones y sevicia, mostraron bien que no era así. Y son esos hechos los que nos llevan a desconfiar de la Izquierda y su proyecto.

¿Por qué?

Porque una cosa es el discurso, como teoría, y otra cosa es el discurso como arma o herramienta. La Izquierda, desde su nacimiento, ha jugado a tres bandas, como el billar, pero sólo habla de dos: por un lado los actuales poderosos; por otro, el pueblo privado de derechos. Su discurso es vehemente al presentar o exacerbar el choque entre esos dos polos; pero no presenta la tercera banda, que son precisamente los promotores del cambio, es decir, las personas mismas de Izquierda. El juego, muy a menudo, ha sido presentar un discurso en el que simplemente no se dejan ver todos los jugadores, y en el que a la vez es muy fácil tomar el rumbo que el jugador oculto quiere. Me explico: si por un lado me presentan todos los privilegios de la nobleza y por otro todas las privaciones de los pobres, ¿qué escogeré? Y sin embargo, al escoger por los pobres estoy escogiendo también por el jugador oculto, es decir, el señor de Izquierda que dice representarlos.

Si miramos los hechos que siguieron a la Revolución de 1789 lo que encontramos es la pugna sangrienta entre todos los que querían ser el �jugador oculto.� Quedó demostrado así que, aunque la Izquierda se vista de praxis, teórica se queda. Con un problema, además: que las carnicerías de los franceses en esa alborada del siglo XIX, dejaron una lección imborrable para los subsiguientes partidos de Izquierda en todo el mundo: si te resuelves por el poder, necesitas contundencia. Y así actuó Mao en China, Lenin en Rusia, Fidel en Cuba, y yo pensaría que así va Chávez en Venezuela. Aunque desde luego los casos son distintos y no pueden equipararse sin más, lo cierto es que uno ve que todas las críticas izquierdistas por falta de libertades luego se vuelven contra los mismos regímenes que ellos suben al poder.

¿Y cómo es lo de la relación con el cristianismo?

Pues note Ud. que la Izquierda adquiere su estatura, como dijimos, en el humus político de la Revolución Francesa y en la atmósfera intelectual de la Ilustración. Y si uno busca las raíces de la Ilustración tiene que referirse a las reivindicaciones de la Reforma protestante y, más allá, a lo que podríamos llamar el personalismo cristiano, que se fundamenta en último término en la Revelación Cristiana. De hecho, los estribillos de la Revolución Francesa son tomados de la Biblia, aunque pretenden enarbolarse en contra de la Iglesia que predica esa misma Biblia. Esto explicaría por qué hombres como Voltaire tenían una aversión casi patológica hacia todo lo eclesiástico, pero a la vez querían preservar la imagen de un Dios sabio, poderoso y de alguna manera providente.

¿Fue la historia del deísmo…?

Exactamente. Una especie de matrimonio de conveniencia que debía servir para afinar la lucha contra el enemigo específico, que no era Dios, sino la Iglesia. En efecto, la Iglesia era la que detentaba poder, y por ello estorbaba, mientras que un Dios racional y más bien inocuo no estorbaba o incluso podía ayudar. Es bien sabido que el sentimiento religioso puede ser o un poderoso aliado o un formidable enemigo. El deísmo es el contexto para entender ese otro fenómeno, el galicanismo, que pretendía en el fondo lo mismo: un traspaso del poder al nuevo régimen; una iglesia que no sólo no estorbara sino que ayudara activamente a afianzar el poder en las nuevas manos, las del jugador que había estado oculto.

(continuará…)