Carta a mis Hermanos

Hoy experimento varias sentimientos: gratitud, alegría, pequeñez, arrepentimiento, esperanza.

Gratitud con Dios, con mi familia, con la Iglesia y con la Orden. Nada me era debido. Todo ha sido regalo.

Alegría por el don de existir, por la fe y la vocación. Porque Dios me regaló un hermoso lugar donde conocerlo, amarlo y servirlo. Porque crecer en mí y crecer en Dios se han vuelto una sola y la misma cosa.

Pequeñez ante la belleza sobrecogedora del misterio de Cristo, ante la grandeza de nuestra misión, ante la verdad inescrutable de Dios, como la ofrece la Biblia, la teología, la filosofía y la ciencia. Pequeñez también ante la santidad de tantos hermanos y hermanas.

Arrepentimiento por el tiempo que he perdido, por el amor que he retrasado, por lo lento de mi paso, por lo tardo de la fe, por tantas faltas de fraternidad y generosidad, por los antitestimonios y desalientos que he causado.

Esperanza de cara a Dios. Nunca me había parecido tan actual y tan fascinante nuestra Orden como ahora. Ninguna aventura, ningún conocimiento, ningún camino levanta tanto el amor de mi alma como el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.

Por deber de gratitud, como fruto de la alegría, tributo de la pequeñez, y camino de conversión y esperanza, a todos digo: Gracias.

 

Fr. Nelson Medina F., OP,
13 de mayo de 1999

 

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