En
Silicon Valley Steve Jobs es libertad, creatividad e
innovación, pero también tiranía y egocentrismo. Muchos son los que lo tachan
de insufrible, pero son los mismos que ansían trabajar con él. Aunque Linus
Torvalds le ha quitado últimamente protagonismo, el visionario de
Apple siempre será conocido como el eterno ‘polo opuesto’ al
omnipresente Bill Gates.
Silicon Valley y
Steve Jobs, Steve Jobs y Silicon Valley. Bonito binomio que se conjuga a la
perfección en la figura del creador de Apple. Allí nació en febrero de 1955,
allí es donde fue adoptado por Paul y Clara Jobs, allí es donde creció, ha
desarrollado su vida profesional y vive con su mujer y sus tres hijos. Tiene la
misma edad que Gates pero son como el ying y el yang. El empollón y el rebelde,
el comerciante y el artista, la corbata y la chaqueta de cuero. Según Jobs, “el
único problema que tengo con Microsoft es que no tiene gusto”.
Apple fue el primer
amor de Steve Jobs. Una historia que empezó cuando tan sólo tenía 19 años y que
le ha permitido hacer realidad todos sus sueños. En el instituto conoció a
Steve Wozniak. Eran unos personajes raros. A ambos les apasionaba la
electrónica, se entusiasmaban con la mística religiosa y, según algunos,
coqueteaban con el LSD. La capacidad de Jobs para ver mucho más lejos que la
gente que le rodea le hizo avistar en el hardware de su amigo un producto
totalmente comerciable. Jobs vendió su preciada Volkswagen y ‘Woz’, su
calculadora científica HP. Un dinero que les sirvió para, metidos en un garaje,
diseñar el primer ordenador personal de la historia en 1976, el Apple I. Las
primeras 25 unidades fueron vendidas en un típico ‘hágalo usted mismo’ (DIY).
Pronto empezaron a llover los pedidos y Apple se convirtió en la compañía de
más rápido crecimiento en Estados Unidos.
Revolución es la
palabra que caracteriza a este genio de la informática, tanto que se ha
convertido en su obsesión. Steve Jobs no escatima medios en innovar
constantemente las prestaciones de sus productos y, sobre todo, su diseño. En
la revista ‘Time’ llegó a afirmar que quiere estar en la intersección de la
ciencia con el arte. Apple tiene que ser original, única y pionera. Los
‘otros’, si acaso, serán los que copien. Y así lo ha hecho con el Apple II en
los 70, el Macintosh en los 80 y el iMac y el iBook en los 90. ¿Aún hay alguien
que cree que el sistema de ventanitas de Windows fue genial idea de Gates?
Apple marcó un hito con el Mac. Era, a diferencia del MS-DOS, el primer
ordenador que trabajaba a través de iconos, mostraba un reloj cuando había que
esperar y una bomba cuando el sistema caía. Pero, aunque fue la alegría de la
casa, su fijación por este ordenador también fue una de las causas que pusieron
a Jobs de patitas en la calle en 1985. Eso y su excesivo mal carácter. Tenía
nuevas ideas de software pero, tan subversivas, que no fueron comprendidas por
la empresa.
Evidentemente, una
mente tan inquieta como la de Jobs no iba a quedarse quieta. Quizás su
incansable afán por la innovación fue, aunque pocos lo sepan, lo que le llevó a
impulsar los Pixar Animation Studios, donde posee el 64% de las acciones. Una
empresa, responsable de la tan elogiada ‘Toy Story’, que ha abierto nuevos
horizontes en el mundo de la animación por ordenador. También fundó NeXT, de la
que salió un sistema operativo repleto de funciones que lo hacen increíblemente
apto para Internet pero carísimo.
Sin embargo, desde
su marcha, Apple iba de mal en peor. Necesitaban un salvador que no podía ser
otro que Steve Jobs. Tampoco hizo falta que le rogaran mucho y eso que su
salario asciende al simbólico dólar anual. Su aparición estelar se produjo en
la feria Apple de Boston de 1997. Todos se levantaron de sus sillas para
llevarse un buen ‘shock’ poco más tarde. Además de los iMac, el as que escondía
Jobs debajo de la manga, y que iba a rescatar a la compañía, venía de su eterno
rival. Era los 150 millones de dólares de Microsoft. Y es que, después de todo,
las dos compañías se necesitan. Microsoft es el principal fabricante de
programas para Mac y Apple uno de los principales testigos del inacabable
juicio antimonopolio que persigue a la empresa de Gates.