¿A quién le gusta
respirar una atmósfera contaminada? ¿Qué padre responsable daría a sus hijos
alimentos adulterados? En el ámbito de la información, de los conocimientos, de
las ideas, no todo es agua transparente, cristalina.
La inteligencia humana, de modo natural, tiende al
conocimiento de la verdad. Sin embargo, las personas se encuentran,
frecuentemente, ante mentiras, verdades a medias, intereses creados, etc., que
distorsionan el conocimiento de la realidad.
En el itinerario mental para aprender a pensar, una parada
obligatoria es detectar la manipulación, la falsedad. Dotar a nuestros hijos de
un sano sentido crítico, que les permita descubrir los errores que subyacen
bajo una aparente capa de verdad.
No se trata, es obvio, de ir desconfiando de la gente por
sistema, sino de ir utilizando nuestra propia mente en la maravillosa aventura
de profundizar en la verdad. Irse habituando a examinar con atención la
información que nos llega; someter las ideas, opiniones y propuestas a un
análisis crítico; indagar por debajo de la superficie; contrastar datos,
cifras. El objetivo sería, por tanto,
Habrá
que distinguir entre lo esencial y lo discutible u opinable. Hay muchas
cuestiones, de índole práctica, que no son verdaderas ni falsas en sentido
estricto, sino que permiten variadas soluciones, todas ellas respetables. Se da
por supuesto, en consecuencia, la existencia de un amplio campo de aspectos que
permiten soluciones plurales -políticas, económicas, culturales, organizativas,
etc.-.
Se entiende por esencial todo lo que
afecta a la integridad corporal y espiritual de las personas.
Fijemos la atención ahora en tres áreas
de frecuente contaminación:
Una
primera forma de esquivar la verdad o la objetividad, es mediante el recurso a
determinadas palabras o frases breves. Por ejemplo, la descalificación de
personas, grupos o instituciones, colocándoles una «etiqueta» de connotaciones
peyorativas. El que la arroja, no aporta argumentos ni datos objetivos;
simplemente, intenta descalificar amparándose en una palabra generalmente
ofensiva:
-
«Fulano es un retrógrado».
-
«Ese hombre es un fascista».
Los eslóganes son frases concisas, pensadas para incitar a las
personas a realizar un determinado comportamiento o cambiar una actitud. Lanzan
unos mensajes incisivos que, considerados en sí mismos, no son positivos ni
negativos. Su valoración dependerá de la finalidad. Son valiosos los eslóganes
veraces, que se orientan hacia la mejora de las personas y de la sociedad. Son
negativos -manipuladores- los que desfiguran la realidad o promueven conductas contrarias
a la dignidad de la persona.
Con cierta frecuencia se ponen al
servicio de intereses particulares, del beneficio económico, de ideologías
reduccionistas, etcétera, sin considerar el bien de las personas, el bien común
de la sociedad.
Otras veces se hacen servir unas
palabras «mágicas» o de moda, que contrastan con otras consideradas negativas.
He aquí una lista de algunas de ellas:
Palabras
negativas: Obediencia.
Limitación. Conservador. Intransigencia. Anticuado. Viejo. Pasado. Fracaso.
Fanatismo.
A la hora de hacer un discurso, exponer
un punto de vista, o defender una tesis, basta con componer unas frases
convincentes, hábilmente aderezadas con palabras mágicas, para que suma un
efecto asombroso.
Por el contrario, si se desea
descalificar algo o a alguien, basta construir unas frases adornadas de
palabras negativas, para que el resultado no se haga esperar.
En ambos casos, las razones objetivas o
argumentos suelen brillar por su ausencia. Sin embargo, según las palabras
utilizadas, la «argumentación» suena de modo bien distinto:
«La nueva reforma
educativa se ha elaborado en un clima de libertad y diálogo. Sentará las bases
para el éxito escolar y preparar a los jóvenes para progresar en su vida
futura».
«La reforma
educativa presenta viejas limitaciones, responde a planteamientos
intransigentes y conllevará más fracaso escolar».
