En los dos primeros
capítulos de Mateo hay cinco sueños, y cinco mensajes significativos a través
de ellos.
En el primero
(1:20-24), un ángel del Señor anuncia a José que no repudiase a María, por
causa de su embarazo, porque lo que en ella había sido engendrado era del
Espíritu Santo. El segundo (2:12) está dirigido a los magos orientales para que
no avisasen a Herodes dónde se hallaba el niño Jesús. En el tercero (2:13), un
ángel apareció a José para decirle que huyera a Egipto con el niño y su madre,
porque Herodes buscaría al Niño para matarlo. En el cuarto (2:19), un ángel se
apareció a José para que regresaran de Egipto, porque habían muerto los que
procuraban la muerte del Niño. Y en el quinto (2:22), se le avisó a José que se
fueran a residir a la región de Galilea.
Cinco sueños
providenciales, cinco voces de alerta que dirigieron los personajes en medio de
circunstancias adversas, para que el propósito de Dios se cumpliera.
Parecen tan frágiles un
hombre, una mujer y un niño, y parecen tan temibles las fuerzas de un Herodes
enfurecido. Sin embargo, un solo movimiento de la mano de Dios, un aviso
oportuno, un mensaje en un sueño, son suficientes para burlar el mal y poner un
escudo alrededor de los que Él ama.
Cuando el propósito de
Dios está involucrado, bien pueden gozarse los hombres en su pequeñez e
indefensión, que Él es suficientemente poderoso para guardarlos. Cuando el
corazón de Dios ha quedado prendado en la tierra por algunos hombres (porque
sus delicias son con los hijos de los hombres), no importa que éstos sean
débiles en grado sumo, no hay fuerza en el universo, ni de ángel ni de demonio,
capaz de herirles, porque Dios mismo les guarda.
Piera.
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