Ser vulnerable

Ser vulnerable no es ser débil. Al contrario, sólo una persona firme y madura puede permitirse conocer su propia vulnerabilidad, aceptarla y dejar que se sepa. La persona débil oculta su debilidad, evita los ataques y erige defensa para protegerse y poder huir. Una armadura pesada siempre esconde un carácter débil.

Durante mis estudios de matemáticas tuve ocasión de observar a profesores de todo tipo. El mejor de todos ellos era un verdadero sabio en la materia, lo sabía todo y lo entendía todo, era genial en sus demostraciones y encantador en sus constantes equivocaciones al hacer los cálculos más sencillos.

Recibía de buena gana cualquier sugerencia. Sabía la asignatura y mucho más que la asignatura, y sabía que sabía, y sabía que nosotros sabíamos que sabía, y eso le permitía mostrar su ignorancia llegado el caso, en vez de tratar de disimular un error con falsos pretextos.

Era abiertamente vulnerable, y lo era precisamente porque estaba seguro de sí mismo.

La confesión de vulnerabilidad nos abre a relaciones amistosas con otras personas, ya que ellas son tan vulnerables como nosotros.

En la debilidad se esconde la fuerza, y éste es el principio de salvación en todos los órdenes.

Ser vulnerables quiere decir confesar sentimientos, admitir que no somos indiferentes a la alabanza o al desprecio, a la comodidad o a la molestia, al éxito o al fracaso; quiere decir revelar el mal humor así como el bueno, y saberse y declararse víctimas de la envidia y el enfado y el desánimo y la ansiedad.

Ser vulnerable quiere decir que no siempre nos sentimos felices, no siempre estamos de buen talante, no siempre nos dominamos, no siempre estamos seguros de lo que hacemos y porqué lo hacemos.

Ser vulnerable quiere decir ser humano.

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