Un buen
hogar siempre estará donde el camino esté lleno de paciencia, donde la almohada
esté llena de secretos, donde el perdón esté lleno de rosas.
Estará donde el puente se halle tendido para pasar, donde las caras estén
dispuestas para sonreír, las mentes activas para pensar y las voluntades
deseosas para servir.
Un buen hogar siempre estará donde los besos tengan vuelo y los pasos, mucha
seguridad.
Donde los tropiezos tengan cordura y los detalles, significación.
Donde la ternura sea muy tibia y el trato diario muy respetuoso.
Donde el deber sea gustoso, la armonía contagiosa y la paz dulce.
Un buen hogar siempre estará donde el crecimiento sea por el mismo tronco y el
fruto por la misma raíz.
Donde la navegación sea por la misma orilla y hacia el mismo puerto.
Donde la autoridad se haga sentir y, sin miedos ni amenazas, llene la
función de encauzar, dirigir y proteger.
Donde los abuelos sean reverenciados, los padres obedecidos
¡y los hijos vigilados!
Un buen hogar siempre estará donde el fracaso y el éxito sean de todos.
Donde disentir sea intercambiar y no guerrear.
Donde la formación junte los eslabones ¡y la oración forme la cadena!
Donde las pajas se pongan con el alma y los hijos se calienten con amor.
Donde el vivir esté lleno de sol y el sufrir esté lleno de fe.
Un buen hogar siempre estará en el ambiente donde naciste, en el huerto donde
creciste, en el molde donde te configuraste y el taller donde te puliste.
Y muchas veces será el punto de referencia y la credencial para conocerte,
porque el hogar esculpe el carácter, imprime rasgos, deja señales y marca
huellas.
Las vetas y el cimiento dejados por un buen hogar son indestructibles.
Los principios parecen como grabados en hierro. La fe, como cincelada en
roca. Y el amor, llevado como bandera.
Es montar el barco más seguro para navegar el mundo, de otra manera sería
navegar con un timón titubeante, una brújula indecisa y la quilla rota.
Con buenos hogares se podría salvar al mundo, porque ellos tocan a fondo la
conducta de los hombres, la felicidad de los pueblos y la raíz de la vida.
Aunque hay excepciones, ese hogar primero, hogar tronco, nunca se pierde:
¡te lo llevas en el alma!
Nunca se oscurece: queda en las luces que te alumbran el camino.
Nunca se lo lleva el viento: queda prendido en tu raiz.
De ese hogar tronco salen las grandes alas que te permiten volar y hacerte
águila. De ese hogar tronco salen los principios fuertes que enmarcan tu
figura para hacerte gigante. De ese hogar tronco sale esa fuerza de la fe
que resplandece para hacerte estrella.
¡De ahí salen obras maestras!
Porque ahí se gestan los grandes valores del mundo, ahí se incuban las almas de
resistencia, de temple y de fe. De ahí salen los grandes conductores de la
humanidad ¡y los grandes seguidores de Cristo!
El hogar, hoy en día, es una prioridad pues, como la buena tierra,
¡da lo que le siembran!
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