(Jn 10-11,17; Ct 1-7)
Pastor
enamorado, cuyos brazos
manchó de sangre la ovejuela herida,
cuya flauta en cantares encendida
la llamó por zarzales y eriazos;
que
persiguiendo misteriosos trazos
descendiente a su lóbrega guarida
y al secreto lugar de tu manida
la condujiste en apretados lazos;
que con
beso de paz la retuviste
y en dulce soledad la alimentaste
y con cíngulo estrecho la ceńiste:
no
devuelvas el robo que robaste;
guarda el Amor que con Amor venciste
y el corazón que con dolor ganaste.