Tras la verborrea de las palabras, hay
que discernir y detectar las razones y sinrazones de lo que se afirma.
El lenguaje oral puede ser también, en algún caso, portador de virus contaminadores
que una mente atenta debe aprender a detectar. Veamos un ejemplo
característico.
Podría denominarse como la «respuesta
predeterminada». Consiste en plantear astutamente una cuestión cuya respuesta
ya está prefigurada de antemano. Tal sería el caso de una pregunta formulada en
los siguientes términos:
«¿Es una locura tener hoy día más de dos hijos?».
La respuesta que se pretende primar
puede adivinarla el amable lector. Formúlese, sobre la misma cuestión, esta
otra pregunta:
« ¿Por qué los padres son tan poco generosos en relación al
número de hijos? ».
También aquí se orienta la respuesta
intencionadamente. Un debate correcto, bien planteado, debería incidir en las
causas y posibles soluciones del problema de la natalidad.
Vivimos
en la era de la comunicación. Como suele ocurrir en todo proceso científico o
cultural, los medios de comunicación -televisión, radio, prensa, etc.- pueden
tener una incidencia positiva o negativa, según estén o no al servicio del bien
de las personas.
La televisión en concreto, el mundo de
los vídeos, ha llegado a ser otro «miembro» familiar, que acapara quizá más la
atención de todos. Hay que reconocer en ella, desde luego, elementos positivos:
-
Información;
-
entretenimiento y diversión;
-
actualidad;
-
programas culturales;
-
deportes, etc.
Puede, además, servir de vehículo para
promover la solidaridad hacia otras personas, hacia la comunidad en general.
De sobra es conocido el impacto de la
imagen en las personas. Dado que los fenómenos se «ven», puede llegarse a creer
que son siempre fiel reflejo de la realidad. Ahora bien, ¿cómo puede la televisión
desvirtuar la realidad?
¿Qué se puede hacer? Únicamente
destacaremos aquí lo siguiente:
-
Informarse anticipadamente de los programas;
-
hacer una selección con criterios válidos;
-
limitar el tiempo;
-
comentar conjuntamente con los hijos algunos programas;
-
contrastar las informaciones;
-
crear una videoteca selecta, etc.
De otro lado, buscar otras alternativas
a la televisión:
-
Organizar tertulias familiares;
-
lectura de libros interesantes;
-
práctica de deportes;
-
actividades al servicio de los demás.
La conclusión sería, en definitiva,
Algo
similar ocurre con los diarios y
revistas. Detrás de cada uno de ellos, hay una determinada línea
editorial. Los hechos son como son; no obstante, una misma noticia puede ser
presentada de modo diferente según el medio que la difunde.
Debemos ayudar a nuestros hijos mayores
a distinguir mensajes explícitos e implícitos. A diferenciar información,
argumentación, persuasión, etc.
¿Cómo? Es cuestión de un poco de
tiempo, atención y paciencia. Algunas indicaciones concretas:
Es usual, en cierto tipo de revistas,
sacar a la luz la vida privada de «famosos». Los hay dotados de excelentes
cualidades humanas. Pero también otros manifiestan una conducta o ideas poco
acordes con el buen gusto y la ley moral natural. Parece de elemental prudencia
saber distinguir entre la admiración a un cantante, actor deportista, etcétera,
y sus actitudes u opiniones personales.
Por lo demás, hay en el mercado una
serie de revistas que viven de explotar los instintos primarios, son
subproductos que degradan a las personas, y que realmente, ni invitan a pensar
ni aportan nada positivo.
Por lo tanto, en lo que atañe a los
medios gráficos de información, lo más sensato es,
-
ADQUIRIR LA PRENSA QUE DESTACA POR SU
PROFESIONALIDAD, INDEPENDENCIA Y OBJETIVIDAD
-
ADQUIRIR REVISTAS QUE PROMUEVEN VALORES POSITIVOS
A
sabiendas o no, hay personas que en la vida corriente utilizan argumentos
falsos para sostener unas tesis que en realidad son poco sólidas. Se exponen a
continuación las falacias más frecuentes, a fin de que sus hijos las sepan
detectar y contrarrestar.
