Fr. Nelson Medina, O.P.
1. Considero un deber expresar explícitamente el agradecimiento por
la labor de quienes han sido pioneros en lo pertinente al Consejo de Formación
y la Formación Permanente, especialmente al P. Adalmiro Arias y a nuestros
últimos Priores Provinciales.
2. En términos generales puede decirse que los frailes hemos tomado
mayor conciencia de la formación como un proceso que abarca el conjunto de
nuestra vida y que no puede considerarse terminado con los estudios y
procesos de la formación institucional.
A ello han
contribuido factores exógenos y endógenos. Entre los primeros se cuenta el ritmo mismo de la vida moderna, que nos
apremia a una actualización continua en términos de ideas, métodos, recursos y
esquemas mismos de pensamiento. También está ahí el aumento de la oferta de oportunidades de formación y estudio desde
las instancias eclesiales o de las organizaciones no-gubernamentales: talleres,
simposios, conferencias, diplomados, y otros más.
Son
factores endógenos, en cambio, una mayor permeabilidad
a las continuas invitaciones de la Orden y un cierto gusto por determinados tópicos, lecturas o estudios particulares,
cosa que con frecuencia conduce a la solicitud de estudios especializados.
3. Si bien hay que agradecer este avance, hay que decir que, en general nuestras
agendas desalientan las iniciativas comunitarias en la línea de la
formación permanente.
El
Provincial constata a menudo que es difícil lograr una asistencia satisfactoria
si no se utiliza una cierta “presión”, explícita o implícita, y aun así lo más
frecuente es que en las reuniones abunden las excepciones en términos de llegar
tardíamente y retirarse tempranamente.
Quizá no
todo pueda atribuirse a las agendas; parece haber el sentimiento de que lo que organizamos nosotros carece de
seriedad y de capacidad para aportar algo realmente nuevo y válido.
En paralelo
con este hecho suele darse el desaliento
de los frailes que podrían ofrecer algo interesante y original. No es raro
que las valoraciones vengan casi siempre “de fuera” y las críticas, sospechas,
indiferencia o burlas, “de dentro”. Con todo, tenemos también contraejemplos
notables y alentadores que nos invitan a creer que semejante asimetría
valorativa está cambiando.
El Prior
Provincial, el Síndico de Provincia, el Regente de Estudios y los Priores y
Superiores han liderado o dirigido la mayor parte de las actividades propias de
la formación permanente en este tiempo de provincialato. Son ellas: encuentros,
estudios de especializaciones, estudios complementarios, jornadas y retiros.
1. En el rango de los Encuentros
hablamos de:
2. Sobre los estudios de
especialización puede informar el Regente de Estudios.
3. Llamamos estudios
complementarios a los diplomados, simposios o cursos no académicos a los
que en diversos lugares se inscriben y en los que participan los frailes
animados por los Priores y Superiores, o por su propia iniciativa. Esto incluye
estudio de idiomas, talleres de discernimiento, formación de formadores,
preparación en planes pastorales, temas de justicia y paz, y similares
4. Hemos mejorado también en los coloquios
conventuales o inter-conventuales.
Por iniciativa del Provincial o del Moderador de Estudios, especialmente, hemos
escuchado a conferencistas y profesores de talla internacional, como Félix
Struick, Guy Bedouelle, Antonio Solórzano, Abelardo Lobato y Bento Domínguez.
El ambiente ha sido de acogida fraterna, aunque podría mejorarse mucho en la
socialización de las conclusiones y propuestas que de allí nacen.
5. Otro espacio que cobra mayor fuerza es el de las actividades académicas complementarias en el ámbito de la
Universidad Santo Tomás. Cursos libres, sesiones de conferencias,
conversatorios o mesas redondas son ofertas cada vez más frecuente en la USTA,
y en ellos no suelen faltar los frailes, como organizadores y/o como
participantes.
6. Cabe destacar igualmente un interés renovado en las publicaciones
escritas, espacio en el que el Convento de Cristo Rey ha adelantado una notable
labor en bien de toda la Provincia.
7. Los retiros espirituales ayudan de muchos modos a la formación
permanente, sobre todo cuando se preparan comunitariamente y se garantiza de
algún modo la calidad de sus contenidos (invitados especiales, horarios
apropiados, predicación más intensa, ambiente de genuino recogimiento). Por
experiencia personal y a la vista del bien que todos recibimos, puedo agradecer
a Dios y a quienes han promovido esta actividad tan nuestra.
Deseo
llamar la atención sobre tres puntos concretos.
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