JOSÉ ORTEGA Y GASSET

(1883-1955)

Por: Jesús Rey

José Ortega y Gasset trató por medio de su obra de sacar a España de su aislamiento intelectual. Fue un filósofo, ensayista y profesor sobresaliente.

Nació en Madrid, España y fue hijo de un conocido periodista y novelista y nieto del fundador del diario El Imparcial.

Estudió inicialmente con los jesuitas en Málaga y más tarde se graduó en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid a los 21 años de edad. Completó sus estudios en las Universidades de Berlín, Marburgo y Leipzig. Entre los filósofos que estudió y que influyeron en su obra: Dilthey y Husserl.

Fue profesor de Metafísica en Madrid. Se distinguió como un conferencista brillante y colaboró en diferentes periódicos y revistas, siendo su última finalidad la de ayudar al progreso de España y Latinoamérica; buscó europeizar a España. Creó medios de prensa como España, El Sol y la Revista de Occidente.

Intervino en política y ayudó a organizar la República Española en 1931. Fue gobernador civil de Madrid y diputado. Durante la Guerra Civil Española se radicó en Argentina y en algunos países europeos.

En 1948 fundó con Julián Marías el Instituto de Humanidades. Su estilo fue claro y elegante y su prosa fluida; con su creación trató igualmente de unir el racionalismo y el idealismo con el realismo.

Para Ortega y Gasset la realidad básica del ser humano es la “realidad radical” El hombre no tiene una naturaleza esencial inseparable del mundo (yo soy yo y mi circunstancia) y, al no tener verdades universales que lo dirijan, necesita la razón para que lo guíe en las decisiones constantes que debe hacer ante un mundo inseguro y de duda. La razón es pues vital e histórica. Su visión de la sociedad es avanzada y esto le ganó críticas de la Iglesia de su época y del gobierno.

Entre sus obras: “Teoría de Andalucía”, “Las Atlántidas”, “Kant, Velázquez y Goya”, “Meditaciones del Quijote”, “España invertebrada”, “El tema de nuestro tiempo”, “La deshumanización del arte: ideas de la novela”, “La idea de principio en Leibniz”, “La rebelión de las masas” (su obra más famosa, sostiene que solamente un grupo intelectual superior puede guiar a las masas no intelectuales, a fin de construir y mantener su sociedad), “Qué es filosofía”, “Historia como sistema”. Hizo además estudios sobre Miró, Baroja, Proust y Dostoyevski.

Ortega y Gasset murió a los 72 años de edad en Madrid de un cáncer gástrico.

APARTES DE LA OBRA DE ORTEGA Y GASSET:

Nunca han faltado a la vida humana sus dos dimensiones: cultura y espontaneidad, pero sólo en Europa han llegado a pura diferenciación, disociándose hasta el punto de constituir dos polos antagónicos. En la India o en la China, ni la ciencia ni la moral han logrado nunca erigirse en poderes independientes de la vida espontánea y ejercer como tales su imperio sobre ésta. El pensamiento del oriental, más o menos certero y profundo, no se ha desprendido jamás del sujeto para conquistar esa clara existencia objetiva que tiene, por ejemplo, una ley física ante la conciencia del europeo. (El tema de nuestro tiempo)

Se trata, por lo visto, de intentar esclarecer un poco la estructura del hombre actual. Formulado así, el problema es insoluble, porque el hombre actual, propiamente hablando, no existe. Y no existe el actual por la sencillísima razón de que el hombre, así, sin más, no existe, y el atributo cronológico “actual” no basta, para insuflarle realidad. El hombre es una abstracción sin duda útil. Las abstracciones son aparatos mentales que construimos para mirar las cosas que son siempre concretísimas. (Pasado y porvenir del hombre actual)

Para mí, nobleza es sinónima de vida esforzada, puesta siempre a superarse a sí misma, a trascender de lo que ya es hacia lo que se propone como deber y exigencia. De esta manera, la vida noble queda contrapuesta a la vida vulgar o inerte, que, estáticamente, se recluye a sí misma, condenada a perpetua inmanencia como una fuerza exterior no la obligue a salir de sí. De aquí que llamemos masa a este modo de ser hombre, no tanto porque sea multitudinario, cuanto porque es inerte. (Ideario etimológico)