1. Generalización
inadecuada. La generalización es un razonamiento inductivo muy útil
en multitud de ocasiones. Generalizar es razonable, siempre que haya una base
sólida de datos o experiencias, y siempre que ante una nueva evidencia o nuevos
datos se esté dispuesto a modificar o cambiar la antigua generalización.
Hay ocasiones, sin embargo, en que la
generalización resulta falsa o poco probable, porque se basa en unos cuantos
hechos aislados o casos muy puntuales. Por ejemplo:
-
«Los estudiantes son unos vagos ».
-
«Los periódicos dicen mentiras. »
-
«Los políticos son unos personajes corruptos.»
Evidentemente, del hecho de que
«algunos» sean... no se infiere que «todos» sean...
2. Argumento
contra la persona. Es un tipo de argumento muy frecuente y de gran
poder persuasivo. En lugar de presentar las razones pertinentes en contra de
una determinada opinión, se intenta refutarla criticando a la persona que la
mantiene, o circunstancias que le afectan personalmente. Por ejemplo:
«El señor 'X' afirma que es peligroso que las jóvenes
vuelvan a casa a altas horas de la madrugada. Ahora bien, ya sabemos que ese
señor es padre de familia».
La idea que subyace en esta falacia es
que si alguien tiene un interés particular en algo por razón de su profesión,
situación familiar, etc., no puede ser objetivo sobre aquella cuestión; lo cual
no siempre es cierto.
3. Argumento
de la autoridad. Creer en algo por la autoridad de quien lo cuenta
es lo normal, se da con mucha frecuencia. Una persona con autoridad (prestigio
reconocido, conocimientos) puede efectuar afirmaciones que merecen ser tenidas
en consideración. Un médico es un experto en medicina y, por tanto, una
autoridad en su especialidad. Lo mismo se podría decir de un juez, un profesor,
etc. Ahora bien, no todos los expertos tienen la misma cualificación; habrá que
ponderar razones, actuar con prudencia.
La falacia, y por tanto la debilidad
del supuesto argumento, se hace patente cuando se recurre a una «autoridad» que
poco o nada tiene que ver con el tema. Se cae en este tipo de falacia siempre
que un científico, intelectual, artista o persona «famosa», sostiene opiniones
sobre cuestiones ajenas al motivo de su competencia o notoriedad.
4. Falacia
del poder. Se atribuye a aquellos argumentos que apelan a la fuerza
o poder (económico, político, militar, etc.), como razón convincente para
persuadir sobre la conveniencia de una afirmación. Suele utilizarse cuando no
se tienen argumentos racionales, o cuando éstos no han dado resultado. Por
ejemplo:
«Estarán de acuerdo conmigo en que no es conveniente subir
los sueldos. No parece que en las actuales circunstancias, la venta de mis
acciones pueda beneficiar los intereses de los trabajadores».
Obsérvese
que en lugar de ofrecer argumentos, lo que hay es una velada amenaza.
5. Cortina
de humo o táctica de distracción. Son intentos de apartar a las
personas del nudo central de la discusión, llevándola a otro terreno que no
guarda relación con el caso. Por ejemplo:
« Me parece muy bien que se hable de la inseguridad ciudadana;
pero ¿qué me dicen del hambre en África?».
Una variante es tratar de desacreditar
los argumentos del interlocutor llevando la atención a algún aspecto trivial,
que no afecta sustancialmente a lo que se quiere demostrar:
«Dice usted que ese país dispone de 5.000 cabezas nucleares.
De hecho, sólo dispone de 4.900. Es obvio que no sabe de lo que está hablando».
6. Réplica
irónica. En vez de responder con razones a un comentario o
afirmación, la persona en cuestión hace una réplica burlesca, con la pretensión
de ridiculizar el argumento del interlocutor. Por ejemplo:
Unos padres se quejan de que en la entrada de unos colegios
hay individuos que venden droga. A lo cual se les responde: «Quizá preferirán
que los profesores den las clases en su sala de estar».
