VISITA AL SANTISIMO
SELECCIÓN DE TEXTOS
Siendo esta devoción tan útil es al mismo tiempo la más fácil (SAN ALFONSO M.ª DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, Introducción).
No dejes la Visita al Santísimo. -Luego de la oración vocal que acostumbres, di a Jesús, realmente presente en el Sagrario, las preocupaciones de la jornada. -Y tendrás luces y ánimo para tu vida de cristiano (J. ESCRIVA DE BALAGUER Camino, n. 554).
¡Oh, cuán abundantes gracias han sacado los santos de esta fuente del Santísimo Sacramento, donde el amoroso Jesús liberalmente concede todos los merecimientos de su Pasión! (SAN ALEONSO M.ª DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 1).
Es como llegarnos al fuego, que aunque le haya muy grande, si estáis desviadas y escondéis las manos mal os podéis calentar, aunque todavía da más calor que no estar a donde no hay fuego. Mas otra cosa es querernos llegar a él, que si el alma está dispuesta -digo que esté con deseo de perder el frío- y se está allá un rato, queda para muchas horas con calor (SANTA TERESA Camino de perfección, 35, 1).
¡Cuán consoladores y suaves son los momentos pasados con este Dios de bondad! ¿Estás dominado por la tristeza? Ven un momento a echarte a sus plantas, y quedarás consolado. ¿Eres despreciado del mundo? Ven aquí, y hallarás un amigo que jamás quebrantará la fidelidad. ¿Te sientes tentado? Aquí es donde vas a hallar las armas más seguras y terribles para vencer a tu enemigo. ¿Temes el juicio formidable que a tantos santos ha hecho temblar? Aprovéchate del tiempo en que tu Dios es Dios de misericordia y en que tan fácil es conseguir el perdón. ¿Estás oprimido por la pobreza? Ven aquí, donde hallarás a un Dios inmensamente rico, que te dirá que todos sus bienes son tuyos [...] (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el Corpus Christi).
A cualquier alma que visita a Jesús en el Santísimo Sacrameñto le dice este Señor: [...] «Alma que me visitas, levántate de tus miserias, pues estoy aquí para enriquecerte de gracias. Date prisa, llega a mi, no temas mi majestad, porque está humillada en este Sacramento, para apartar de ti el miedo y darte toda confianza» (SAN ALFONSO M. a DE LiGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 8).
No todos pueden hallar al rey de la tierra, y lo más que pueden algunos conseguir es valerse para esto de alguna tercera persona; mas para hablar con Vos, oh Rey de la gloria, no es preciso buscar terceras personas, porque ~empre estáis pronto en este Sacramento para oírnos; el rey de la tierra da audiencia pocas veces en el año, mas Vos, en ese Sacramento, a todos nos dais audiencia, de día y de noche, siempre que queremos (SAN ALFONSO M.~ DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 10).
¿Sabéis aún cuál fue el motivo que movió a Jesucristo a permanecer día y noche en nuestros templos? Pues fue para que, cuantas veces quisiéramos verle, nos fuese dado hallarle. ¡Cuán grande eres, ternura de un padre! ¡Qué cosa puede haber más consoladora para un cristiano que sentir que adora a un Dios presente en cuerpo y alma! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el Corpus Christi).
Es verdad que a nuestro Sagrario le llamo siempre Betania... -Hazte amigo de los amigos del Maestro: Lázaro, Marta, María. -Y después ya no me preguntarás por qué llamo Betania a nuestro Sagrario (J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 322).
Es preciso valorar la devoción eucarística bajo todos sus aspectos: la participación plena de la misma -con la comunión- y también las visitas al Santisimo. Cristo permanece sacramentalmente con nosotros para darnos vida abundante y facilitar el encuentro personal con él. El creyente hallará en estos encuentros eucarísticos paz y serenidad; Cristo sabrá dar la fortaleza y paciencia en la lucha, luz y entusiasmo en la fe, vigor para hacer frente a las tentaciones, profundidad en las convicciones cristianas, fervor en el amor a Dios y en la entrega y servicio a los demás. Todas las virtudes de Jesús están ahí al servicio de todos los que quieran acudir («Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco», nos dice). Es una invitación, una presencia ofrecida; sólo producirá efecto en quienes la acepten. La pérdida de esta devoción eucarística sería una lamentable y gran privación (J. DELICADO BAEZA, En medio de las plazas, p. 60).
Muchos cristianos, exponiéndose a grandes peligros y padeciendo muchas fatigas, emprenden largas jornadas sólo con el fin de visitar los lugares de la Tierra Santa en que nuestro Salvador nació, padeció y murió. ¡Ah, y cómo es-tos santos excesos acusan nuestros descuidos y nuestra ingratitud! Pues dejamos muchas veces de visitar al mismo Señor que habita en las iglesias pocos pasos distantes de nuestras casas (SAN ALFONSo M.~ DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 23).
Y entró Jesús en el templo. Esto era lo propio de un buen hijo: pasar enseguida a la casa~de su padre, para tributarle allí el honor debido. Como tú, que debes imitar a Jesucristo, cuando entres en una ciudad debes, lo primero, ir a la iglesia (SAN JUAN CRISÓSTOMO, en Catena Aurea, vol. III, p. 14).
Durante el día, los fieles no omitan el hacer la visita al Santísimo Sacramento, que debe estar reservado en un sí-tío dignisimo con el máximo honor en las iglesias, conforme a las leyes litúrgicas, puesto que la visita es prueba de gratitud, signo de amor y deber de adoración a Cristo Señor, allí presente (PABLO VI, Enc. Mysterium fidei).
¡Ah!, y ¿qué haremos, preguntáis algunas veces, en la presencia de Dios Sacramentado? Amarle, alabarle, agradecerle y pedirle, ¿Qué hace un pobre en la presencia de un rico? ¿Qué hace un enfermo delante del médico? ¿Qué hace un sediento en vista de una fuente cristalina? (SAN ALEONSO Mª. DE LIGORIO, Visitas al Stmo. Sacramento, 1).
Remitido Por Juan F. Cabrera