Taller Literario

Yo creo que uno no debe ser egoísta ni avaro con las ideas, si parece que pueden servir a otros.

Esta sencilla parte de nuestra página web recoge algunos argumentos posibles de futuras creaciones literarias. No tengo yo la presunción de escribir todo lo que podría salir de ahí, ni sé si todo sería valioso, pero pienso que quizás a alguien más le podría gustar y le podría servir. A todos nos ha sucedido que busquemos un buen argumento y no nos resulte fácil hallarlo.

Autores de novelas, cuentos, dramas, seriados o simplemente amigos de la literatura pueden servirse de estas ideas. Pienso que es natural y práctico que se haga alguna mención de ello en las versiones terminadas, ya que los argumentos aquí ofrecidos llevan la fecha de ingreso.

Los correos con comentarios o sugerencias son bienvenidos: literatura@fraynelson.com

2003-11-24 / taller001

MENSAJES DIFERIDOS

Fr. Nelson Medina

Alfredo y Angela son un matrimonio sin hijos, porque están aguardando una mejor posición económica. Por ahora, están pasando por un mal momento como pareja.

Alfredo, un joven empresario que es amante de la tecnología, descubre un sitio en Internet que ofrece un servicio de Mensajes Diferidos a beepers (buscapersonas, pagers).

Un poco como un juego, empieza a enviar mensajes a Angela, de manera que le lleguen a las horas menos esperadas, por ejemplo, a las 4 am, cuando ambos duermen.

Angela es profesora de tejidos y artesanías, y dicta sus clases a un grupo de señoras de clase social muy alta, que quieren “enriquecer su perfil humano” y “distensionarse” a través de las lecciones de manualidades que reciben.

Las tensiones dentro del matrimonio, sin embargo, lejos de aliviarse, se han ido agudizando y pronto ambos llegan a la conclusión de que deben separarse.

Pero en realidad ninguno de los dos parece haber perdido la esperanza y por eso, mientras adelantan asuntos de papeles y abogados, cada uno lucha a su manera por.

Angela lee una y otra vez, aunque a escondidas, las cartas del tiempo de noviazgo, y trata de rehacer su corazón vuelto trizas. Alfredo, por su parte, prepara una larga serie de mensajes con su nuevo “juguete”, es decir, su suscripción al servicio de Mensajes Diferidos.

Algo inesperado y trágico se atraviesa: el avión en que Alfredo viajaba para uno de sus negocios cae a tierra, en circunstancias absurdas, y no hay sobrevivientes. El accidente sucede dos días antes de la fecha en que debían haberse firmado los documentos de separación de bienes del matrimonio, y Angela ve esto como una señal de que en realidad el Cielo los quería unidos.

Entre tanto, los mensajes diferidos que Alfredo ha dejado en aquella página de Internet van llegando en los momentos más inesperados. Angela casi se muere al recibir el primero de esos mensajes, pasada la muerte de su esposo, porque siente como si él le escribiera desde el más allá. Un diálogo con un vecino y amigo logra tranquilizarla, pero no logra detener los mensajes, que siguen apareciendo en la pantalla del beeper de Angela.

Por otra parte, los mensajes son confusos: hablan de esperanza pero traen recriminaciones; acarician y golpean; tienen de reto agresivo y de amable consuelo. Angela va entrando en un estado de ansiedad insoportable por no saber cuándo llegará el siguiente mensaje y por no poder responder a quien se lo envía.

Decidida a resolver el asunto, Angela no aguanta más la presión y se pone a indagar qué compañía tiene en su poder la suscripción de Alfredo. El proceso es doloroso, por la inexperiencia de ella en todo lo relativo a la tecnología, y también porque cada vez que recibe un texto no sabe si será el último.

La empresa que gestiona los Mensajes Diferidos resulta ser una casa filial de una gran compañía transnacional que tiene como política la absoluta privacidad de los usuarios. Angela toca todas las puertas, envía documentos demostrando que ella es la esposa de Alfredo, que Alfredo murió y que ella tiene en posesión el número del beeper de los mensajes que aún están pendientes.

Esta compañía transnacional no sólo cuida la privacidad de los usuarios sino también de sus empleados y es así que Angela tarda mucho en enterarse que Rosalba, una de sus exalumnas de tejidos artesanales, es la actual gerente ejecutiva de la casa filial que maneja el negocio de los Mensajes Diferidos en el país de Angela.

En un momento crucial, Angela intenta explicarle “de mujer a mujer” lo que está viviendo cuando ya han pasado tres semanas de la muerte de su esposo y ella sigue recibiendo los mensajes. Rosalba, una soltera ya madura pero muy hermosa, parece mantenerse en su papel de ejecutiva que valora su alto puesto en la empresa, pero da la casualidad que mientras están hablando y el tono de la voz va subiendo por la ansiedad de Angela, entra un mensaje de Alfredo: “Ahora sé que son posibles nuestras mejores esperanzas. Hoy he vuelto a rezar. ¿Me lo puedes creer?” El mensaje no añade nada más.

A partir de ese momento Rosalba queda dividida entre su futuro profesional y su conciencia de que algo debe poderse hacer. La cosa es compleja para ella, porque ella misma no tiene acceso a los computadores donde están esos archivos, y tendría que valerse de empleados para recoger esa información. Pero hablar con algún empleado para obtener algo así equivaldría a violar abiertamente las mismas políticas que ella tiene por encargo hacer respetar.

Triunfa, sin embargo, su corazón de mujer, y se decide a apoyar a Angela. Su única opción es adquirir suficiente dominio del programa que gestiona los Mensajes Diferidos para averiguar las claves que utilizó Alfredo y poder sacar los mensajes todavía pendientes.

Un mes después del fatal accidente de Alfredo, el ritmo de los mensajes empieza a disminuir. Pasan hasta dos y tres días sin mensajes. Uno resulta particularmente inquietante: “Angelita, ¿qué pasaría si te digo que hay otra persona en mi vida? Hoy mismo me gustaría que habláramos de esto. Disculpa si por ahora te traigo un muy mal rato. Alfredo.”

Rosalba logra las condiciones de acceso físico y tecnológico para entrar al computador que tiene la información. A solas, en silencio, y en la oscuridad de una oficina de un sótano lee con asombro el desenlace de la historia. Los mensajes de los últimos quince días, según el plan de Alfredo, no proponían propiamente una reconciliación sino que le iban contando a Angela la historia de cómo él se había llegado a fijar en otra persona. Le pedía perdón mil veces y le aseguraba que en el fondo de su alma siempre la iba a querer. En un texto impresionante, que debía llegar al beeper de Angela en penúltimo lugar le decía hacia el final: “Y si las cosas hubieran sido de otro modo, te aseguro que nos hubiéramos casado por la Iglesia como tú siempre quisiste.”

Mas solo el último mensaje tenía el nombre del nuevo amor: Rosalba.

En una escena patética, Rosalba cambia los textos, después de estudiar muy bien el estilo de Alfredo, y programa todos los Mensajes Diferidos para que se envíen uno después de otro al amanecer del día siguiente.

A las 7 de la mañana la llama por teléfono Angela, con lágrimas de gratitud infinita, y ambas lamentan lo que no pudo ser y descansan de su angustiosa búsqueda.