¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

Rev. Jules V. Simoneau, S.S.S.

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

[La acción de gracias de W. A. Bouguereau]Si me preguntaras cuál es la oración mejor y más corta que pudieras ofrecer a Dios en todo tiempo y en todo lugar, sin titubear yo te daría la respuesta en seis palabras: ¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

Y entusiastamente te exhortaría para que repitieras estas palabras ardientes durante todas las horas que pases despierto. Nada puede ser más grato a Dios, ni tan edificante para ti que tales actos de amor frecuentes y fervorosos.

 

Al principio estas palabras pudieran parecerte mecánicas, o sonar artificiales en tus labios, pero a fuerza de repetición pronto llegarían a convertirse en tan significativas para ti, como en realidad lo son.

 

¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO! No existe un pensamiento que valga la pena, sentimiento o aspiración que estas palabras no puedan comunicar hasta Dios, de ti. En tus labios y en tu corazón pueden convertirse en la fórmula y la expresión de toda virtud y de todo deseo. Precisamente porque significan lo que significan, estas palabras pueden expresar un sin número de otros significados que pueden cobrar para ustedes. ¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO!... Es decir, creo en Ti, te adoro, espero en Ti, siento haberte ofendido... Te amo en esta alegría, en este dolor, en esta desilusión... Quiero amarte y hacer que Te amen más y más. Sí, esto y mucho más es lo que quieres decir cada vez que digas: ¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO!

 

¿Por qué es esta oración corta, o aspiración, tan rica en significados y bendiciones de toda naturaleza? ¿Por qué quisiera yo que tú siguieras repitiéndola innumerables veces? Porque es la expresión perfecta de la caridad, la mayor de las virtudes, y cada vez la estarías aprovechando en el corazón así en los labios, y estarías cumpliendo con el mayor de todos los Mandamientos. Recordarás que un día, cierto Doctor de la Ley, deseando someter a prueba a Jesús, se acercó a El preguntándole: ¿Cuál Mandamiento de la Ley de Dios es el mayor?

 

Citando palabra por palabra de Deuteronomio, uno de los Libros del Antiguo Testamento, Jesús dio la tan conocida respuesta: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Este es el mayor de los Mandamientos y el primero.

 

Sabrás, que el amar a Dios es la única finalidad adecuada de nuestra existencia.

 

Así como las aves fueron creadas para velar y los peces para nadar y las estrellas para iluminar el cielo, así nuestros corazones fueron creados para amar a Dios. Para poder alcanzar esta finalidad, recibimos en el Bautismo, junto con la gracia santificante, las virtudes teológicas de la fe, esperanza y caridad, así como todos los demás dones y las virtudes necesarias para vivir la vida sobrenatural. Las probabilidades son sin embargo, que todas estas virtudes infundidas en nosotros no se desarrollen ni crecerán en nuestras almas como debieran, si no tenemos el cuidado o la precaución de llevar a cabo actos correspondientes. De allí la importancia de multiplicar nuestros actos de fe, esperanza y caridad. Pero, como venía diciendo, un acto de amor puede incluirlo todo.

 

¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO! Todos los santos han vivido y han muerto con estas palabras en sus corazones si no en los labios. San Agustín nunca pudo dejar de admirarse de que Dios infinito nos hubiera mandado a nosotros los pobres pecadores que le amásemos. "¿Quién soy, ¡Oh Dios mío!, para que Tú me mandes que te ame y amenazarme con tu ira si no Te amo?".

 

San Juan de la Cruz solía decir que "el menor movimiento de amor puro es de mayor valor para la Iglesia que todas las obras juntas". A punto de despachar a sus misioneras al Nuevo Mundo, Santa Magdalena Sofía Barat les dijo: "Si solamente lograran ir hasta donde pudieran establecer un solo Tabernáculo, y lograr de un solo pobre ser salvaje un único acto de amor, ¿no sería esto una felicidad tan grande que perduraría por el resto de sus vidas y conseguiría para ustedes el mérito abundante para toda la eternidad?".

 

Santa Teresa del Niño Jesús que murió con este mismo acto de amor en sus labios ¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO! previamente había afirmado: "solamente existe una cosa única que debemos hacer durante este breve día, o mejor bicho, esta breve noche de nuestra existencia: es amar, amar a Jesús con toda la fuerza de nuestro corazón y salvar almas para El, para que El sea amado". El Beato Eimardo había dicho en confianza "Me ha parecido que moriría feliz si mucho amara a la Eucaristía y a la Santísima Virgen."

 

Si quieres vivir y morir como los Santos en amor y gozando de la amistad de Dios, también tu deberás adquirir y cultivar la costumbre de hacer fervientes actos de amor cada día de tu vida, recordando siempre que uno sólo de actos puede borrar no solamente tus pecados diarios y tus imperfecciones, sino todos los de una vida entera siempre y cuando naturalmente tengas la intención de hacer una buena confesión en cuanto te sea posible. Recuerda al buen ladrón en la cruz, él hizo un acto único de amor perfecto. Allí en ese momento el Cristo Moribundo lo canonizó. "Este día, El le aseguró, estarás conmigo en el Paraíso".

 

¿Qué sería más fácil y más meritorio a la vez que decir: ¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO! cuando te levantes en la mañana o cuando te retiras por la noche, en tu alegría y en tu pena, en la salud y en la enfermedad, en la Iglesia o en el hogar, en el juego o en el trabajo, en la calle o en la tienda, en todas tus actividades durante las idas y venidas del día?

 

Una vez que hayas adquirido el hábito de hacer actos frecuentes de amor, puedes implantar y alentar ese mismo hábito entre tus amigos, parientes y conocidos, principalmente los enfermos y moribundos, entre los niños en el hogar y en la escuela. Si a los niños en la escuela y en el hogar se les enseña por medio de la palabra, ejemplo y alentándoles, la costumbre de decir frecuentemente con fervor estas seis palabras: ¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO! Su educación en verdad se verá coronada de éxito perdurable y se multiplicarán las vocaciones.

 

¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO! Piensa en la gloria que puedes dar a Dios, del bien que puedes hacer a las almas en la tierra y en el Purgatorio, si constantemente repites este acto de amor en todo tiempo y en todo lugar y animas a tantos como puedas para que hagan otro tanto. Piensa en las bendiciones que lloverían sobre tu parroquia y tu patria si de cientos de fieles y miles de ciudadanos, continuamente se elevaran actos de amor hacia Dios.

 

Déjame asegurarte una vez más que si sigues diciendo frecuentemente y de corazón estas seis palabras, ¡OH DIOS MÍO, YO TE AMO!

Él en verdad te hará muy santo y feliz en el tiempo y la eternidad.

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

¡Oh Dios Mío, Yo Te Amo!

 

Ilustración de esta página: La acción de gracias de William Adolphe Bouguereau. 1867. Museo de Arte de Filadelfia. Renaissance Café.

Colaboración de Piera

 

Volver al índice