La Vocación
Hay
una experiencia que compartimos todos los seres humanos, todos nos hacemos preguntas.
A todos nos inquieta el futuro, nuestro futuro, mi futuro. Me gustaría tenerlo todo
claro, todo decidido, todo conseguido, pero la verdad es que no es así. En nuestra
vida hay innumerables dudas. Pero entre todas ellas, hay una que posiblemente sea
la que más nos aprieta:
¿Qué
seré?
¿A qué
me dedicaré en la vida para conseguir mi mayor objetivo, que es ser feliz?
¿Qué
tengo que hacer para llevar a cabo los deseos y anhelos más íntimos de mi corazón,
incluso aquellos que seguramente no me he atrevido a contar a nadie?
Todos
necesitamos encontrar el sentido de nuestra vida, es decir, aquellos ideales por
los que yo me decido libremente, y los convierto en mi razón fundamental para vivir
y para actuar. La consecución de esos ideales se convierte para mí en apasionante
motivo para luchar, esforzarme y superar las dificultades. Conseguirlo me hace feliz,
da sentido a mi vida.
Pero
esta búsqueda no siempre es fácil. Hay momentos en los que lo tenemos todo muy claro,
pero en otros la confusión nos invade. Muchas personas se rinden en el camino y
se conforman con encontrar pequeñas satisfacciones al momento actual y renuncian
a construir un proyecto de felicidad, pero también es cierto que otros muchos, con
tenacidad y constancia intentan caminar entre las dudas, y encuentran la luz.
Y en
esta búsqueda los cristianos sabemos que no estamos solos. Dios, que no es una idea,
ni un concepto, ni un mito; sino que, como dice el Catecismo, es nuestro Padre,
vivo real y presente en la historia de los hombres, es quien nos ha llamado a la
vida, y quien en el fondo ha puesto en nuestro corazón esas semillas de inquietud
por conseguir unos ideales. Por eso, caminar con ese empeño nos hace felices, porque
en el fondo es hacer fructificar las semillas depositadas por nuestro Padre en nosotros.
Es responder a vocación a la que Dios nos llama.
Porque
la vocación es eso, la llamada que Dios, que es Padre, nos hace a cada uno de nosotros
a vivir nuestra vida según el proyecto que nos ofrece a cada uno de sus hijos
Cada
uno de nosotros no estamos en el mundo por casualidad. Dios nos llama personalmente
a cada uno a vivir en este mundo, con un proyecto más grande, llegar a vivir la
plenitud junto a Él.
Por
el Sacramento del Bautismo somos hijos amados de Dios. Por tanto podemos llamar
a Dios, Padre; y a todos los demás hombres y mujeres, les reconocemos como hermanos.
El bautismo es una llamada a formar parte de un Pueblo, el Pueblo de Dios; a vivir
como Comunidad, no vamos por libre y en solitario; a formar parte de la Iglesia,
cuya cabeza es el mismo Cristo, el primer llamado y el que ha vivido la vocación
de una forma más perfecta.
Si somos
capaces de valorar nuestra vida como regalo de Dios, regalo único e irrepetible,
seremos capaces de reconocer que la fe es un nuevo regalo que nos ofrece nuestro
Padre. Entonces seremos capaces de salir al encuentro de Cristo, que se ha hecho
hombre para encontrarse con nosotros y manifestarnos el amor de Dios a sus criaturas.
Este encuentro nos hará descubrir que a cada uno de nosotros Cristo nos llama a
una misión, llevar a mis hermanos la Buena Nueva de la salvación. Como en otro tiempo
hizo con los Apóstoles, hoy nos dice a nosotros, "Id por todo el mundo...Anunciad
el Evangelio de la salvación a vuestros hermanos....Sed mis testigos".
La vocación
cristiana es la llamada de Cristo a seguir su misión, esto es, a ser Sal de la tierra
y Luz del mundo
El Papa
Juan Pablo II ha dicho que "toda vocación cristiana encuentra su fundamento
en la elección gratuita y precedente de parte del Padre. Él, como podemos leer en
la Carta a los Efesios, nos eligió en Cristo para que fuéramos su pueblo... él nos
destinó a ser adoptados como hijos suyos, por medio de Jesucristo. La historia de
toda vocación cristiana es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre,
entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que responde a Dios en
el amor".
Para
ser "sensibles" a la vocación es necesario "estar en la onda de quien
nos llama", esto es:
Descubrir
que Dios es nuestro Padre. Dios no es un concepto, una idea, una fuerza anónima
o un elemento de la mitología mas o menos fantástico. Dios, así nos lo vemos en
el Antiguo Testamento y así nos lo presenta Jesús, es un ser personal, vivo, que
ama y dialoga con sus criaturas. Y a quien en presente le presentamos nuestras súplicas,
le damos gracias y le sentimos cerca.
Profundizar
en el conocimiento de Jesucristo; tomar la determinación de seguir sus huellas,
abriendo nuestra vida a la salvación y vivir la fe cristiana, es decir, vivir comprometidos
con Cristo Jesús y fiándonos plena y gozosamente en él.
