El Vagabundo-ladrón
que no conocía a Dios
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Érase
una vez un hombre de clase media que sintiendo un gran vacío derrochó todo su
dinero en el juego y el alcohol y se convirtió en vagabundo por romper con un
amor, de tanto y tanto caminar en busca de lo que perdió, añoraba fácilmente
hacer fortuna y en ladrón se convirtió. El gritaba al mundo entero ser el "ser"
mas desdichado porque no tenía riquezas para sentirse realizado...
Caminando,
caminando se encontró a un pepenador, le pidió fuera su cómplice para asaltar
un vagón y éste le contestó: "No señor vagabundo, estás muy equivocado, yo
pensaba igual que tú, vagué mucho por el mundo, siempre me iba quejando porque
no tenía zapatos, creía que era la peor desgracia hasta que conocí a un niño
malabarista que honradamente luchaba por la vida porque no tenía pies, y desde
ese día decidí no quejarme mas", -el vagabundo le dijo: "No señor
pepenador, está usted equivocado, yo de aquí mejor me voy o terminaré
convencido...busco la fortuna que por ley me pertenece"-y se marchó.
Caminando,
caminando el vagabundo siguió, se encontró con un mendigo y éste le aconsejó:
"No señor vagabundo, está usted equivocado, yo así como usted pensaba, que
todo lo merecía...Un día pasó un príncipe a mi lado, llevaba un hermoso caballo
blanco y yo tontamente lo envidiaba, me hice pasar por un cojo que un caballo
necesitaba y el príncipe humildemente bajó de su corcel blanco y con alegría me
lo regalaba, subí rápido al caballo y con burla sin igual le grité que lo había
engañado, saliendo a todo galope. Sólo escuché a lo lejos que me pedía un
favor, que no comentara a alguien mi tan cobarde acción porque si corría la
voz, nadie, pero nadie se apiadaría de un cojo que lo necesitara de
verdad".
"Huyendo
en mi caballo blanco me encontré con una mujer, paralítica de un pie, se
arrastraba para vender mercancía y así poder alimentar a su bebé y yo lleno de
vergüenza le regalé mi caballo".
El
vagabundo le contestó: "No señor mendigo está usted equivocado, yo de aquí
mejor me voy o terminaré convencido, busco la fortuna que por ley me
pertenece" -y se marchó.
Caminando,
caminando se encontró con un palacio y frente a él con gran fuerza gritó: ¡Esto
es lo que quiero yo!, hablaré con el rey pidiéndole asilo le ofreceré ser su
amigo y al ganarme su confianza...¡le robaré su riqueza!...
Se
presentó ante el rey y le expuso su problema, y el rey con amargura le
contestó: "No señor vagabundo, vete de aquí, estas muy equivocado, no
merezco ser tu amigo, yo deseaba tener todo... poder, riqueza, fortuna y
conseguí ser condenado a ésta "Mi jaula de oro", pues el Rey de Reyes
me puso a prueba y yo cínicamente le he fallado...aprendiendo la lección.
Cierto
día una monjita tocó mi puerta, en huaraches y con su morral en la mano, me
pedía para sus pobres y como un perro la eché...¡sacándola de mi palacio!, ella
tropezó y cayó y para verse sus heridas se sentó en aquel rincón, allí se quedó
un buen rato y me hizo reflexionar...en eso, ella se levantó, nuevamente se
acercó y me dijo las palabras mas hirientes de mi vida: "Señor rey, ya
saciaste tus instintos de odio, ahora, por favor, hazlo por Dios, no te pido
mucho...¿me das para mis pobres?"...
-El
vagabundo lo interrumpió y preguntó indignado ¿quién era aquella que soportase
semejante humillación?
Y el
rey le contestó: Es alguien de gran valor, practica la caridad con su
grandísimo amor...Madre Teresa, ella tiene la fortuna que tu buscas porque
lleva en su alma a Dios...¡Vete de aquí! No caigas en la perdición, no termines
solo, triste y amargado como yo...
Entonces
decepcionado se fue, con el corazón destrozado y sorprendido preguntándose como
había sido que su avaricia en humildad se volvió, mas en su andar vagabundo,
padeciendo hambre y por falta de higiene de lepra se contagió y después de
meses caminar buscando a Madre Teresa...allá en tierras de Calcuta, junto a un
basurero moribundo lo encontró, la monja lo llevó a un asilo y de atenciones lo
llenó, por varios días lo bañó y lo alimentó, como al mejor de los hombres, su
dignidad ella le despertó, pero su enfermedad agravó y en su agonía el
vagabundo exclamó:
¡Perdóname
Dios!
Mi vida
desperdicié deseando lo que no era mío y lo mío rechazando, de una cosa te doy
gracias y es por haberte encontrado, en mis tantas experiencias y en el amor de
ésta mujer, ahora si me siento vivo, aunque a cada instante muero, ojalá mi voz
se escuche antes del último aliento para que la gente aprenda de esto que me ha
sucedido...
No
desees cosas ajenas, ni anheles bienes mundanos, no te aferres a riquezas...
porque todo eso es en vano si tu corazón has perdido, ¡Sé feliz con lo que tienes!
porque aquello que tu buscas y aún lejos de aquí no encuentras... dentro de ti
lo llevas...
"Es amor" y solo en ti está descubrirlo, gracias Madre Teresa por enseñarme el camino". Y juntando sus manos el vagabundo murió, con una sonrisa en los labios como jamás imaginó y rezando una plegaria a Dios, convencido de que a Él era a quien realmente buscaba... y a quien finalmente encontró.