El comercio internacional está controlado por los países
ricos
OXFORD (Inglaterra), 18 mayo 2002 (ZENIT.org).- Los líderes mundiales reunidos en
Monterrey, México, en marzo, evaluaron las ayudas al tercer mundo. Apenas
pasado un mes, Oxfam Internacional ha publicado un informe que critica diversos
puntos del sistema de comercio internacional.
El informe, titulado “Normas Aparejadas y Doble Standard”, no condena el
comercio internacional en sí mismo, sino que afirma “que las reglas que lo
gobiernan están puestas para beneficio de los ricos”.
Oxfam Internacional, organización no gubernamental (ONG), es una federación
compuesta por las organización nacionales de Oxfam en algunos países. La ONG
observa que mientras los países desarrollados expresan su compromiso de luchar
contra la pobreza, en la práctica, obstaculizan las exportaciones que son
esenciales si el Tercer Mundo quiere desarrollarse económicamente. Por ejemplo,
el estudio hace notar que los países ricos gastan 1.000 millones de dólares
cada día en subsidios agrícolas. Esto conduce a la sobreproducción, que sale a
los mercados mundiales, minando el sustento de millones de agricultores a pequeña
escala en los países pobres.
Cuando las naciones pobres intentan exportar a los mercados de los países
ricos, “tienen que hacer frente a barreras de impuestos, que son cuatro veces
más altas que las encontradas por los países ricos”, afirma Oxfam. Estas
barreras les cuestan 100.000 millones de dólares al año –el doble de lo que
muchos de ellos reciben en ayudas, hace notar el informe.
Oxfam ha intentado comprobar qué países son los más activos a la hora de
levantar estas barreras. Ha creado un “Índice del Doble Standard” que mide 10
variables de las políticas de comercio de los países ricos. En esta lista, la
Unión Europea emerge como el peor delincuente, batiendo por un margen estrecho
a Estados Unidos.
Pero Oxfam también intenta sacar partido del polarizado debate sobre
globalización y comercio. Observa como los “globófilos” (promotores de la
globalización) tienen un punto de vista acrítico sobre el comercio mundial y
sus perspectivas de futuro son “más de lo mismo”. Por otro lado están los “globófobos”
(los antiglobalización), que consideran el comercio como intrínsecamente malo
para los pobres, conduciendo a más pobreza y desigualdad.
Oxfam considera que éste es un “debate falso”, afirmando que “el comercio bien
llevado tiene el potencial de sacar a millones de personas de la pobreza”.
Pero, advierte, “un comercio en aumento no es una garantía automática de
reducción de la pobreza”, desde el momento en que muchas cosas dependen de las
reglas que rigen el comercio internacional.
Cómo se organiza este comercio es de crucial importancia para el desarrollo
económico del Tercer Mundo. El informe precisa que las exportaciones suman
ahora más de una cuarta parte del producto interior bruto combinado de los
países en desarrollo, una proporción bastante más alta que en los países ricos.
Si los países en vías de desarrollo aumentaran su proporción de exportaciones
en apenas un 5%, observa Oxfam, esto generaría 350.000 millones de dólares
–siete veces más de lo que reciben en ayudas.
Las exportaciones pueden ayudar a los países más pobres de diversas formas. No
sólo proporcionan una fuente directa de entradas económicas para los pobres,
sino que también crean oportunidades para el empleo y la inversión. El informe
menciona el éxito de muchos países del sudeste asiático como un ejemplo que lo
que se puede alcanzar cuando el crecimiento de la exportación tiene éxito.
Con todo, la promesa de aumentar la riqueza a través de las exportaciones no se
ha cumplido en muchas regiones. Oxfam observa que los países ricos aumentaron
en 1990 la renta per cápita de sus exportaciones en 1.938 dólares, comparados
con los 51 dólares de los países de bajos ingresos y los 98 dólares de los
países de ingresos medios. Y el éxito de la exportación en países en vías de
desarrollo se ha visto limitado especialmente en el Este de Asia, y así el Sur
de Asia y el África subsahariana juntos suman menos del 2% de las exportaciones
de bienes manufacturados de los países en vías de desarrollo.
Se necesitan reformas
Oxfam sugiere algunos puntos a reformar. Para ayudar a los países pobres a
aumentar sus exportaciones, pide las entradas libres de impuestos y libres de
cuotas para todos los países de ingresos bajos. También desea una reducción
general en las tarifas más altas, de modo que ninguna tarifa aplicada a
exportaciones en países en vías de desarrolla exceda el 5%.