Es necesario
ser sensibles a los problemas de nuestros semejantes, problemas materiales como
la pobreza, la marginación o la injusticia, pero también problemas espirituales
como pueden ser el hambre de Dios o la falta de valores, con la seguridad de que
en nombre de Jesús también nosotros podemos tener una palabra o un gesto eficaz
de salvación para nuestro mundo. Con todo lo que hemos dicho resulta fácil afirmar
que todo proyecto de vocación cristiana pasa por pertenecer a la iglesia, es decir,
formar parte de una comunidad de hombres bautizados, hombres y mujeres que han aceptado
el proyecto de Jesús en sus vidas y se esfuerzan por vivirlo cada día de forma más
plena.
En nuestra
Iglesia, además, cada uno tenemos un puesto único. Dios acostumbra a llamar por
nuestros propios nombres. Cada uno tenemos una responsabilidad. Cada uno debemos
preguntarnos:
La Iglesia
tiene una misión de salvación en el mundo. Pero cada cristiano vive esa misión de
una forma concreta según la llamada de Dios. Así lo dijo san Pablo en su carta a
los Efesios (Ef. 4,11-13).
De acuerdo,
yo quiero seguirte; pero ¿por dónde? En la Iglesia existen tres caminos de realización
de la gracia del Bautismo. Tres vocaciones necesarias para la vida de la misma.
Tres caminos de realización cristiana:
El Sacramento
del bautismo es una llamada de Dios a participar del ser y de la misión de Jesucristo.
Es una llamada a la configuración progresiva con Cristo.
Esto
le da al seglar una capacidad de ser otro Cristo en el mundo. Allí donde un cristiano
realiza su misión conscientemente está presente la Iglesia de Jesucristo.
El campo
de acción del seglar es el mundo: la vida profesional, el centro de estudios, el
barrio, la política, la familia etc...
Dios
llama a hombres y mujeres a seguirle radicalmente con un estilo propio de vida.
Son
cristianos que quieren seguir a Cristo en pobreza, no tener nada propio, sino al
servicio de los demás; obediencia, vivir en disponibilidad total a la voluntad de
Dios mediatizada en los superiores y la castidad, no formando una familia, pero
dándose en un amor universal. Y todo ello viviendo en comunidad, es decir, en familia,
entre hermanos.
Esta
vocación se desarrolla con matices propios según el carisma del Fundador de una
u otra congregación o instituto de vida consagrada. Los Fundadores han sido profetas
que han sabido seguir a Jesucristo radicalmente en una época histórica concreta.
Podemos recordar a muchos, por ejemplo Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Ignacio
de Loyola, Vicente de Paúl, Teresa de Calcuta, etc...
El sacerdote
es un hombre llamado por Jesús a ser todo para todos. Es un ministerio que se realiza
como colaboradores del Obispo, sucesor de los Apóstoles. El sacerdote recibe el
sacramento del Orden Sacerdotal mediante la imposición de las manos. Este gesto,
realizado desde el principio por los Apóstoles, le une a una cadena sucesiva de
hombres que han guardado la fidelidad a la tradición de la Iglesia; es decir, han
querido ser fieles a los orígenes del cristianismo.
El sacerdote
tiene en la comunidad tres funciones:
Predica
la Palabra: Habla en nombre de Jesucristo para que quienes le escuchan le conozcan
y se puedan convertir a él.
Preside
los Sacramentos: Actúa en nombre de Jesucristo ante la comunidad. Preside la Eucaristía
en la que proclama la Palabra de Jesús y parte y reparte a la comunidad el Cuerpo
de Cristo, perdona los pecados, en nombre de Dios, y así en los demás Sacramentos.
Es Pastor y Guía del Pueblo: Aconseja, reprende, ilumina la fe, etc. Es decir, es el buen pastor que conoce a las ovejas y estas le conocen a él.
Si te
inquieta vivir tu vocación cristiana, se sincero, paciente, humilde y valiente contigo
mismo y pregúntale a Jesús:
Señor,
¿qué quieres que haga con mi vida?
¿Cuál
es mi vocación?
¿Dónde
y cómo podré servirte a ti y a los demás más y mejor?
La vocación
es llamada de Dios. Pero hemos de tener la valentía de ponernos ante Él y preguntarle
cuál es su voluntad.
La mayor
alegría de un cristiano es poder decir un día: "Gracias, Señor, por encontrar
mi vocación", pues en definitiva ha encontrado su forma concreta de realización.
¿Qué
vocación? Eso es cosa tuya y de Dios, pero no olvides que ya hay muchos jóvenes
(y algunos no tan jóvenes) que te están diciendo: ¡SOY FELIZ!
¿Y tú?,
¿has empezado a buscar?, ¿has encontrado tu vocación?, ¿TE HAS DECIDIDO?
Pero,
sobre todo, no lo olvides, ÁNIMO, pues el resultado de tu búsqueda es tu camino
para alcanzar la felicidad, y seguramente la de muchos más!
Remitido
por: Juan Francisco