¿En realidad es dulce la venganza?

[Si prefieres oír, en lugar de leer,
haz click aquí]

Una joven llamada Sally, relata una experiencia que tuvo en una de sus clases, dada por su profesor, de apellido Smith.

Al señor Smith lo conocían por su modo peculiar de enseñar.

Un día particular, Sally llego a sus clases y sabía que iba a ser un día de diversión. En la pared estaba un blanco grande, y en una mesa próxima había muchos dardos.

El profesor Smith les dijo a los estudiantes que dibujaran una imagen de una persona que no les gustara, o de alguien que los hubiera puesto furiosos, y que él les dejaría tirar los dardos a esa foto.

La amiga de Sally dibujó una foto de una muchacha que le había robado a su novio.

Otra amiga dibujó la foto de su hermanito.

Sally dibujó una foto de un amigo anterior, poniendo mucho detalle en su dibujo, hasta le dibujó las espinillas de la cara.

Satisfecha con el efecto que había alcanzado, se puso en la fila para tirar los dardos.

Algunos de los estudiantes lanzaron sus dardos con tal fuerza que sus blancos fueron rasgados.

Sally miraba adelante en espera de su turno, pero se llenó de decepción cuando el profesor, debido a límites de tiempo, pidió que los estudiantes volvieran a sus asientos.

Ella se sentó muy enojada porque no había tenido ocasión de lanzar ningún dardo a su blanco.

El sr. Smith comenzó a quitar los blancos de la pared.

Por debajo del blanco estaba una foto de Jesús. Un silencio cayó sobre el salón mientras que cada estudiante vio la foto destrozada de Jesús: los agujeros y las marcas dentadas cubrieron su cara, y sus ojos fueron perforados.

Y el profesor dijo solamente estas palabras: “Si a uno de tus semejantes le haces un daño, me lo haces a mí” (Mateo 25,40).

 

Más Valores