El informe también pide una prohibición que comprenda todos los subsidios a la
exportación, y una reestructuración de los subsidios agrarios para alcanzar
objetivos sociales y medioambientales, más que para aumentar las exportaciones.
Oxfam reconoce que, cuando tiene lugar, “la liberalización de la importación en
los países en desarrollo, y es cuidadosamente diseñada y correctamente
gestionada, puede también ayudar a los pobres”. Sin embargo, es necesario que
forme parte de una coherente estrategia de reducción de la pobreza para evitar
los efectos dañinos de una liberalización incontrolada.
Sobre la cuestión del comportamiento de las compañías multinacionales, el informe
comenta que la inversión extranjeras tiene efectos buenos y efectos malos.
Oxfam pide a los gobiernos que hagan y apoyen leyes consistentes para aumentar
el empleo con los estándares de la Organización Internacional del Trabajo.
También recomienda que los países de origen sumen las inversiones de sus
compañías a sus acciones en los países en desarrollo.
Surge otro problema del hecho de que muchos de los países más pobres siguen
sufriendo una profunda dependencia en materias primas. Más de 50 países en
desarrollo dependen de tres o menos de estas materias primas, hasta el punto de
dedicar a ellas la mitas de sus ganancias de exportación. Los cambios
incontrolados de precios conducen a estos países a graves problemas.
Para luchar contra esto, el informe recomienda la creación de una organización
que supervise el mercado global de materias primas, que tendría como uno de sus
objetivos la reducción de la volatilidad de los precios. Esta nueva institución
“incluiría mecanismos financieros diseñados para respaldar la balanza de la
demanda, en niveles de precios razonables”. También trabajaría en apoyar la
diversificación, y en aumentar el valor de las exportaciones a través de
estrategias de valor añadido a los productos de los países de bajos ingresos, recomienda
Oxfam.
Reacciones al informe
El Director General de la Organización Mundial de Comercio, Mike Moore, dio la
bienvenida al informe de Oxfam. “Oxfam ha puesto encima de la mesa argumentos
sensatos”, comentaba en una nota de prensa el 11 de abril. “Las críticas de
Oxfam a las barrera que los países ricos ponen a las importaciones de los
países pobres, por ejemplo, son enteramente correctas”.
Pero Moore criticó el informe por no tomar suficientemente en cuenta las
acciones llevadas a cabo, por la Organización Mundial de Comercio, para
liberalizar el comercio mundial y los avances ya obtenidos en esta área.
“Es importante recordar que, desde 1990, la esperanza media de vida ha subido
de los 30 a los 67 años, que, desde 1970, el porcentaje de personas en el
países en vías de desarrollo que muere de hambre ha caído de un 35% a un 18%, y
que hoy cerca del 80% de las personas en los países en desarrollo tienen acceso
a agua potable limpia, en comparación con el 30% de 1970”, escribía Moore.
Un análisis del informe, publicado el 8 de mayo por el columnista de opinión
del Financial Times, Martin Wolf, era mucho más crítico. Wolf reconocía que el
informe presenta algunos puntos válidos, tales como el problema de los bajos
precios de las materias primas y de la dualidad del sistema de comercio a favor
de los intereses de los países ricos. Sin embargo, él defendía que, con
frecuencia, los problemas de los países pobres a la hora de entrar en el
mercado mundial son debidos a sus propias deficiencias, y no solamente al
proteccionismo. Wolf apuntaba también que muchos países pobres mantienen
“barreras al comercio significativamente más fuertes que los países ricos”.
Mientras que el comercio e inversión extranjera han ayudado perceptiblemente a
muchos países pobres, mucha gente se ha quedado fuera en este proceso. Y la
pobreza severa permanece como un problema acuciante en muchos países.
Por esta razón, Juan Pablo II pedía una globalización de la solidaridad para
luchar contra la pobreza. En las observaciones hechas el 11 de abril a los
miembros de la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales, el Papa invitaba
a los líderes políticos y económicos a que “crearan sistemas de solidaridad”
para evitar las consecuencias negativas de la globalización. La creciente
interdependencia de las naciones tiene consecuencias positivas y negativas,
hacía notar Juan Pablo II. Lo que se necesita, decía, es una “administración de
la tierra” que “esté al servicio de las personas y de los pueblos y no sólo del
beneficio”.