¿Ha jugado “hurling”?

Me imagino que no. Yo tampoco. Pero si Ud. es irlandés, sé que tiene un conocimiento amplio del que es llamado “el juego más rápido del mundo”… y tal vez sí lo es.

El domingo pasado vi por televisión la final del campeonato de hurling para este año. Se enfrentaban Kilkane y Cork. Guiado por los comentarios oportunos de Fr. Liam, un padre de esta casa, fui iniciado en los misterios de este juego de pelota que es capaz de tener en vilo a 75000 espectadores en un estadio y centenares de miles más tras las pantallas.

Pero, ¿qué es el hurling y por qué merecería la atención de un no irlandés?

En el hurling se combinan la habilidad y la suerte, el desempeño personal y la capacidad de hacer equipo, la fuerza y la agilidad, pero sobre todo, y en eso tienen razón quienes lo promueven, en esto prima la rapidez. Dos equipos de quince personas se enfrentan en un campo que tiene dimensiones semejantes a las de un campo convencional de fútbol (soccer).

A cada extremo del campo hay una cancha, también similar en su tamaño a la del fútbol que conocemos, con la diferencia de que los parales de estas canchas se levantan muchos metros más, de modo que quien logre pasar la pelota por entre esos palos anota de hecho un punto. Aunque si es lo suficientemente hábil como para introducirlo en la cancha misma, se anota un gol. Un gol equivale a tres puntos.

Los jugadores pueden mover la pelota con cualquier parte de su cuerpo, pero para los tiros más largos se valen de una especie de pala o bate, que se llama precisamente hurley. El ritmo es enloquecedor porque ¡a veces se parece a un béisbol con 30 bateadores!

Pero es sobre todo la libertad lo que más impacta en este deporte y lo que probablemente lo hace tan valorado en Irlanda, y en general en el mundo gaélico. Es permitido correr con la bola, tirarla con las manos, patearla, batearla, de modo que las posibilidades de juego son mucho mayores que en los deportes que tienen otras restricciones, como el básquet o el fútbol convencionales.

Más instrucciones para los interesados, aquí (en inglés).

¿Y qué enseña el hurling?

Se ha dicho que los juegos son maquetas de la vida. Jugamos, entre otras cosas, para modelar lo que somos. En medio de las restricciones que implica un juego, es la vida con sus azares y necesidades, con sus esperanzas y tensiones, la que va desfilando. Los deportes por eso retratan a menudo el alma de los países, y nos dejan ver qué género de expectativas y de desilusiones apremiarán después de que la gente salga del estadio.

Por otra parte, es un hecho que el fervor por el deporte tiene, por lo menos en Europa, un aspecto casi religioso. Las absurdas grescas entre fanáticos de uno u otro equipo (p. ej., hooligans) son el resultado de esa asociación de pasiones que hasta cierto punto ha tomado el lugar que antes tenía la fe. Triste cosa, pero así es.

En el juego del pasado domingo, yo diría que vi desfilar una parte importante del corazón de Irlanda. La alegría y la tensión, el compañerismo y la agresividad, el modo de festejar o de quejarse son, hasta ahora, uno de los retratos más vivos de este pueblo que a su propio estilo vive otras pasiones y gustos de los que yo conocía. Aunque… no creo que yo me lanzaría a la cancha 😉