Ven,
Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo.
Padre
amoroso del pobre, don en tus dones espléndido;
luz
que penetra las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven,
dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo,
tregua
en el duro trabajo, gozo que enjuga las lágrimas
y
reconforta en los duelos.
Entra
hasta el fondo del alma, divina luz, y enriquécenos.
Mira
el vacío del hombre si tú le faltas por dentro.
Mira
el poder del pecado cuando no envías tu aliento.
Riega
la tierra en sequía, sana el corazón del enfermo;
lava
las manchas, infunde calor de vida en el hielo,
doma
el espíritu indómito, guía al que tuerce el sendero.
Reparte
tus siete dones, según la fe de tus siervos;
por tu
bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito;
salva
al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.”
De las oraciones
predilectas del Papa Juan Pablo II.