La rosa y la mendiga
Durante
su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María Rilke pasaba todos
los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella estaba sentada, espaldas
a un muro de una propiedad privada, en silencio y aparentemente sin interés en aquello
que solía ocurrir a su alrededor.
Cuando
alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda, rápidamente con un ademán
furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su desgarbado abrigo. No daba nunca
las gracias y nunca levantaba la vista para saber quién fue el donante. Así estaba,
día tras día, echada de espaldas contra aquella pared.
Un día,
Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga.
Sacó
una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que nunca había
ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su benefactor y, sin soltarla,
la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda la rosa entre sus manos y lentamente
se aleja del lugar.
Al día
siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco durante el día
siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana. Con asombro, el amigo
le consulta a Reinero María acerca del resultado tan angustiante de su dádiva.
Rilke
le dice:
- "Se
debe regalar a su corazón, no a su mano."
Tampoco
se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido la mendiga durante
todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna moneda en sus manos.
Reinero
María le dijo:
- "De
la rosa".
TOMADO DE : http://www.aciprensa.com/Historias/rosamendiga.htm
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