Es suficiente. No se pretende hacer un
catálogo completo de falacias o falsos argumentos; menos aún, de ir a la caza
de brujas. Simplemente, se trata de ir adquiriendo un sano sentido crítico, de
reflexionar sobre qué se dice y por qué, no ser excesivamente ingenuos para no
dejarse convencer por el último que hace uso de la palabra. Se trataría, en
suma, de ser amigos de las personas sin faltar a la verdad.
Puede ocurrir, efectivamente, que tu
hijo tenga que leer un determinado libro, propuesto por algún profesor donde
cursa estudios. Y ciertamente, hay libros que son claramente perjudiciales.
¿Qué hacer? Caben varias soluciones:
-
Localizar otro documento (libro, ficha bibliográfica) que valore
con objetividad el libro propuesto;
-
indagar si hay recensiones o resúmenes que eviten la lectura
directa y detallada del mismo;
-
leer otro libro sobre la misma materia; comparar y contrastar
argumentaciones;
-
consultar a profesionales competentes en la materia;
-
dialogar con el hijo sobre el contenido del trabajo a realizar.
En los medios de
comunicación, a veces se presentan novedades científicas de discutible
aplicación a las personas; por ejemplo, el avance de la biogenética y sus
aplicaciones en el campo de la fecundación artificial.
La solución genérica es mediante el
diálogo, las preguntas y observaciones inteligentes, buscando apoyos sólidos.
En el caso concreto que se cita, se presenta como una vía científica para
solucionar problemas de esterilidad.
Sobre esta cuestión, y otros temas de
actualidad, hay colecciones asequibles y rigurosas que dan unos criterios
fundamentados. Por lo demás, la reflexión puede girar en los siguientes
términos:
-
¿Todo lo que científicamente se puede hacer, se debe hacer?;
-
¿es realmente un progreso atentar contra la integridad de las
personas en cualquier momento de su vida, esto es, desde la concepción hasta la
muerte natural?;
-
¿el fin justifica cualquier tipo de medios?, ¿qué medios se
utilizan?, ¿hay medios que son intrínsecamente malos?, ¿cuáles son?;
-
¿hay otras alternativas científicas que ataquen de raíz el
problema y estén acordes con la dignidad de la persona?
1.
Ejercitar la
capacidad crítica, a través de la lectura. Leer el mismo libro, padre/madre e
hijo. Posteriormente:
o Pedirle su opinión razonada;
o analizar cómo son los
personajes, sus actitudes;
o preguntarle por los aspectos
positivos y negativos;
o ayudarle a detectar verdades
a medias;
o hacerle notar la intención
del autor;
o qué concepción de la vida
tiene el autor;
o qué valores intenta
transmitir, etc.
2. Recoger los titulares de varios medios de
comunicación (diarios, revistas, programas de radio), correspondientes a un día
concreto.
A continuación, conjuntamente con los
hijos:
o Contrastar las informaciones;
o comparar lo que se destaca en
cada medio;
o lenguaje utilizado, etc.
3. Comentar críticamente con los hijos algunos programas o
anuncios de la televisión:
o Detectar la finalidad del
mensaje;
o valorar determinados
aspectos: consumismo, violencia, personas-objeto, etc.;
o qué falta, qué sobra, etc.
4. Animar y ayudar a los hijos para que detecten algunas
falacias o argumentos falsos, basándose en algún canal de comunicación:
o Un debate televisivo;
o un mitin o discurso político;
o un artículo de prensa;
o una entrevista a un
personaje;
o un programa radiofónico, etc.
5. Alternativas positivas que contrarresten el aislamiento y
la paralización mental de la televisión, videojuegos, etc. Promover y estimular
en los hijos la participación en:
-
Asociaciones culturales, deportivas, sociales, políticas;
-
clubes de opinión; aprender a defender y difundir razonadamente
las ideas propias;
-
colaboración en parroquias, clubes, centros especiales;
-
participación en movimientos de defensa y protección de los
derechos humanos;
-
grupos o instituciones de ayuda a los más pobres, a ancianos,
enfermos, inmigrantes, etc.