Parménides y Heráclito debieron de nacer en torno al año 520 antes de Cristo. Empiezan, pues, a pensar hacia el año 500. ¿En qué suelo mental se encontraron? ¿A qué tendencias intelectuales, a qué modos generales de hacer funcionar el pensamiento sintieron adscritas sus jóvenes cabezas? ¿En qué otras tendencias contemporáneas suyas vieron el perfil del adversario? (Origen y epílogo de la filosofía)

Heráclito, en cambio, cita nombres. No se anda con reparos. Pide que a Homero y a Arquíloco les den de latigazos. Llama ignorante al maestro Hesíodo porque no sabe ni lo que son noche y día; a Pitágoras le acusa de farsante y a él, a Hesíodo, a Jenófanes y a Hecateo les echa en cara que ocultan con un batiburrillo de muchas ideas su ignorancia de lo único que hay que saber. No deja más títere con cabeza que Tales, del cual dice: “fue el primer astrónomo” (Origen y epílogo de la filosofía)

Había motivos rebosantes para considerar a Leibniz como el hombre que en forma más intensa, completa y acendrada simboliza el destino intelectual de Europa. Mas por lo mismo, como todo destino es determinado y tiene sus límites o deficiencias, Leibniz simboliza también los términos y defectos de nuestra cultura. (Del optimismo en Leibniz)

Los historiadores de los hombres famosos debían procurar dibujarnos a la mayor precisión posible la figura de su fama mientras vivieron, pues pocas cosas son tan reveladoras de cómo esos hombres fueron. No se es famoso así en general y en abstracto. Cada fama tiene su estricto perfil. Hubiera bastado el nombramiento de Velázquez como pintor del rey en tan juvenil sazón para hacerle famoso. Y en efecto, aquel triunfo fulminante tuvo una resonancia estruendosa. (Velázquez)

En torno a mí abre sus hondos flancos el bosque. En mi mano está un libro: Don Quijote, una selva ideal. He aquí otro caso de profundidad: la de un libro, la de este libro máximo. Don Quijote es el libro, escorzo por excelencia. Ha habido una época de la vida española en que no se quería reconocer la profundidad del Quijote. Esta época queda recogida en la historia con el nombre de Restauración. Durante ella llegó el corazón de España a dar el menor número de latidos por minuto. (Meditaciones del Quijote)

La soberbia es nuestra pasión nacional, nuestro pecado capital. El hombre español no es avariento como el francés, ni borracho y lerdo como el anglosajón, ni sensual e histriónico como el italiano. Es soberbio, infinitamente soberbio. (Viajes y países)

Uno de los fenómenos más característicos de la vida política española en los últimos veinte años ha sido la aparición de los regionalismos, nacionalismos, separatismos; Esto es, movimientos de secesión étnica y territorial. ¿Son muchos los españoles que hayan llegado a hacerse cargo de cual es la verdadera realidad histórica de tales movimientos? Me temo que no. (España invertebrada)

La reforma que es grande para un país puede ser minúscula para otro. Esta diferente evaluación que a una misma reforma atribuiríamos en dos naciones distintas no sería, sin embargo, caprichosa. Una misma y única razón nos llevaría a llamar aquí pequeño lo que allí llamamos grande. En ambos casos medimos el tamaño de la reforma con la misma unidad de medida. ¿Cuál? Muy sencillo: la cantidad de cosas que en cada país necesiten ser reformadas. Donde casi todo está bien, una pequeña modificación sería de gran importancia. Donde casi todo está mal, esa misma modificación resultará imperceptible. (La redención de las provincias)

Quiérase o no, la vida humana es constante ocupación con algo futuro. Desde el instante actual nos ocupamos de lo que sobreviene. Por eso vivir es siempre, siempre, sin pausa ni descanso, hacer... (La rebelión de las masas)

 

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