SINDBAN
Había una vez tres amigos que marcharon a país extranjero.
Llegaron a una ciudad y entraron en casa de una anciana; queriendo bañarse,
dijeron a la mujer: -Prepáranos un baño
con todo lo necesario. Y ella lo preparó
todo, pero se le olvidó el peine. A continuación, los hombres le confiaron su
dinero, advirtiéndole que no lo entregara a ninguno por separado, sino
únicamente a los tres reunidos. La vieja prometió cumplir sus instrucciones y
ellos se fueron a bañar. Cuando se dieron cuenta de que entre los objetos de
aseo faltaba el peine, decidieron que fuera uno de ellos a pedírselo a la
mujer. Se dirigió éste a ella y le dijo: -Mis
compañeros me encargan que te pida el dinero. Pero
ella contestó: -No lo entregaré a menos
que os presentéis los tres reunidos. Y él
volvió a decir: -Lo ordenan mis amigos. Entonces
la mujer se acercó al cuarto de baño y él entró adonde sus compañeros y les
dijo: -Ahí fuera, a la puerta, está la
vieja. Ellos exclamaron: -iVieja, dáselo!
Ella fue a buscar el dinero. y se lo dio; y él lo tomó y escapó. Sus
compañeros esperaron su vuelta en vano. La mujer fue junto a ellos y les dijo: -Vino vuestro amigo y le di el dinero, porque
me ordenasteis vosotros: "dáselo". Contestaron: -Nosotros decíamos solamente que le dieras el
peine. -Pero él me pidió el dinero
-replicó la vieja. Entonces la cogieron y
la condujeron ante el juez. Este le ordenó que entregara el dinero, pero ella
dijo: -Lo he dado ya. Los otros dos
empezaron a decir: -Señor, sabe que
nosotros éramos tres compañeros; le habíamos encargado que no entregara el
dinero a no ser que fuéramos a pedírselo los tres juntos. El juez mandó que la
vieja presentara el dinero y ella salió, presa del llanto y la aflicción.
Mientras las lágrimas corrían por su rostro se encontró con un niño de cinco
años, que le preguntó: -iPor qué lloras,
anciana? Dijo ella: -Déjame con mi pena. Pero el niño no la dejó tranquila hasta que supo la causa;
entonces le pregunta: -Si te ayudo, ¿me
darás una zouza para comprar avellanas? -Si
me ayudas -contestó ella-, la tendrás. -Pues
vuelve junto al juez y háblale así: "Sepa, señor mío, que los tres me
confiaron el dinero y me recomendaron que no me desprendiera de él a menos que
se presentaran todos juntos a reclamarlo. Dígales que vayan a buscar a su
camarada y cuando vengan los tres se lo daré."
Y la vieja volvió a presentarse al juez y le habló según las instrucciones del niño. El juez se dirigió entonces a los hombres: -¿Es como esta mujer pretende? -Sí, -dijeron ellos. Y el juez sentenció: -Id a buscar a vuestro amigo, y recibiréis el dinero. Después, dándose cuenta de que alguien había aconsejado a la vieja, le preguntó: -Dime francamente, ¿quién te ha aconsejado? -Un niño de cinco años. Entonces el príncipe mandó buscar al niño y le preguntó: -¿Eres tú, quien enseñó a la mujer lo que debía hacer? -Sí, señor -fue su respuesta. El príncipe lo elevó a la dignidad de primero de sus consejeros.
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