PADRE: ¿Qué tal van las cosas, Pablo?
HIJO: Voy apenas. Las mates aún se me
resisten...
P.: Ya hablamos de esa asignatura, y
propusiste unas cuantas soluciones; es cuestión de constancia. ¿Y los amigos?
Ayer te telefoneó Juan. ¿Has hablado con él últimamente?
H.: No; es que ahora estoy saliendo con
otros chicos más «guais».
P.: ¿Ah sí? ¿Y por qué no los invitas un
día a casa?
H.: Es que vosotros sois un poco
anticuados, papá, y a lo mejor no os caen bien.
P.: ¿Por qué? ¿Tan raros son?
H.: Para mí, no. Son unos tíos estupendos.
Son ecologistas; defienden el medio ambiente, la vida de los animales, quieren
un planeta limpio de humo y residuos tóxicos.
P.: ¡Hombre!, eso está muy bien. ¿Qué
clase de ecologistas son?
H.: ¿A qué te refieres? Son...
ecologistas, verdes.
P.: Sí, claro, pero tú ya sabes que hay
varios movimientos ecologistas, con diferentes planteamientos e ideologías. ¿No
les has preguntado?
H.: Pues no. ¡Ya me lo pensaré!
P.: ¿Son chicos coherentes con sus ideas?
H.: ¡Y tanto! No fuman, utilizan productos
ecológicos, protestan contra los atentados a la naturaleza...
P.: Defienden también la vida humana?
H.: ¿Qué quieres decir? ¿Te refieres al
rollo del aborto?
P.: Mira, Pablo, ¿qué crees que tiene más
valor, la vida humana, o la de las plantas y animales?
H.: Tú ya lo sabes, papá; pero, ¿cómo
viviríamos en un mundo contaminado?
P.: Te contesto con una pregunta: ¿qué es
más coherente, proteger toda vida, especialmente la de los seres humanos, o
defender sólo algunas especies de la vida planetaria?
H.: Reconozco que es mejor defender toda
vida, sobre todo a las personas. Pero, ¿qué me dices de la xenofobia, del
racismo? ¿Acaso no hay personas «coherentes» que en la práctica son racistas?
P.: Tienes razón. No son realmente
coherentes. El racismo es contrario a la dignidad de la persona. Tenemos la
obligación de acoger y ayudar a los más necesitados. Pero no acabo de ver la
relación entre la defensa de la vida y la acusación que haces del racismo.
H.: Papa, es para que veas que no solo mis
amigos verdes son incoherentes.
P.: Eres listo, Pablo. Te has dado cuenta
de que hay que tener" una escala de valores, que las personas son lo más
importante. El tema del racismo tiene una problemática cuyas causas podríamos
discutirlas en la próxima tertulia.
H.: Así qué... ¿invito a mis amigos a
merendar a casa?
P.: Claro que sí. También a mí me interesa
la protección del medio ambiente. Por cierto, te voy a dejar un libro sobre
este tema que quizá te interese. Así, cuando hables con tus amigos, podrás
demostrar que estás enterado...
En
el presente diálogo, el padre intenta hacer reflexionar a su hijo adolescente.
Destacan tres puntos básicos:
Primero, ayudarle a reflexionar sobre las
ideologías que sustentan cada movimiento ecologista.
Segundo, analizar si es coherente defender el
medio ambiente, la vida animal, y, al mismo tiempo aceptar que se atente contra
la vida humana. Reflexionar sobre una escala de valores donde la persona esté
por encima de las cosas, aunque deba respetarlas.
Tercero, que el hijo tome conciencia de las
razones o argumentos que utiliza para defender una opinión. En este caso, Pablo
ha intentado argumentar aludiendo a otro tema -el racismo- que no guarda
relación directa con el ecologismo.
Finalmente, es positivo conocer a los
amigos de nuestros hijos. Una manera es procurar que vengan a casa.