Un Pájaro Herido
—consolando a una amiga—
Te
sientes como un pájaro herido por la vida.
Porque
cuando emprendiste el vuelo, te dispararon antes de llegar. Porque cuando
cerraste los ojos para buscar la luz, se te llenaron de lágrimas. Porque cuando
te sentaste al borde del camino, viste pasar mucha gente y ninguna se fijó en
ti.
Eres
un pájaro herido porque el amor que era tu mundo se desplomó de golpe, y el
nido se te quedó vacío, el corazón hueco y las cosas sin sentido.
Eres
un pájaro herido porque aquellas palabras injustas y duras se te metieron en el
pecho con más fuerza que una bala explosiva.
Eres
un pájaro herido porque la tierra sin aguas se volvió sequía, la semilla sin
fruto se volvió cáscara y el jardín sin flores se volvió aridez. Y esos sueños
llenos de esperanza se te han caído por tierra.
Estás
herida porque has tenido un derrumbe, porque el camino, sin el rumbo que
querías, se te ha vuelto pesado; sin la luz que te alumbraba, se te ha vuelto
gris. Y el deber se te ha hecho fatigoso, y el tiempo interminable, y la vida
lágrima, y la lágrima soledad, y la soledad vacío.
Eres
un pájaro herido, pero estás viva. Todavía puedes resurgir, despejar, volar,
reconstruirte.
Para
eso sólo tienes que buscar a Dios, pero mirando una estrella. Elaborar un
proyecto, pero que sea de fe, de salvación, de dar algo a los demás. Tienes que
situarte en la parte más alta de tu cruz y mirar desde ahí la justa proporción
de las cosas.
Eres
un pájaro herido por la vida, pero no encerrado en una jaula, no atrapado por
una imposición, no sujeto por algo irremediable.
Tienes
todo el espacio para encontrar a Dios. Tienes alas que te pertenecen y toda la
inmensidad para volar. Y tienes a tu disposición una sonrisa para sembrarla en
el dolor.
Sonrisa
de dulzura, para la resignación. Sonrisa de acatamiento, para la rebeldía.
Sonrisa de paz, para lo mandado por Dios. Sonrisa de aceptación y de serenidad,
para tu alivio y tu desconsuelo.
Cuando
al dolor le nace una sonrisa, se le enciende una luz y se le sale la virtud.
Prueba y verás que el dolor adquiere una gran dimensión humana cuando se sonríe
con él, cuando se enseña lo que se puede hacer, para que no resulte inútil.
Aunque
seas un pájaro herido, ponle una sonrisa a la tristeza de vivir. Una sonrisa
que enlace el dolor con el amor y con la fe. Y puedan ir juntos caminando por
el mundo.
Hay
que tratar de iluminar el dolor y convertirlo en algo grande, vibrante, enriquecedor.
Porque en él se talla la vida, se curte la virtud, se crece por dentro, se
humanizan los sentimientos. Se hacen obras maestras con los chispazos del
dolor, y se llenan muchos espacios del espíritu que teníamos vacíos. Y se nos
facilita meternos en esos quejidos de nuestros semejantes, que ya conocemos y
que casi nadie oye. Y se aprende a divisar tras la mirada del que sufre como en
un libro abierto.
Porque
cuando se le sonríe al dolor, se trepa una rosa a la cruz, se el cuela un lucero
a la lágrima, se le abre vuelo a las alas y se le filtra cielo a la pena.
Esa
sonrisa en el dolor es la llamita que encendemos para nosotros y para todas las
velitas que pasan a nuestro lado.
El
dolor es una raíz que se enrosca. La sonrisa sobre él, es ese aceite suavizante
que la va despegando y colocando en dirección correcta.
El
dolor es oscuridad cerrada. La sonrisa sobre él es una penumbra tibia, un resplandor
de amanecer, un despegue para subir ¡y quizás hasta la fuerza de un águila para
remontarse!.
Aunque
te sientas un pájaro herido por la vida, no hagas tu dolor compacto: déjale
resquicios para el aire, para el sol, para las emociones.
Ese
dolor a veces puede ser el nervio de tu quehacer diario, el motivo de tus obras,
el pedestal de tu bandera y el salvoconducto de tu salvación. Todos tenemos en
la vida un poco de fracaso y un poco de esperanza, un poco de derrota y un poco
de sueños, un poco de vencidos y un poco de esfuerzo. Siempre una tendencia a
hundirnos y otra irrefrenable de llegar al infinito.
Algo
hay en los ojos del dolor que engrandece a las personas. Un dolor sonreído es
algo incomprensible para los descreídos.
El
dolor, aunque queramos vivirlo secreto, personal, íntimo, es cotidiano, natural,
universal.
La
sonrisa en el dolor anuncia la mañana, la posibilidad del sol, el alivio para
respirar. Porque el dolor te desgaja, pero retoñas. Las rosas se deshacen, pero
vuelven a nacer. La vida se apaga, pero vuelves a encenderte. Las aguas se
crecen, pero toman su nivel.
Todos
necesitamos el coraje para sostenernos y poder resucitar. Todos necesitamos el
valor para enfrentar la vida y seguir adelante. Todos necesitamos el temple
para ver llegar las penas del destino y no perder el paso. Todos necesitamos
retar al dolor con entereza, pero necesitamos sonreír.
Todos
podemos llenar nuestra copa y endulzarla.
Todos
podemos tapar los gemidos con oración.
Todos
podemos soportar el dolor con tu luz por dentro.
Todos
podemos sostener la cruz, injertándole rosas.
Y
todos podemos pararnos ante el mundo una y otra vez, ¡y dar un testimonio!.
¡Pero
necesitamos sonreír!.
(Remitido
por Piera F.)